Si se hubieran dado en España las causas del choque de aviones que mató esta semana sobre Suiza a 71 personas, primero, se habría culpado a los controladores aéreos, quienes acusarían al Gobierno, y éste a Rodríguez Zapatero, porque el Gobierno responsabiliza de todo lo malo, casi siempre con razón, a Zapatero.
Al final, los españoles se imputarían unos a otros llamándose chapuceros, en la vieja creencia de que España sigue siendo así.
“La eterna chapuza española”, gritarían quienes creen imposible que en Suiza se puedan alcanzar extremos asombrosos de torpeza, incompetencia, vagancia y trapacería.
Pues fue en la perfecta Suiza donde un controlador indispensable estaba de cafetería, y ni los teléfonos y ni los radares funcionaban: todo era un desastre técnico y de personal.
Cuando construyeron el AVE Madrid-Sevilla, el mundo entero y muchos españoles esperaban el previsible fracaso de los chapuceros nacionales; luego, todo fue perfecto.
Igual que se inician y concluyen múltiples obras públicas y privadas o sofisticados servicios que mantienen incansablemente millones de profesionales responsables.
Por contra, y por incompetencia humana, también en Suiza la gente arde viva en túneles o se caen los teleféricos; en Inglaterra chocan y chocan los trenes, y los puentes fallan; en Alemania se hunden o incendian los edificios; Francia sufre grandes desastres, y en Italia casi nada funciona.
En EE.UU. anuncian los atentados contra las Torres Gemelas, y la CIA y el FBI ni se enteran.
Aquí hay chapuceros, pero últimamente parece que afuera tienen más.
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