Este es nuestro segundo acercamiento, tras 127 horas, a la filmografía de Danny Boyle, el director británico que saltó a la fama con Trainspotting, la historia de unos drogadictos enganchados al caballo. En realidad es mucho más que eso, no es un alegato contra las drogas cargado de efectismos como es, en mi opinión, Réquiem por un sueño, pero por espacio y tiempo hay que sintetizar y, además, no viene al caso.
En 2007, tuvo su primera toma de contacto con el complejo género de la ciencia ficción (si consideramos como tal sólamente a películas sobre aventuras espaciales y dejamos al margen la película de zombies 28 días después). Se trata de Sunshine, sin duda un film que puede dar mucho que hablar, por sorprendente, tanto para lo bueno como para lo malo.
La premisa es sencilla, unos astronautas son enviados en una nave espacial con una bomba para reactivar a un sol que, si no lo impiden, se apagará irremediablemente. A partir de ahí, la trama se complica con el desarrollo de unos personajes que, dentro de esa pequeña comunidad que conforman, tendrán sus propias motivaciones e inquietudes que les harán tomar diferentes posturas en función de los cada vez mayores problemas que se les van presentando. De ahí esa complejidad, lineal sin duda, y no porque la historia sea un rompecabezas, ni mucho menos, a la que debe agradecerse el aumento gradual de tensión, con un arranque a la altura del mejor cine de ficción y que se mantiene prácticamente durante todo el nudo de la película. Sin embargo, es en el desenlace donde pierde credibilidad, haciendo que se tambalee el resto de la interesante propuesta. En definitiva, es en la primera hora donde la película muestra su verdadero potencial, bien acompañada de unos actores en su mayoría desconocidos pero que solventan su labor con holgura y unos efectos especiales de un acabado intachable.