Desde el Moskovskie Novosti, escribe Anna Gordeeva un estupendo artículo llamado, ‘No disparen a los cisnes blancos’ (original en ruso). Traduzco este fragmento, de una historia fea que aún no había trascendido.
Svetlana Lunkina, una de las primeras bailarinas, no aparece desde el otoño en la escena del Ballet Bolshoi. Cuando permanentemente desaparece de los programas el nombre de cualquiera de las divas, los aficionados están discutiendo dos versiones, lesión o embarazo. Pero comúnmente la lesión se conoce inmediatamente (sobre todo si la persona se ha “roto” y no está en el escenario), las noticias sobre la adición de un próximo miembro a la familia se prefieren mantener en secreto el mayor tiempo posible según la superstición, pero para apaciguar a los fans, el departamento de personal todavía hace públicas tales informaciones . Esta vez, ni lo uno ni lo otro. Simplemente la bailarina no está en el teatro, con un extraño permiso no remunerado(los primeros seis meses, se acaban de extender hasta el final de la temporada) y se levanta el telón de fondo de los rumores extraños.
¿Qué está pasando? Y ¿donde está Lunkina ? – una bailarina, que, recientemente proporcionó un gran éxito en el estreno de Chroma de Wayne McGregor, y a la que el mismo McGregor había elegido para el estreno mundial de “La consagración de la primavera” al final de marzo? Ella está en Canadá, porque tiene miedo. Por ella, por los hijos y por su marido.
Ella y su esposo, el empresario Vladislav Moskaliev que organizó durante casi veinte años el proyecto “Estrellas del siglo XXI” ( Una serie de conciertos de gala, celebrados en Canadá, en los Estados Unidos, Francia, y desde el 2010 en Rusia) el pasado otoño les hackearon facebook y el correo electrónico, así como recibieron llamadas telefónicas amenazándoles de muerte. Quién lo hizo – por supuesto, es desconocido, pero se sabe que en el pasado, Vladislav Moskalev y Vladimir Vinokur , se unieron cómo productores para llevar a cabo la película “Kshessinska” , pero tenían muy distintas opiniones acerca del proyecto. Sonaban acusaciones mutuas sobre extraños créditos financieros y acusaciones de malversación de fondos.
El litigio legal aún no ha tenido lugar, pero eso es típico: La fundación de apoyo a las artes y la cultura ‘Vladimir Vinokur’ comenzó a enviar cartas en las que acusaba a Moskalev de robar dinero y a Lunkina – su cómplice no en cualquier lugar, sino en el mayor teatro del mundo. Las cartas fueron no sólo para el teatro en el que colaboraba la bailarina, pero también, por ejemplo, para el Ballet Nacional de Canadá, donde ahora Lunkina toma la clase de la mañana, para no perder la forma.
Está claro que los directores de la compañía simpatizaban con la famosa bailarina y quedaron impactados por tales métodos de ajuste de cuentas. Dicho sea de paso, tras la primera carta, la dirección debería haber explicado públicamente que era un error perseguir a la bailarina . Pero, al parecer, la dirección comienza a moverse sólo cuando el trueno retumba ya por encima de sus cabezas.
¿Esto viene de la moral pública del ballet o de la sociedad ”civil”? Mientras que la bailarina de ninguna manera es culpable ante la justicia, pierde la oportunidad de trabajar en Rusia y sufre frente a sus colegas extranjeros. Y este no es el único daño al ballet de la patria – el proyecto “Kremlin Gala” (el nuevo nombre de “Estrellas del siglo XXI”), obviamente, perderá su clase – ya que perdió al equipo de expertos, para garantizar la calidad.
Gordeeva recuerda el mil veces citado status de Ratmansky sobre el ataque a Filin, aquella referencia a las ‘escandalosas entrevistas de empleados del teatro’. Y la verdad es que, como dice ella, bastante poco sabemos de los asuntos del Bolshoi, porque el gran teatro tiene la costumbre de no dejar que los trapos sucios salgan de casa. Esta historia sobre Lunkina es una muestra de ello. Termina el artículo diciendo:
Esperemos que Filin se recuperará por completo, habrá cicatrices en su rostro y en su corazón, y, por supuesto, que el criminal que ha creado esta pesadilla sea atrapado. Pero también debemos esperar que la cicatriz de la quemadura se mantenga en el Bolshoi, en los artistas y en los jefes de la alta dirección que hacen las reglas de los que viven el teatro, y que pensemos en cómo hemos llegado a esta vida. Y tratar de arreglar algo, pensando en el momento oportuno, que el dinero no es lo más importante en la vida y que hay que confiar en los fanáticos del trabajo, que han creado la marca del Teatro Bolshoi, y no en los hombres de negocios que lo venden.