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Susanna Tamaro "¡Dos mil años de cristianismo para volver a cantar a la luna!"

Publicado el 02 noviembre 2012 por Lilik
Susanna Tamaro Susanna Tamaro (Trieste, Italia, 1957) tiene la mirada acuosa, parece frágil y desvalida, pero nunca las apariencias fueron más aparentes. De Donde el corazón te lleve, su novela más famosa, ha vendido trece millones de ejemplares, lo que le ha creado “una enorme responsabilidad”.
Tiene aspecto de religiosa recién salida del convento, y algo de eso hay, pero su actitud es más bien la del intelectual comprometido primero con uno mismo, y luego con la sociedad. Susanna Tamaro se lamenta profundamente de una época donde no existe el compromiso, donde el proyecto siempre es futuro y nunca presente, donde la felicidad se escapa… quizá porque no existe ni la valentía ni la autenticidad para apresarla y dejarla crecer.
Acaba de publicar la novela Escucha mi voz (Seix Barral).
-¿Qué es la felicidad? -La felicidad es vivir según la propia conciencia.
-¿Usted escribe para ser feliz o para otras cosas? -Escribo porque tengo este don, esta energía. Es algo que surge de forma natural, pero no lo hago continuamente. Puedo pasar dos años sin escribir, como ha ocurrido ahora, y luego durante tres meses escribo veinte horas al día, quizá porque me gusta más vivir. Otros escritores prefieren lo contrario.
-¿Escribir puede apartarle a uno de la vida? -Puede ser una especie de enfermedad que te impide vivir. A veces pivotas en lo neurótico: “Debería escribir, hace mucho que no escribo…” Yo tengo amigos que me dicen: “A lo mejor ahora no te toca; ahora vive…”
-Como estar en barbecho. -Efectivamente. La creatividad tiene un proceso; los proyectos deben madurar… es un ritmo propio que no controlamos y que debemos respetar.
-¿El éxito es bueno o malo? -Tiene su parte buena y mala. Lo positivo es más que lo negativo. Lo más difícil al principio es sobrevivir al impacto del éxito; la relación del mundo hacia ti cambia, no al revés. Tú puedes ir a todas partes y nadie sabe quién eres, pero ten en cuenta que a mí me conocen, que saben quién soy, y esto es embarazoso.
-Los que se supone que han triunfado siempre dicen que en los restaurantes les dan el mejor sitio… -A mí me pasa algo curioso, quizá porque no practico el culto a mí misma. Quizá por eso me ocurre que la gente me mira y dice: “Se parece a Susana Tamaro, pero no es ella…” Una vez estaba en la acera esperando para cruzar y una chica le dijo a su amiga: “Es Susana Tamaro”. Y la otra le dijo: “No, va muy mal vestida.” Y piensan que soy muy “enana”.
-Donde el corazón te lleve la rechazaron muchas editoriales. -Sí, y las dos primeras novelas también.
-Al final es el público el que elige, ¿verdad? -Absolutamente. Por desgracia, las editoriales y los que escogen los libros, los lectores, son personas que hubieran querido ser escritores y que escogen por su propio gusto, dejando fuera libros que sería maravilloso publicar.
-Una editora me dijo una vez que había cosas que no le gustaban, pero que sabía que eran buenas. -Eso es lo importante. Saber que no es tu propio criterio, sino lo que puede gustar.
-Usted ha dicho: “Me odian porque he salido del círculo de la mediocridad.” -Sí, de hecho escribí un artículo de opinión, de respuesta a las críticas, en el Correo de la Sera, y lo titulé así: “El mandariniato de los mediocres.” Estos mandarines eliminan todo aquello que ponga en duda su mediocridad.
-¿Cree que nuestra sociedad premia la mediocridad, la adaptación? -Yo no tengo una vida social grande, sí con los amigos, pero no con un círculo cultural que se contentan con decir las mismas cosas… entonces no puedo estar adaptada.*
-¿Por qué publica ahora la segunda parte de Donde el corazón te lleve? -Nunca tuve intención de escribir una segunda parte, y de hecho han pasado once años. Pero los últimos años empecé a sentir la curiosidad de saber lo que había pasado con la carta de la abuela, y quedan muchas zonas oscuras del primer libro, en el sentido de que siempre tuvimos la versión de la abuela, pero nunca supimos qué pasó con la nieta, qué le pasó a la madre.
-¿Estaba intrigada? -Me di cuenta de que había mucho territorio por explorar en aquellos personajes.
-¿Por qué el título? -El título de un libro es algo muy difícil; a veces cuando empiezas ya lo tienes, te lo encuentras por la calle… pero otras veces tienes el libro acabado dos meses y no aparece el título. Con Donde el corazón te lleve estaba desesperada porque casi lo tenía terminado y no tenía título, y eso es como no poderle poner cara al libro, como no reconocerlo.
-¿Cómo lo solucionó? -Me ocurrió que en una librería vi un libro japonés, lo abrí y dentro encontré esta frase: “Donde el corazón te lleve”. Se lo conté al editor y no le gustó en absoluto; dijo que no iba a vender nada. Pero yo, cuando el título me parece el adecuado, no doy mi brazo a torcer. Hay una pasión en decir: “¡Lo he encontrado!”
-¿Qué ocurrió entonces con el de Escucha tu corazón? -En este caso pasó algo parecido; llevaba muy avanzado el libro y no encontraba el título; entonces, una noche, en la cama, antes de apagar la luz, se me vino a la mente esta frase de la Biblia: “Escucha mi voz.” Me pareció perfecto, porque era el turno de la nieta de pedir que alguien la escuchara, quien sea: por una parte a su abuela, pero también a Dios o cualquiera que pueda escucharla.”
-¿De qué trataba el libro japonés? -Era un código de samuráis. Decía algo así como que cuando no sabes qué hacer, estás indeciso, tus amigos te dicen una cosa y tú crees otra… “detente, reflexiona, escucha tu corazón y ve donde tu corazón te indique”.
-¿Qué libro de la Biblia era? -Era un salmo del rey David.
-¿Escribió poesía? -No, pero escribiendo este libro he visto que tengo más la actitud de un poeta que la de un narrador. Me encantaría ser capaz de escribir poesía, y de forma rápida.
-Me recuerda su literatura a la sapiencial de la Biblia. -Sí, tiene mucha parte de inspiración en los libros sapienciales. La crítica italiana ha dicho que es un libro sapiencial, en el buen sentido, que tenía esa vinculación con la Biblia.
-Porque la sencillez es una conquista, ¿verdad? -Sí, es algo muy difícil. Tiene mucho valor, porque la creencia popular es que si eres fácil y sencillo es como si tuvieras menos valor…
-Cambiando mucho de tema, ¿cree que Europa está en decadencia? -Totalmente. Estamos en un mundo de barbarie. En Italia se está poniendo muy en boga retomar los cultos paganos: bendecir el agua, cantar a la luna llena, la divinidad del vino… Esto me parece un salto atrás. Parece que estamos volviendo a las barbaridades que estudiábamos en la Edad Media: la guerra santa, las brujas... ¡Dos mil años de cristianismo para volver a cantar a la luna! Aparte de que no hay niños, con lo que la idea de futuro, en una sociedad que siempre habla de derechos, pero no de obligaciones.
-¿Qué futuro nos espera? -La sociedad del futuro será la del resentimiento, como ha dicho Hannah Arendt. El hombre se va a indignar por no ser su propio creador. Esa sensación de que todo el mundo tiene algo que reivindicar… Nadie habla de necesidades u obligaciones de la sociedad, algo colectivo, de todos.
-¿Esto es una injusticia? -Es especialmente horrible, porque no son conscientes de que vivimos en una sociedad de extraordinario privilegio; son continentes ricos, sin problemas, que aún así están encabronados porque quieren y quieren, insaciablemente… peleándose por las pequeñas cosas. Son la sociedad del resentimiento cuando deberían ser la sociedad del reconocimiento, por todo lo que tienen.
-La sociedad de la admiración y de la actuación. -Es una sociedad que continuamente se aleja la meta. Seremos felices cuando seamos… cuando obtengamos… siempre en futuro, con lo que nunca seremos felices, y, mientras, la vida se nos va pasando.
-La felicidad sería como el caminar: doy un paso, ya soy feliz…; doy otro, voy a ser feliz… -Sí, esa sensación de futuro que no llega es terrible. Hay gente que con cincuenta años dice: “Ya es el momento de tener un hijo.” Cuando ya se le ha pasado el momento… Mucha gente piensa que sólo es importante algo porque ella lo quiere. En Italia se dice mucho “Después de mí el diluvio”, es decir, “yo a lo mío, y los demás que se arreglen.”
-Hay una frase del emperador Marco Aurelio que me gusta mucho: “Lo que quieras hacer en esta vida, hazlo ya; no esperes a la otra.” -Exactamente. Da la impresión de que no hemos asumido que la vida se acaba. Cada uno tiene la sensación de que la vida no se termina nunca, y vamos cada uno a nuestro ritmo, viviendo en un eterno presente.
Eduardo Martínez Rico 

Fuente: www.eduardomartinezrico.com

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