En la entrada anterior hablé sobre el miedo, sobre cómo puede interferir en una decisión tomada, retrasándola o impidiendo que la ejecutemos tal y como habíamos planeado.
El miedo es uno de los mayores obstáculos para alcanzar nuestras metas, para llegar al éxito, y aquí se trata de alcanzar el éxito como personas, no necesariamente el éxito económico.
Miedo es un nombre que engloba muchas emociones paralizantes, que cambian según sea el apellido:
Miedo al fracaso: no hacemos para no fallar, y nos quedamos con la duda de qué habría pasado. Al no intentarlo tenemos una excusa para no haber conseguido lo que queríamos: "No lo hubiera conseguido, era muy difícil, yo no sé hacerlo, no me hubieran dejado..." Excusas.
Miedo al éxito, a no merecerlo, a ser observados si lo conseguimos.
Miedo al cambio, a salir de la zona de confort y de la comodidad de la queja (si yo tuviera, pudiera, supiera...).
Miedo al ridículo, no se hace para no "sufrir" la opinión de los demás, como si las opiniones de los demás fueran obstáculos físicos... incluso antes de oír esas opiniones o de que esas opiniones puedan ser emitidas.
Miedo físico, a hacerse daño principalmente. Este miedo impide hacer actividades que juzgamos peligrosas: hacer deportes de riesgo, subir en una montaña rusa, hacer circuitos de aventura, saltar al agua desde un trampolín, viajar a lugares lejanos, conducir un coche...
El miedo no es algo malo en sí mismo. Su función, como emoción básica es protegernos de los peligros, preparando de paso el cuerpo para luchar o huir.
Otra cosa es, igual que en el resto de las emociones, cuanto tiempo decidamos quedarnos en esa emoción, y cuanto poder le permitamos tener sobre nuestras acciones.
Porque el miedo se puede vencer.
Cualquier persona puede decidir qué hacer a pesar del miedo.
¿Cómo?
En primer lugar es importante conocer a nuestro miedo. Si es físico, o es un temor arraigado en el interior de nuestra mente. No es tan importante saber "Qué" lo produjo, la causa inicial de nuestro miedo, sino saber que podemos superarlo... Y como
En segundo lugar también es importante diferenciarlo de una fobia, que es un temor irracional y compulsivo, o una aversión igual de irracional y compulsiva a objetos, animales, personas o situaciones. El tratamiento de las fobias se encuentra dentro de la Psicología Clínica, y no dentro de este Blog.
Las fobias pueden generar cuadros de ansiedad extremos en personas que se enfrentan de repente, y sin previo tratamiento al objeto de su fobia.
Cuando hablo de miedo me refiero a un temor que puede impedirnos avanzar en el camino que habíamos decidido coger. Pero no genera un cuadro de ansiedad patológico (sudoración, palpitaciones, pérdida de conciencia o debilidad muscular con un deseo intenso e inmediato de salir de la situación en que se encuentra la persona).
Conocer el miedo es importante, y creo firmemente que es importante contar con un profesional que ayude a reconocer la situación en que nos encontramos.
Una vez conocido nuestro miedo, pongámonos con él, para superarlo. Lo que no significa que desparezcan "los nervios" cuando iniciemos la actividad, significa que vamos a seguir adelante a pesar de su existencia.
Supongamos que tenemos miedo a saltar al agua desde el borde de una piscina, o a hablar en público.
En Psicología Clínica se emplea una técnica que se llama "Desensibilización sistemática", y que consiste en exponer de forma reiterada y cada vez mayor al paciente al estímulo, pero calmándole en cada ocasión mediante razonamientos y técnicas de relajación, de modo que su nivel de ansiedad desciende paulatinamente.
Cuando lo que sucede es que no nos atrevemos a hacer algo, podemos emplear una técnica similar, empleando la imaginación y visualizando la situación mientras estamos en una sesión de relajación.
En una entrada anterior expliqué un sencillo método de relajación.
Mientras nos encontramos en ese estado de relajación podemos imaginarnos en la situación temida, de forma vívida, "sintiendo" la situación. No hace falta conocer los detalles de algo que sucederá en el futuro, basta con sentirse en el borde de la piscina o delante de un auditorio.
Visualizarse a uno mismo cumpliendo esa acción temida, saltando al agua con decisión, o hablando sin miedo. Una y otra vez, en varias sesiones. Visualizando la acción ya cumplida con éxito.
Si lo que tenemos es miedo a seguir una decisión, y aquí por miedo entendemos temor al qué pasaríasi lo hiciéramos, el trabajo es un poco diferente.
Como he dicho, es interesante contratar a un profesional para que nos acompañe en el proceso. Permitiendo que encontremos las dudas y miedos que impiden el avance. Ayudándonos a planificar las acciones en función de los objetivos que nosotros marquemos. Y que nos rete a avanzar, a superar el miedo.
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