No voy a extenderme mucho en la reseña porque tampoco hay demasiado que analizar. Super 8 es una peliculita entretenida que no se hace larga y ayuda a pasar la tarde del domingo en una sala a oscuras con aire acondicionado. Y eso es (casi) todo.
El otro casi:
Abrams es un buen escritor y un gran director. No cabe duda. Pero creo que en este proyecto ha metido la pata en su obsesión (o la de Spielberg) por homenajear la ciencia-ficción de los años setenta y ochenta. Esto ha desembocado en una obra rota, que no dividida, en dos partes muy diferentes: una primera llena de magia naïf, de metacinematografía y de intriga, que además nos recuerda al mejor Spielberg, y una segunda típica y tópica donde aparece un monstruo muy feo que luego resulta ser un alien sensible y entrañable. Todo esto viene aderezado con un secreto militar, un científico loco y un poli de pueblo, que además es el padre del personaje principal.
Que los protagonistas sean una panda de niños que están rodando un corto de zombies con una súper 8 provoca gran empatía en el espectador mientras se lanza la trama. Pero, cuidado, no estamos hablando de Los goonies, aunque Spielberg lo haya intentado... En este caso, los niños son una excusa más, material de guión a la altura de los polis o los militares, aunque con mayor protagonismo.
Como no quiero, ni me parece justo, ser tan vehemente, voy a hablar también de los momentos reseñables. Quizá el más espectacular, dirigido con gran maestría por J.J., es cuando el tren descarrila mientras los niños graban una de sus secuencias. Es la pinza que hace girar el guión, puesto que la súper 8 se queda en el suelo encendida y graba todo. Otros elementos como el amor o las relaciones paterno filiales, ayudan a deslizar la historia con suavidad, pero también a llevarla hasta lo tópico en un descenso de la intensidad que incluso me llevó, ya casi al final del metraje, a mirar el reloj. Y no para medir el tempo del guión, como hago algunas veces, sino para salir a la calle. Mención especial también para los créditos del final, donde podemos ver el corto, ya montado, que graban los chavales. Y tiene su gracia.
Y poco más.
En resumen: si el Papa y sus acólitos invaden tu ciudad y cortan las salidas y accesos de tu localidad de residencia durante dos días, ver esta película es una gran idea. Es más: es una bendición.