Tras tres meses de retención de heces, y sin decirlo muy alto por si acaso, creo que podemos dar el kakadrama por superado. Eso no significa que el control de esfínteres esté superado del todo, todavía no está consolidado, pero al menos el sufrimiento parece que ha pasado.
Como conté en el post en el que explicaba la encopresis que estaba sufriendo, Bebé decidió dejar el pañal de motu propio a finales de agosto, cuando a mi ni se me había pasado por la cabeza retirárselo ya que no pensaba que estuviera preparado y no había prisa alguna. Sin embargo, el control del pis fue estupendo desde el primer momento e incluso hizo sus primeras dos heces sin problema. Pero a la tercera vez, quizá cuando ya era consciente del momento de hacer caca, de la expulsión en si misma, entró en pánico. El momento de hacer caca se convirtió en una pesadilla que crecía con el paso de los días.
El punto álgido del kakadrama, apelativo cariñoso que elegimos para quitar leña a un asunto que en puridad era dramático, fue terrible y desesperante. Cuando empezó a retener las heces el drama ocurría en días alternos. Conforme fue reteniendo más, imagino que las heces se fueron acumulando y con ellas las ganas de defecar. Pasamos a tener drama todos los días. Y después a todas horas.
Ese punto en el que el drama era constante y le impedía (y nos impedía) hacer vida normal fue de las cosas más duras que hemos pasado como padres, ¡qué impotencia! Apenas podía dormir porque las ganas de hacer caca no le dejaban. Tampoco podía comer. Se retorcía en el suelo llorando, se iba a la cama, no quería ni mamar, sólo llorar y quejarse. Finalmente, tras una, dos horas de sufrimiento, se le caía una mini-caca. Eso le aliviaba un poco, quizá unos minutos, con suerte unas horas, y entonces el cuerpo le pedía de nuevo hacer el resto. A otras dos horas de sufrimiento le seguía otra mini-caca. Y así durante días y días durante más o menos dos o tres semanas. Parece poco tiempo pero aquello pasó como si fueran meses.
En ese espacio de tiempo probamos las Flores de Bach que os comentaba en un post anterior y la osteopatía, de la que hablaré más adelante. Leimos cuentos sobre el tema para intentar normalizar el momento de hacer caca. También jugamos mucho con la plastilina, tal como nos indicó Crecer Juntos con Arte. Hacíamos un muñeco y simulábamos que hacía caca. También le ponía churrillos de plastilina en el culo o me los ponía a mi misma para simular la situación.
Y, como ocurren las cosas con los niños, cuando nada parecía indicar que fuera a superar su gran miedo, un buen día lloró sólo durante 20 minutos. Sí, se la hizo encima, pero sólo lloró 20 minutos y logró soltar una cantidad aceptable y no una mini-caca. A la siguiente vez lloriqueó unos minutos y luego se lo hizo encima. Así entramos en una fase en la que se hacía las heces siempre encima pero sin drama alguno. ¡Un gran triunfo! Sí, le seguía teniendo un miedo terrible al baño pero al menos podía hacer caca cuando tuviera ganas y sin sufrir por ello.
En esa fase estuvimos un tiempo. No había manera de convencerle de que hacerse la caca encima no podía prolongarse mucho más. De hecho, cuando ya hacía más de dos meses y pico de haber dejado el pañal controlando el pis perfectamente, empezó a hacerse pis encima. Fue como un jarro de agua fría porque en un momento en el que el kakadrama parecía controlado, tener que quitarle no sólo cacas de encima sino diez pises diarios a mi se me hacía un mundo.
Hablé de nuevo con Valentina de Crecer Juntos con Arte y decidí hablar con él y explicarle que como se lo hacía todo encima le pondría el pañal de nuevo. Le noté muy confuso, ni se opuso ni tampoco le entusiasmaba la idea. Al día siguiente le puse el pañal durante todo el día y no hubo ningún escape, ¡ley de Murphy! Así que al día siguiente volvimos al calzoncillo y, misteriosamente, los escapes mejoraron hasta casi desaparecer. Había que estar pendiente y llevarle al baño pero dejó de mojarse.
Por fin, un buen día, a la que se sentó en el WC a hacer pis, cayó una caca. Le hice la ola y toda la fiesta que se me ocurrió en ese momento y parece que le convenció la experiencia. Despedimos a la caquita con mucha alegría y desde entonces casi todas las cacas han sido en el WC, incluso avisando él previamente. Ha habido algún escape, que creo que es normal, pero el cambio que ha dado ha sido fantástico.
¿Superado? Como decía al principio del post, me da miedo decirlo muy alto. Creo que el miedo, la terrible encopresis sí está superada ¡y eso es un gran paso! Quiero pensar que hemos llegado al fin de esa pesadilla.
La operación pañal desde mi punto de vista está costando más de lo esperado, quizá porque se empeñó en dejar el pañal antes de tiempo simplemente por imitar a su hermano. Pero esa percepción la desarrollaré en otro post.
Foto | Bebé Feliz