Hace unos días conversábamos con el politólogo español Gonzalo Caro, amigo y compañero de trabajo, sobre la seria dificultad que tiene la política y la ciudadanía española en lograr "hablar" de la dictadura franquista sin que aparezca el miedo a nuevos conflictos. Esto ha llevado a que en España no exista un juicio generalizado al aparato represor de la dictadura, si no un consenso en que ese tema no se puede abordar, al grado de negarse abrir fosas de cadáveres de hace 70 años, como la familia de García Lorca.
Gonzalo escribe en su blog sobre esa conversación y me pide algo muy difícil, que detalle algo del proceso de la dictadura chilena. Particularmente en un punto que a mi me llama la atención. En Chile, creo, uno de los procesos mentales que ha permitido el juicio generalizado a la dictadura es que aquellos que fueron partidarios de la dictadura se han visto obligados ha hacer un ejercicio mental - cínico si se quiere y por supuesto muy cuestionable - que consiste en separar el golpe de Estado de la dictadura posterior. La mayor parte de la derecha, y probablemente muchos democratacristianos (que son parte de la coalición gobernante desde el término de la dictadura), siguen considerando aún hoy que el golpe era necesario pero insisten en condenar por separado las atrocidades del régimen de 17 años que vino después. Cuáles son las diferencias que han permitido que la ciudadanía y los políticos de ambos países evolucione de forma tan distinta? A lo menso yo veo tres grandes diferencias, siguiendo el esquema que Gonzalo Caro aporta en su blog: 1º- El golpe en Chile tuvo mucho de hexodirigido por los servicios secretos de EE.UU. lo que está acreditado judicialmente en la actualidad. Eso incide, creo yo, en que los odios entre los chilenos tuvieron mucho de fabricados y luego se mantuvieron por los horrores del bando en el gobierno. En España en cambio, lo veo como un proceso mucho más interno, la continuación de un siglo de guerras, dictaduras y pronunciamientos. En ese escenario es muy probable que el odio entre compatriotas tenga raíces más profundas que en el caso chileno. 2º- En Chile no hubo guerra civil, pero si un régimen que tenía toda la capacidad represora de su parte contra una ciudadanía desarmada que intentó organizarse y fue sistemáticamente diezmada y aterrorizada. En ese sentido, la dictadura afectó a prácticamente todos los chilenos, de hecho creo que aún hoy no hay nadie que no tenga muy clara cual es su postura al respecto, tal como describe Gonzalo Caro que ocurre en España. Sin embargo, es cierto que 17 años no son igual que 40. Que el efecto sobre el ordenamiento social y la cultura nacional es menor en el caso chileno. De hecho en Chile Allende es un héroe para muchos y un ícono de la lucha por los cambios sociales, a diferencia de lo que sucede con Azaña en España que parece ser un nombre más en la historia. 3º- La legitimidad de la democracia posterior. En Chile la constitución (y también la ley de amnistía) la promulgó el dictador, por lo que desde el primer momento del regreso a la democracia gran parte del aparato político se sintió libre de criticarla y de modificarla, a pesar de la tutela militar que existía. La constitución que rige hoy Chile es la misma de Pinochet sólo de nombre, pues no tiene ninguno de los enclaves autoritarios que había dejado la dictadura y, aunque sea necesario para algunos de nosotros hacer un nuevo proceso constituyente, la legitimidad de la democracia actual no se basa en la constitución si no en el proceso mismo de institucionalidad democrática, donde la constitución es uno más de los elementos y se habla de modificarla sin demasiado problema. En España veo que tocar la constitución es una especie de tabú, supongo que por lo que costó el consenso para llegar a ella en los partidos políticos, pero, además la propia ley de amnistía se dicta bajo una transición democrática, lo que hace una diferencia respecto a la legitimidad del proceso. 4º- Los juicios. En Chile se pudo juzgar (mas no encarcelar) a Pinochet, en España no se pudo juzgar a Franco. Si, eso es una diferencia importante que, tal como dice Gonzalo, puede afectar las catarsis colectivas que complican en España hablar del tema. Pero creo que es más que eso. En Chile se juzgó a Pinochet cuando ya fue imposible no hacerlo. Primero se juzgó a muchos militares, más de 600, y aunque no se podía en muchos casos aplicar penas debido a la ley de amnistía, si hubo investigaciones y se acreditaron muchos hechos de tortura y asesinato de opositores a la dictadura. Se llevó adelante dos investigaciones de parte del aparato político que acreditaron las desapariciones, las torturas y los métodos sistemáticos de la dictadura. El proceso aún no acaba, pero hay militares que están o han cumplido penas de cárcel. No son todos los que debieran, pero son muchos, entre ellos generales y otros oficiales. Este proceso no ha permitido que todos y cada uno de los chilenos sienta que se ha hecho justicia, estamos lejos de eso, pero sin duda que hay un proceso colectivo de catarsis y limpieza. Por otro lado, hay que decir que gran parte de la derecha no dejó de apoyar a Pinochet por los asesinatos y las torturas, si no que cuando se realizaron las investigaciones sobre enriquecimiento ilícito y aparece la tremenda fortuna de una familia que al comenzar la dictadura no eran, económicamente, más que la familia de un militar. Lo que quiero decir es que juzgar a Pinochet fue un proceso de desacreditación de la dictadura que duró años y que la detención en Londres apresuró, pero que no aparece mágicamente después de Londres. Si no hubiera habido un grupo de abogados y jueces (que no políticos por cierto) valientes y comprometidos probablemente, aún con la detención en Londres y todo, nunca habría habido juicio a Pinochet. Ya me he alargado mucho para un post, así es que espero la réplica y los comentarios.