Revista Viajes

Surco, songos y linday: entre cataratas y pedradas

Por Pablosolorzano
A mi grupo de amigas y amigos de la facultad nunca nos faltaba un pretexto para hacer las mochilas y salir a caminar, así que esta vez escogimos dejar el caos limeño para en solo 2 horas estar en medio de cataratas y serranías y hacer lo que más nos gustaba: vivir.
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Contratamos una coaster (mini bus) que en 2 horas nos llevó desde Barranco (distrito del sur limeño) hasta el pueblo de San Jerónimo de Surco (Km 67 de la carretera Central, 2065msnm, provincia de Huarochirí) donde al llegar tuvimos una pequeña reunión con el alcalde de aquél pueblo quien nos dio la bienvenida y nos pidió que como profesionales del turismo ayudemos a promover la imagen del lugar. Si bien Surco no tiene grandes atractivos, a excepción de una Iglesia con bonitos interiores y que a su vez tiene una torre Colonial, el resto de la villa, aunque inspira tranquilidad, tiene mucho cemento alrededor y casas que carecen de la típica gracia andina. Los atractivos, sin embargo, están fuera del pueblo.

SURCO, SONGOS Y LINDAY: ENTRE CATARATAS Y PEDRADAS

Llegando a Surco


SURCO, SONGOS Y LINDAY: ENTRE CATARATAS Y PEDRADAS

Conversación en la plaza de Surco con el entonces Alcalde Cotera.


SURCO, SONGOS Y LINDAY: ENTRE CATARATAS Y PEDRADAS

Iglesia de Surco


La historia cuenta que Surco era parte de los ayllus (pueblos pre colombinos) de Huaranga Picoy, cosa que debe ser cierta pues la cantidad de restos arqueológicos que hay a su alrededor es apabullante. Otro motivo para caminar por sus anexos es la hermosa naturaleza que lo rodea: grandes y numerosas cataratas; campos y muchos senderos por donde darle rienda suelta a las ganas de caminar. La idea era hacer la caminata Surco – Ruinas de Cantahuaycho – Santa Rosa de Linday – Songos. Usualmente los caminantes que se aventuran por estas tierras hacen esta ruta pero a la inversa: es decir empiezan en Songos, kilómetro 63 de la carretera central, suben hasta  Linday y algunos se animan a continuar la subida hasta las ruinas de Cantahuaycho. Nosotros queríamos unir todos estos lugares en una sola caminata y para eso contábamos con don Felipe quien nos iba a guiar desde la misma plaza de Surco. Así, después de despedirnos del alcalde, cruzamos la carretera central e iniciamos la subida hacia las ruinas de Cantahuaycho por la ladera de un cerro.  A casi 40 minutos de haber empezado el ascenso ya teníamos a nuestros pies una buena vista del valle del Rimac y de Surco y a los pocos minutos encontramos la primera catarata, cuyo nombre ahora no recuerdo pero que por ser época de lluvias, caía con una fuerza descomunal. Cruzamos un puentecito de madera y seguimos el ascenso hasta llegar a unos bosquecillos. 20 minutos después encontramos por fin nuestra primera parada: los bien conservados restos pre incas de Cantahuaycho,  del siglo XII d.C. aproximadamente. Aquí encontramos también algunas rocas con formas bastante misteriosas; algunos de los chicos veían en las siluetas de las piedras imágenes de zorros; otros águilas y no faltó quien vio un cóndor. Yo vi el perfil de un inca. Como ves un lugar en donde las caprichosas formas de las rocas te hacen ver lo que quieras.

SURCO, SONGOS Y LINDAY: ENTRE CATARATAS Y PEDRADAS

Iniciando la subida a Cantahuaycho, al fondo se ve Surco.


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Cantahuaycho

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Foto obtenida de la web Panoramio


Ya estábamos en la parte alta de nuestro recorrido; hacía unas horas habíamos estado en Barranco, al borde del mar, en medio de la inmensa Lima y ahora respirábamos cerca a los 3000 mil metros sobre el nivel del mar, casi la misma altura de muchas ciudades conocidas de los andes peruanos.
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Iniciamos el descenso por la ladera del cerro TOMAPONGO y entramos en los linderos del anexo de LINDAY (2.250 m.s.n.m) que sería nuestra segunda parada. Es un descenso duro pero que por momentos se suavizaba con unas escaleras que se han acondicionado. Sin darnos cuenta, unos 30 minutos más tarde ya estábamos caminando por la calle que pasa al lado de la capilla de Linday, donde nos detuvimos a conversar con la gente y a comer algo (compramos chirimoyas, ¡recomendado!). Aquí se pueden encontrar servicios higiénicos y un campo de fulbito donde es posible acampar, previo permiso. Nos despedimos de los pobladores y continuamos con el descenso. El camino se torna en zigzag y se abría entre tunales y manzanares, además de abandonadas casitas de adobe. Hasta que llegamos cerca al anexo de SONGOS, nuestra última parada. Un lugar muy pequeño y que se ubica casi al borde de la carretera central. 
Unos días antes yo había ido allí con un amigo y una amiga verificar la zona y habíamos escogido para acampar un lugar que si bien no era muy amplio, ya que estaba al borde de unos cerros muy empinados, sí tenía suficiente espacio para poner las carpas. Entonces no había lluvias y el cielo parecía muy limpio por lo que decidimos que el lugar estaba muy bien para cuando viniéramos con el grupo.

Así que allí estábamos de nuevo pero esta vez con nuestros amigos. Luego de hacer las carpas nos fuimos a ver las cascadas que están muy cerca de Songos, una es la “empedrada” y la otra  “La Trenza de la abuela”, que es el salto de agua que más destaca y se ubica más atrás donde la quebrada se angosta tanto que ya parece una “garganta”.  Desde allí continuamos caminando pues la idea era llegar a “los toboganes”, que no son sino caídas de agua que bajan por una pendiente natural de piedra de más de 10 metros de altura. El camino pasa por unos bosques y a veces se angosta pero también hay unos cuantos espacios lo suficientemente amplios para andar.

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Llegamos hasta “los toboganes” e hicimos “descenso” por los mismos, usando unas sogas muy gruesas mientras la adrenalina se puso a mil sintiendo que abajo nos esperaba el sonido de la explosión líquida que producen las caídas. Felizmente todos participaron y la experiencia fue alucinante. El cielo empezó a cerrarse y oscurecerse por lo que decidimos regresar al campamento a preparar el almuerzo.
SURCO, SONGOS Y LINDAY: ENTRE CATARATAS Y PEDRADAS

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Al rato lo que temíamos: empezó a llover. Aún era temprano y decidimos entrar a las carpas a descansar y esperar que la lluvia amainara pero pasó todo lo contrario. En estas estábamos cuando detrás del campamento oímos unos sonidos extraños y fuertes a los que ignoramos pero con el paso de los minutos los retumbos eran más recurrentes y entonces salimos de las carpas y nos dimos con una magra sorpresa: algunas rocas de tamaño muy grande estaban cayendo desde el cerro empinado bajo el cual estábamos acampando. La lluvia se enfureció y de pronto otra roca inmensa pasó como un meteorito cerca de nosotros, podría haberse llevado por delante una carpa. Todos nos miramos, pálidos y silenciosos y alguien gritó: “¡muevan el campamento, ahora!”. La lluvia de piedras continuó y empezó a caer sobre nosotros como si fuéramos un Sodoma andante y era tal el apuro que nadie se dio tiempo de desarmar las carpas sino que los levantamos tal y como estaban. Corrimos a pedir refugio a SONGOS, que estaba a unos pocos minutos, abajo. Cuando estábamos en el apurado traslado un sonido descomunal empezó a invadirlo todo y cuando levantamos la vista allí se venía otra roca inmensa: pasó por medio de la fila que formaba el grupo, donde felizmente no había nadie. Uffff!!! “Corran, corran”. Por fin llegamos a SONGOS, empapados y embarrados y nos dimos con la magra sorpresa de que no había un lugar donde acampar. Buscamos a don Felipe quien nos ofreció abrir la escuelita para refugiarnos allí dentro, felizmente. Si bien, al principio, estábamos nerviosos y mudos luego las cosas se fueron calmando y nos reímos mucho de nuestros errores y de la aventura.
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Refugiados en la escuelita de Songos, luego de la caída de piedras.

 
Cocinamos algo y el cielo despejó y en la noche estaba limpio de nuevo, con muchas estrellas para nosotros, como si no hubiera pasado nada. Fuimos con unos amigos a la Carretera Central a comprar unas cervezas: después de un momento como el que habíamos vivido un trago de lo que sea siempre ayuda a relajar. Nos pusimos a conversar en la puerta del colegio, volviendo a recordar lo vivido y a reírnos mucho. ¡Qué experiencia! Menos mal nadie salió dañado y lo manejamos bien pero ya nos quedaba la lección. Hay un dicho en la sierra que dice algo así como “nunca confíes en tres cosas: en lágrima de mujer, en cojera de perro y en el cielo serrano”. Así que en los siguientes campamentos tuvimos mucho más cuidado y no volvimos a acampar cerca a la ladera de un cerro en épocas de lluvia y menos en una zona como la de la carretera central del Perú famosa por los “huaycos” y deslizamientos en épocas de lluvia.
SURCO, SONGOS Y LINDAY: ENTRE CATARATAS Y PEDRADAS

SURCO, SONGOS Y LINDAY: ENTRE CATARATAS Y PEDRADAS

Al día siguiente, pasado el susto, nos fuimos hasta “el arco” que está al borde de la Carretera Central y que es la entrada hacia SONGOS. Esperamos la coaster que al medio día, tal y como lo habíamos coordinado previamente, pasó por nosotros y nos llevó hasta Chosica, allí nos enrumbamos en transporte público hacia Lima (3.50 el pasaje). La vida volvería a su cauce normal pero como buenos viajeros ávidos de aventura ya estábamos hablando del siguiente viaje. Pero no había otra, por ahora había que volver a la ciudad y buscar el pretexto ideal para salir a los caminos una vez más. Hasta la próxima.
Pablo 

DATOS

  • Dificultad de la caminata: básico-intermedio, con una altitud que va entre los 2500 y los 3000 m.s.n.m.
  • Si vas por tu cuenta puedes conseguir transporte desde el parque Echenique en Chosica donde se toman los minibuses a Matucana o San Mateo; pedir bajar en la entrada de Songos (hay un arco) que está a la altura del km. 63 de la carretera central. El costo hasta allí es S/.2.50
  • Como ya lo he contado hay una zona para camping en Songos y algunas tiendas en la carretera central, a unos minutos de camino, pero están poco abastecidas, por lo que mejor es aprovisionarse en Chosica.
  • Como ya te habrás dado cuenta al leer este post es mejor evitar ir en la época de lluvias, es decir de noviembre a marzo. Los deslizamientos de piedras y lodo (huaycos) son constantes y puede ser peligroso ya que el camino es angosto. La mejor época para ir es entre los meses de abril a octubre.

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