Revista África
La originalidad de la historia europea consiste en que tiene todo absolutamente documentado. Tal cantidad de acontecimientos y tal cantidad de documentación que los refuerzan generan un debate ajeno y desviado de lo fundamental que se centra en el cuestionamiento de las fuentes. Lo mismo ocurre en la esfera global, que en realidad es la esfera europea extendida. La historia pasa así a ser una cosa sobre la cual discutir, y no una doctrina que permita extraer y analizar acontecimientos humanos.
En esta lucha cosificada y documentada, la historia de los pueblos de África lleva las de perder. Por indocumentada, la historia de África Subsahariana es reducida al nivel de leyenda y, por tanto, se le otorga un valor puramente simbólico en las realidades. Y a raíz de su documentación, es decir a raíz de la llegada del historiógrafo europeo, los libros se llenan de relatos de victoria, difusión de la civilización y, por fin, protagonismo del hombre negro de su propio presente. La historia de África comienza, por tanto, con la llegada del escriba europeo. Es a partir de ese momento en el que el académico se atreve a discutir tal o cual acontecimiento, a interpretar el presente respecto de sus raíces históricas. Antes de ese momento, es labor del antropólogo –una ciencia social considerada menor.
Contra todo esto muchos historiadores africanos se rebelaron a mitad del siglo pasado. En esta nueva hornada de estudiosos africanos, formados en unas universidades occidentales que miraban levantando una ceja a la historia oral del África Subsahariana, se encontraba Djibril Tamsir Niane. Su proyecto consistió en escribir la historia del país Malinké a través de los relatos orales de un griot. Los griots eran relatores oficiales de la historia de un reino. Gracias a ellos, actuando como consejeros, los reyes podían conocer las tradiciones de su reino, la historia de las batallas que lo hicieron crecer o menguar y las leyes sobre las que reposaba su legitimidad y su poder. Eran ellos quienes creaban relatos de los cambios acometidos por su rey y quienes traspasaban su saber a los nuevos griots. Los griots, guardianes de la palabra y ninguneados por la historiografía, reproducen las historias tal y como les fueron narradas con la obligación de resultar interesantes para aquél que la está escuchando. Pero también con la obligación de callar todo aquello que no puede ser oído por gente profana.
Es así como Niane nos transmite la historia de Sogolon Yata, el más grande emperador del país del Manding, ubicado en lo que hoy sería Malí. Niane nos transcribe el relato de un griot del pueblo de Yeliba Koro. El antropólogo Jordi Tomàs, en el prólogo del libro editado por Casa África, afirma que de haber estado situado este reino en tierras americanas, Hollywood hubiera llenado metros de metraje con sus historias. Pero en lugar de allí el Manding se extendió por África Occidental, con referentes de grandes emperadores extranjeros, como Alejandro Magno.
La historia de Sogolon Yata, o Sunyata, es la de aquel emperador de dos nombres que pacificó el Manding y propició un reino de riqueza a su paso. Es la historia de enfrentamientos entre diversos reyes y la unificación de varios en torno a la figura de un desheredado y exiliado príncipe que decide recuperar su reino.
El relato está plagado de pequeños detalles novelescos que enganchan al lector. La historia no volverá a ser aburrida. Como esos pequeños en la escuela que cantan la tabla de multiplicar, que se piensan que están cantando cuando en realidad están aprendiendo, el libro de Niani permite sumergirse en la realidad de ese tiempo y adquirir conciencia de que mientras en Europa estábamos descubriendo el mundo, el mundo giraba por su cuenta sin necesidad del engranaje blanco.
El libro se puede leer como una novela y lleva al lector hacia aquellos días en los que la historia era aquello que podía contar un abuelo o un padre a sus hijos. Una Historia, con mayúsculas, emocional y vertiginosa, y en absoluto imparcial.
Es curioso comparar este libro con otro de Kapuscinsky, El emperador. Ambos se dedican a transcribir la historia narrada sin apenas intervención del escritor, que se sitúa fuera de plano. Sin embargo, mientras que el libro de Kapuscinsky, y toda su obra, se exalta como ejemplo de la narración social, del reporterismo comprometido y rebelde, libros de historia africana como el de Niani no pasan de pequeños círculos de difusión y son ninguneados por el ámbito académico al que pertenecen. Es este, por tanto, un buen libro para recuperar.
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Djibril Tamsir Niani, historiador del África Negra nacido en Conakry, participó en la monumental obra Historia General de África editada por la UNESCO. Es el autor de Sunyata, o la epopeya mandinga editada por Edicions Bellaterra y Casa África.