Estoy sentada en el salón, delante de las cuentas de ingresos y salidas de nuestro pequeño negocio. Mirando, remirando e intentando cuadrar esos dineros, algo que a simple vista parece misión casi imposible.Las niñas ven la televisión, ajenas a todo, y no se fijan en su mamá con una calculadora, y con cara de preocupación. El único que sigue la escena es el papa de las criaturas. Ya se que casi todo tiene solución, que hay subidas y bajadas. Pero es que algunas cuestas tienen pendientes muy pronunciadas. De pronto, como si de la nada, aparece Teresa, y empieza a regañarme en voz alta, con su lenguaje ininteligible y tono enfadado que reafirma con grandes gestos. Seguramente me esta diciendo que no me preocupe, que la culpa la tiene la situación mundial que tiene todo patas arriba. Que mucha gente esta viviendo situaciones un millón de veces mas complicada. Y además ella siempre estará a nuestro lado para ayudarnos aunque solo tenga su sonrisa. Cariño mio.Se sube a una silla torpemente, me agarra la cara con sus blandas manitas y me da un beso, esos que siempre digo que saben a fresa y chocolate y que nuestra chica con SD da como nadie. Besos medicamento.Ya estoy llorando, que tonta, pero... como quejarme de algo material, que aunque importante es circunstancial, que al fin y al cabo solo es dinero, cuando lo que tengo a mi lado vale su peso en oro.
Aparece una sonrisa en mi rostro, y todo gracias a mi pequeño tesoro.