Revista Cultura y Ocio
Habiendo recorrido los puntos muertos en todos los callejones, queda indecisión, locura y hambre.Juntos barrimos la suciedad de las altas horas en decadentes bares, en amaneceres consternados, en trayectos agotados.La amistad se robusteció cuando peores fueron los escenarios, cuando el asfalto fue cielo y la atmósfera petróleo.A veces un recuerdo contundente es capaz de sustituir a la presencia y el poso puede ser agridulce por su falta de proyección pero, lo que queda es inamovible, alegre y poderoso.Juntos saltamos la hoguera sin quemarnos porque ya éramos ceniza.Para la ciudad, cruzarla fue un rumor clandestino, para nosotros, un dulce susurro.La estrategia de unir soledades se convirtió en ventaja, en ricos dividendos, en ligera confianza. Sobre todo cuando los atolladeros campaban a sus anchas.Habiendo traspasado infiernos, habiendo permanecido en la enfermedad, habiendo oscilado en la punta de una rama al borde del precipicio, nos ofrecimos franco inconsciente apoyo.Si la ciudad ya no nos ve, al menos nos ha visto.Queda en esta melancólica amistad, agradecimiento y respeto que se esparce por la ciudad como un susurro.