Aseguró que le haría cumplir la ley a sus socios comunistas del Gobierno andaluz, que habían entregado ocho viviendas, saltándose una lista de espera oficial, a unas familias okupas a las que habían expulsado judicialmente antes.
Pero la presidenta socialista de la Junta se retractó cuando le advirtieron que romperían su coalición si les imponía esa amenaza.
Las familias, que no siempre eran las mismas, estaban tuteladas por militantes comunistas, que las habían organizado como Corrala Utopía, comuna de espíritu chavista.
Sus líderes intelectuales, además de militantes de Izquierda Unida, en algunos casos eran okupas no por necesidad, sino por razones ideológicas.
Algo que no parecía querer saber Susana Díaz, presidente de la Junta desde el pasado septiembre tras la dimisión por el milmillonario escándalo de los ERE de su predecesor, José Antonio Griñán.
A sus 39 años, tras trabajar sólo en la política, su desparpajo le había proporcionado muy buena imagen; muchos socialistas la veían ya como próxima líder del PSOE, aspirante a gobernar España, aunque con el caso Utopía su icono explotó como globo excesivamente inflado.
Además de permitir que ocho familias de okupas siguieran en las viviendas ya entregadas por la secretaría comunista de Fomento de la Junta, sus socios le advirtieron que entregarían siete más, saltándose una lista de espera de miles de otras familias en “riesgo de exclusión social” que las aguardan.
Tras esa claudicación, el líder comunista de IU, Cayo Lara, montó un gran mitin-fiesta con numerosos militantes a los gritos de ¡Viva la Revolución!, ¡Viva la República! y ¡Sí se puede!
Moraleja: para poder seguir gobernando Susana Díaz se plegará a cualquier exigencia de los comunistas, que desean importar a España las comunas y Utopías del chavismo y del castrismo. Desinflada quedó Susana. La mamandurria es más poderosa que la decencia. Para todos.
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SALAS