Ayer por la noche la cadena de televisión Cuatro comenzó a emitir una nueva temporada del programa Supernanny. La dinámica es la misma de siempre, familia con hijos de diferentes edades, a cuál más problemático. Berrinches, gritos, no aceptan las normas, no obedecen. Padres desesperados, también a cuál más gritón, cansados de niños que todo lo hacen mal. Conclusión: situación familiar insostenible.
Hay muchas opiniones de los métodos y técnicas utilizados por la psicóloga Rocío Ramos-Paul. Su orientación cognitivo-conductual, como otras corrientes, hacen las delicias de unos, y los horrores de otros.
Mi opinión al respecto es que es interesante observar, analizar sin prejuicios, coger los aspectos interesantes y probar.
No me gustan las corrientes puras, radicales. Me resulta interesante que cada cual coja los aspectos que considere aplicables a su caso y lo ponga en práctica. Cada uno tenemos unas necesidades, unas ideas, una problemática (pequeña o grande). Pero sí pienso que se puede aprender.
Hace un par de años, más o menos me recuerdo a mi misma viendo por primera vez este programa, ojiplática y boquiabierta de ver semejantes bestias de pocos años toreando a una pobre madre, riéndose en la cara de un pobre padre, y ambos sumergidos en un torbellino de emociones, culpabilidad, ansiedad y frustración. Acudían a esta profesional avergonzados, creyéndose los peores padres del mundo o bien pensando que les habían tocado los peores hijos de la faz de la tierra. Y a pesar de compartir titulación con esta señora, y conocer algunos (ójala fueran todos) de los entresijos del comportamiento humano, no daba crédito, no concebía cómo a unos padres se les podía haber ido tanto de las manos unos hijos tan pequeños. Qué ingenua era entonces.
Al principio no me gustó nada de nada, lo ví exagerado, mediático, incluso histriónico, lo confieso. Después, como tengo esta venilla crítica, pensé que para poder despotricar agusto tenía que verlo más, ver más casos, ver sus actuaciones. Supernanny o Rocío (que es como me gusta a mi llamarla) utiliza la modificación de conducta para conseguir el cambio en el comportamiento de los más pequeños. Es una técnica totalmente válida y de excelentes resultados en muchas áreas y con muchos pacientes. La cuestión aquí, y lo que sé que se discute es si técnicas tan radicales son convenientes para niños tan pequeños.
Hay opiniones para todos los gustos, hay quien piensa que solo con cariño, respeto y paciencia se superan situaciones tan límites. Hay quien no aprueba de ninguna manera estas técnicas conductistas. Aunque bueno maticemos que no son conductistas ciento por ciento. Pero no voy yo a hablar aquí ahora de corrientes psicológicas o de historia de la Psicología.
Personalmente a mi me gusta picar de aquí y de allá. Reconozco que no me gusta aplicar estas técnicas al ámbito de la alimentación, por ejemplo, me parecen algo extremas. Pero sí me parecen adecuadas hacerlo en otro tipo de comportamientos. Y como está muy bien hablar de la teoría, pero a veces no nos es suficiente os voy a dar un ejemplo. Curiosamente se produjo ayer noche, mientras veía el programa. Mi hijo ya se iba a dormir, yo descansaba en el sillón viendo la televisión, y él exigía que yo fuera a la cama con él y no viera la televisión. Me tiraba de la mano para levantarme, gritaba, lloriqueaba y no cedía. Os relato como fue:
Mamá: No hace falta que me tires de la mano peque, si quieres que te lea un cuento en mi cama, no hay problema. Ve tu primero, los lees como siempre y ahora voy yo.
Peque: ¡No, no, no! quiero que vengas ahora mismo, no quiero que veas la tele (mientras tira de la mano, grita, lloriquea).
Mamá: Si sigues haciendo esto conseguirás que no te lea el cuento en mi cama y que te vayas directamente a la tuya.
Peque: ¡¡¡Que no!!!, que quiero que vengas YAAAAAAAA.
Mamá: Ya sabes que solo lo voy a decir una vez (tono de voz tranquilo, cero gritos, cero amenazas, firmeza).
Peque: ¡¡¡Ay!!! Eres mala, mala y mala (entramos en barrena).
Por supuesto no tenía intención de obedecer sino de salirse con la suya. Por la experiencia con mi hijo os diré que entrados en barrena da igual que le cantes, que le mimes, que le beses. O se sale con la suya o no hay manera. Mi hijo ha llegado a una edad en la que es muy importante que sepa que su comportamiento tiene consecuencias (esta frase le gusta mucho a Rocío), sabe perfectamente la diferencia entre portarse bien y portarse mal, ya no lo hace por frustración, poco control, inmadurez (como sucede con los berrinches de los 2 años), lo hace para salirse con la suya.
Me levanté del sillón en silencio y él ya iba gozoso en dirección a mi habitación, pero se asombró cuando vio que donde realmente iba yo era hacia su cuarto.
Peque: NO, NO, NO, mamá a tu cama, quiero que me leas los cuentos en tu cama.
Mamá: NO, los cuentos, si es que quieres que te los lea, serán en tu cama. Te espero aquí, puedes venir cuando quieras. Pero si tardas, me quedaré dormida y ya no se podrán leer cuentos.
Peque: (en barrena tirado en mi cama) Que no, que no, que no, eres mala, yo quiero los cuentos aquí, VEN AHORA MISMO, AHORA MISMO (ni que decir tiene que los gritos eran finos).
Mamá: (mutis por el foro, ni una palabra).
Peque: (dale que dale).
Mamá: (casi se queda dormida).
Esta situación no duró una eternidad, sino diez escasos minutos. Y hubiera durado menos si papi no hubiera intervenido. A veces papi entra en la discusión con el peque y es peor, mucho peor.
Tras ese tiempo vino a su cama, más relajado.Peque: ¿Me lees los cuentos mamá? (tono de voz tranquilo y sin gritos).
Mamá: Claro cariño, te estaba esperando (mamá sonríe y aprueba el comportamiento). Ve a por ellos y los traes.
Peque: ¡NOO! Quiero que los cuentos me los traiga papá.
Mamá: Cariño, los cuentos tienes que traerlos tu.
Aquí tuvimos una demora de unos minutillos porque papi intervino de nuevo, no se dio cuenta que esto era entre el peque y yo. Y el nene intentaba aprovecharse de papi. No cedimos, y unos minutos más tarde (prometo que a los 3 o 4 minutos, no exagero), mi pequeño venía con sus dos cuentos en la mano, y casi sonriente.
Al verle, mi sonrisa fue plena, y como yo sonreía, él también empezó a hacerlo. Le felicité por haberlo hecho tan bien, se tumbó a mi lado y le leí sus cuentos. Y muy tranquilo se quedó dormido.
La situación no es inventada, ocurrió ayer noche, no estoy inventando ni una coma, y los tiempos que os he dicho son absolutamente reales. Creo que aquí no hay nada extremo. Si yo permito o cedo a su berrinche, a sus exigencias (gritos, órdenes, imposiciones, malos modales), estoy alimentando una conducta muy negativa, que lejos de decrecer irá aumentando.
Después hay cosas muy interesantes que Rocío siempre o casi siempre destaca a esos pobres padres desesperados y que me gustaría resumir aquí porque creo que son a tener en cuenta:
- Los cambios en el comportamiento de los padres generan cambios en la conducta de los hijos.
- Nuestra conducta será su ejemplo: No les pidas que no griten gritando, por ejemplo. No les pidas que no se levanten de la mesa, mientras tu te vas a mirar una cosa al ordenador,.....
- Los niños no lo hacen todo mal. Aun los niños más rebeldes o desobedientes tienen comportamientos o conductas positivas. Cuando hagan algo bien, debemos decírselo y reforzar ese comportamiento, porque es el que queremos que se repita. Por ejemplo, aunque se ha portado mal, el hecho de venir finalmente a su cama hay que reforzarlo. Podría haberme puesto chula y decirle algo así como "ves, al final vienes, eres más terco que una mula, y bla, bla, bla,bla". Pero no, eso hubiera conseguido que se sintiese mal, frustrado y hasta avergonzado y hubiéramos empezado de nuevo. En lugar de eso, le sonreí, le abracé y le felicité por haberse portado bien.
- Los dos miembros de la pareja (padres) deben actuar conjuntamente, no desautorizarse, culparse delante de los niños.
- No lamentarnos delante de ellos, no dar pena ("ay, es que vas a acabar conmigo, no puedo más"). Las lamentaciones las dejaremos para nuestra pareja, nuestros amigos o nuestra familia.
- Explicar a los niños las normas a seguir: muchas veces damos por hecho que deben saberlo y puede que los niños estén confundidos. Expliquémosles qué esperamos de ellos y cómo deben hacerlo. No demos cosas por supuestas.
- Cumplir lo que decimos. Esto de "si sigues gritando no verás dibujos", y a los 10 minutos, y para ver si deja los gritos le ponemos sus dibujos preferidos. O "como no quites la mesa no jugarás a la play", y al final quitas tu la mesa mientras el niño coge el mando de la maquinita. Si dices que se la quitas, se la quitas, sin pudor.
- Premiar, que no es lo mismo que sobornar. Si el niño ha hecho sus tareas, ha cumplido con las normas, hay que premiar: ir al circo, una tarde de bici, ir a la feria, algo que al niño le guste mucho.
Yo creo que esto así contado y expuesto puede ayudar mucho. A mi me ayuda. Eso sí, confieso que pierdo los nervios a menudo, que a veces grito, que el cansancio me puede en ocasiones. Y trabajo para controlar mi comportamiento, fijáos lo que digo, MI comportamiento. Porque en función de cómo yo me comporte, mi hijo mejorará o no. Y cuidado, no culpo a nadie, no culpo a madres o padres, pero es cierto, que nuestras actuaciones influyen directamente en nuestros hijos. Pero claro, te toca el berrinche de marras, tu agotada, un día devastador, y de que tienes ganas, pues de zarandearle, darle una voz y decirle que ya está bien. Aquí todos somos humanos. Pero si recapacitamos un poco, no nos dejamos llevar por las emociones y el agotamiento, podremos mejorar.
Sí, hace un tiempo me quedé ojiplática viendo a esta señora en televisión. No tanto por ella, sino por las situaciones que contaban. Pero es muy fácil que un niño se te descontrole, que no sepas frenarle, que el día a día te desoriente, porque a veces es muy complicado. Ahora no me parecen situaciones falsas o montadas para un programa. Por desgracia no es imposible que cualquier familia llegue a tener esas circunstancias.
A día de hoy creo que puedo extraer cosas interesantes de sus programas que me sirven en mi (a veces) complicado día a día.