Tiempo después tuve la suerte de empezar a ejercer como maestro y posteriormente la felicidad de ser padre. La cartulina de la supernanny estaba presente y no había podido olvidarla.
Todos en casa tenemos normas. Puede que algunos no sean conscientes de esto pero las normas están ahí. En los casos en los que no están, las necesitamos, eso entendí, la cartulina eran normas para las familias que no habían sabido o podido establecerlas. Un niño de dos años sabe que no puede acercarse a la cacerola de la cocina ¿por qué? Porque en algún momento se ha acercado y ha sentido el enfado o el miedo de alguno de sus padres, de ahí ha concluido que eso no se hace. Ya está hecha la norma.
Pero en otras situaciones o momentos es necesario dedicar un tiempo a reflexionar cuales pueden ser las normas de nuestra casa, además de nuestras metas como familia. Es nuestra obligación como padres hacer un proyecto en el que todos los miembros de la familia estamos involucrados y en el que queda claro el objetivo, la norma, y muy importante: la consecuencia.
Todos los maestros a principio de curso consensuamos las reglas de clase con los niños, ellos mismos las dicen e incluso aportan las consecuencias. Si conseguimos esto no necesitamos a la supernanny, nosotros también podemos conseguir nuestra cartulina mágica.
¿Por qué son necesarias las reglas?
Son precisas porque socializan, ayudan a la armonía familiar, marcan los límites en el comportamiento de nuestros hijos, les posibilita prever y controlar, es decir se sienten seguros.
El saber que va pasar en cada situación, que se espera de ellos, es algo que les ayuda mucho. En el colegio pasa igual, si hay algo que los niños no soportan es la arbitrariedad. Si no tenemos regla sobre la pelota en casa y nuestro hijo rompe algo y nos enfadamos con él, le va costar el doble aceptarlo.
¿Cómo conseguir que las reglas sean eficaces?
Tienen que ser claras. En casa no se juega con el balón nunca.
Tienen que estar en proporción con la edad o la etapa emocional de nuestros hijos.
Todos los miembros de la familia tienen que conocerlas y aceptarlas.
Deben ser coherentes. Si por estar de excelente humor le dejas jugar al balón en casa, tu regla pierde valor.
Dicho esto, si somos claros, sistemáticos y coherentes no necesitamos cartulinas mágicas para convertirnos en superpapis.