Uno de los ejercicios más didácticos de periodismo es imaginar cómo redactaría un alienígena cualquier noticia sobre la tierra y qué propondría, por ejemplo, para imponer la paz entre los belicosos humanos.
Si fuera inteligente, ese extraterrestre no encontraría una solución mejor que la señala quien gobernó España durante ocho años, José Luis Rodríguez Zapatero.
En una ponencia que presentó esta última semana en la universidad privada madrileña Antonio de Nebrija planteó que la ONU y la Alianza de Civilizaciones que él mismo creó nombraran una autoridad religiosa universal al que todas las creencias deberían obedecer.
Hay quien cree que los ángeles son los alienígenas que aparecen en la Biblia y en los monumentos mayas, y se diría que Zapatero es también uno de ellos: esa idea del superpapa universal demuestra una inocencia arcangélica totalmente extraterrestre.
Que vaya al Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) y le diga al autoproclamado Califa Ibrahim, el genocida yihadista Abú Bakr al Baghdadi, que debe someterse al superpapa.
Él, y muchos otros que se proclamaron califas, o mahdis se creen herederos del último gran profeta, Mahoma, que vino a superar a Cristo, a Moisés, y llega hasta Adán y Eva.
Y esto, sólo en los monoteísmos de origen judaico, porque quedan 4.500-5.000 millones de creyentes de otras religiones.
Allí donde se asesinan en masa por mínimas discrepancias teológicas, que vaya Zapatero de superpapa con el Dali Lama, que ya es premio Nobel de la Paz.
La ponencia del exprimer ministro fue muy aplaudida, aunque por dentro muchos asistentes debían preguntarse si no habían cometido sacrilegio: más que palmas el arcángel Z merecía rezos observando el cielo para descubrir si tenía aparcado por allí el carro de fuego, para llevárselo como a Elías.
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SALAS