Contaba
en confianza el excelso e irrepetible profesor Fuentes Quintana que con ocasión de las negociaciones previas a la
firma de los Pactos de la Moncloa hubo de recordarle a su homónimo Lasuen, que era el experto económico de
la AP de Fraga, el chiste aquel de quien se había equivocado de número de
teléfono y su interlocutor, al repetirle los dígitos que había marcado, le
informaba de que no había acertado ni uno.
Fuentes
era vicepresidente del gobierno de la UCD de Suárez y estaba analizando con los expertos de cada partido, sindicatos y empresarios, los datos básicos de
la economía española. Cada cual iba
exponiendo los suyos según su leal entender para redactar el papel del consenso
que supuso la superación de la terrible realidad económica y social que
sufríamos a finales de los setenta. Boyer y Tamames,
por el PSOE y PCE respectivamente, eran otros de los significados asistentes.
Pues
bien, al Rajoy de nuestros pesares
habría que decirle ahora, rememorando al ilustrísimo profesor, que ni acierta
ni acaba bien y plenamente ni una sola de las reformas que sucesivamente va
amagando con llevar a cabo. La última ha sido la reciente de las AAPP a la que
la vice Soraya se refirió con
aquello de que “ahora le tocaba sacrificarse a los políticos”. Y es que, en cuanto
le han salido respondones en CCAA y ayuntamientos, también los suyos; en lugar
de mantenerse firme en su propuesta ha enviado a sus propios a pastelear
acuerdos particulares con quienes más teme para tapar bocas. Lo mismo hizo con
lo del control de los déficits autonómicos o con la reforma de los
ayuntamientos siguiendo su inveterada costumbre de confundir el miedo con la
prudencia.
El compañero Arenas en la sombra
Desgraciadamente,
nuestro presidente da toda la impresión de ser un hombre superado por las
circunstancias que le han tocado en desgracia y de estar en manos de algunos
personajes con cuyos afectos próximos no necesita enemigos. Montoro y Arenas serían los prototipos de tales especímenes.
El
primero como el ministro más nefasto que haya conocido la hacienda pública
española, y el segundo como su padrino y muñidor en la sombra de tantos despropósitos
como acumula ya D. Mariano en la resolución de algunos de los asuntos más
peliagudos con que se ha enfrentado dentro de su partido en los convulsos años
padecidos desde que Aznar, en
infausta hora como ya reconoce hasta él mismo, lo nombró ‘dedocráticamente’
heredero político.
El peor error de Aznar
Fue
el último de la media docena de errores graves, y quizás el peor para España
según vemos ahora, que empañaron en sus últimos dos años los excelentes seis
anteriores: recule absurdo en ciertas cuestiones de su decreto laboral que aún
estamos sufriendo, como la consagración de los PER sine die; cabezonería y
protagonismo excesivo en lo de Irak, con
ciertos ridículos lingüísticos personales ribeteados en yanqui; impensable rendición ante PRISA en lo de
Antena 3 Radio y la TV digital de Telefónica, a quien ahora culpa de algunos
males personales y familiares; anuncio apresurado de renuncia de sus responsabilidades
en años cruciales para consolidar lo realizado dedicándose a preparar su
aterrizaje en el sector privado; y mala gestión inmediata posterior del
atentado del 11-M por intereses electoralistas tan improvisados sobre la marcha
como miopes. Le salió al revés.
Preguntas sin respuesta
Y
vuelvo a realizar las mismas preguntas de hace unas semanas criticando su
nefasta y contra natura política económica y fiscal: ¿es que no habrá nadie en
su círculo de confianza que sepa y pueda convencerle de su tremendo error con las continuas subidas de
impuestos? ¿Nadie entre ellos hace caso de los concluyentes análisis que
señalan que drenar dinero de las economías domésticas y del sector privado en
general para mantener el ruinoso tinglado público genera un efecto pernicioso
contrario al consumo, a la inversión y como consecuencia a la creación de
empleo, que es el único resorte válido para salir de la crisis que padecemos?
¿Nadie tampoco ha reparado en que la bestial subida del IVA en algunos sectores
sólo ha propiciado el pase a la economía sumergida de miles de pequeños
empresarios y autónomos, a hacer trampas en el caso intermedio y a cerrar sus
negocios a otros tantos por resultarle insoportable? ¿Y ya, en el sumun de la
estulticia, tampoco se han dado cuenta de que no sólo ocurre todo lo anterior
sino que además menguan cada vez más los ingresos del Estado por pura inanición
de los machacados contribuyentes que quedan en pie y por la desaparición de
tantos otros, al margen de quienes siguen teniendo un sueldo medio más o menos
fijo y no tienen escapatoria mientras lo conserven?
Lo
último que se le ha ocurrido al infumable Montoro es subir los impuestos al
alcohol y al tabaco. Por la inoportuna ley de Zapatero ‘antifumeque’ negando toda libertad a la gente para
elegir, dada su natural aversión al ejercicio de ciertas libertades
individuales, quedaron maltrechos amplios sectores de la hostelería donde se
perdieron miles de puestos de trabajo. Ahora se trata de rematarlos a base de
impuestos ahuyentando a los escasos clientes que mantienen algunos abiertos.
Empeorando lo peor
Es
el suma y sigue de un gobierno supuestamente conservador y liberal que gobierna
siguiendo los postulados de aquellos a los que tanto censuró culpándolos de
todos nuestros males en lo que supone la mayor estafa política de nuestra
reciente democracia.
Por
dar un detalle, ni los comunistas de IU llevaban en su programa una subida del
IRPF tan brutal como la que perpetró Montoro con el ‘don tancredismo’ de Rajoy
por montera.
Se
puede gobernar muy mal, tenemos el ‘zapaterismo’ muy reciente, pero tanto como para hacer
pasable a aquél con todo en su mano para lo contrario sólo es capaz de hacerlo
alguien mucho peor. Por mala herencia
que recibiera, nadie ha tenido tanto tiempo para prepararse, un año largo, ni tanto
poder democrático en España.