Entrada publicada originalmente en la desaparecida web Terror.Team
"Quizá todos somos sacos de mierda feos y moribundos, y quizá sólo necesitemos una persona que lo acepte para que todo el mundo comience a cantar, a bailar, a tirarse pedos, y se sientan un poco menos sólos."
Hoy en día cualquier trama, por excéntrica o bizarra que parezca, es susceptible de convertirse en película. Sin duda, la premisa de Swiss Army Man es de lo más surrealista que me he echado a la cara últimamente. La idea de un tipo varado en una isla desierta que consigue salir de ella gracias a un cadáver propulsado por sus propios gases, no es algo que se vea todos los días. Mis dudas, antes de ver la película, venían por el lado de si algo tan excéntrico daba para un largometraje completo. Por fortuna, la respuesta es positiva.
«Swiss Army Man» es como una obra de teatro guarra, en la que el telón se alza con un gran pedo, los actores secundarios son sustituidos por pedos, y los aplausos finales del respetable son en realidad... ¿adivinan? sí, más y más pedos. La particularidad de «Swiss Army Man» es que, sorprendentemente, funciona y consigue salir airosa (no vean chiste donde no lo hay) de un envite que la podría haber condenado al ridículo más espantoso. ¿Cómo lo logra? Pues, al igual que el personaje de Daniel Radcliffe, la película se saca varios recursos de la manga como si fuera la perfecta navaja suiza a la que el título hace alusión.
Primero, se convierte en una especie de buddy movie entre un hombre y un muerto, resultando una revisitación en clave negra y escatológica de Este muerto está muy vivo (1989). La relación que se establece entre los dos individuos es tan extraña como irresistible, y sin duda nos ofrece los mejores momentos de la película. Segundo, el loco guión firmado por los propios directores Dan Kwan y Daniel Scheinert se sirve de una serie de certeros diálogos que resultan tan divertidos como llenos de segundas intenciones, algunas de ellas insólitamente buenistas. Entre ventosidad y ventosidad, podremos apreciar cómo se tocan temas tan serios como la soledad o la muerte. Tercero, el apartado técnico es impecable; cierto es que la película no requiere grandes trucos a nivel visual, pero todo está perfectamente resuelto en este sentido, e incluso se nos regala un par de secuencias antológicas. Destacables son la maravillosa fotografía obra de Larkin Seiple (su trabajo ya lució en Cop Car) y el fenomenal maquillaje que se le ha aplicado a Daniel Radcliffe para que dé el pego como fiambre. Cuarto, el duelo actoral es de aúpa. Al ya de por sí estrambótico Paul Dano le sienta como un guante una película tan loca como esta, y podemos considerar su interpretación como la consagración de un gran actor y la demostración de su versatilidad. Sin embargo, el que realmente roba la función es el otrora insulso Daniel Radcliffe, en una actuación para el recuerdo. Poco podíamos sospechar que el flatulento cadáver de Harry Potter fuese a ofrecernos tal recital interpretativo, tanto física como gestualmente. Sí, leéis bien.
Sin lugar a dudas, «Swiss Army Man» es una propuesta original, lúcida, grosera y amable a la que únicamente podría achacarse un desenlace menos turbio de lo esperado. Por mi parte, me he llevado una grata sorpresa de una película de la que no pensaba que daría mucho de sí. Y no debo ser el único, ya que «Swiss Army Man» se alzó con el premio a mejor película en la edición de 2016 del Festival de Sitges. Por cierto, en la web oficial de la película swissarmyman.com podréis encontrar un modelo virtual del cadáver de la película para que paséis unos minutejos manejándolo a vuestro antojo.