Revista Comunicación

Swiss army man: metáforas multiusos

Publicado el 28 febrero 2017 por Jorge Bertran Garcia @JorgeABertran
SWISS ARMY MAN: METÁFORAS MULTIUSOS
La gran virtud de Swiss Army Man es que resulta absolutamente inclasificable. Ganadora del premio a la mejor película en el festival de Sitges, resulta difícil poner en palabras una descripción de este film que firman conjuntamente los directores Dan Kwan y Daniel Scheinert, que se estrenan con su primer largometraje. Venga, intentemos definir esta ópera prima: es como si Michel Gondry hiciera un remake de Este muerto está muy vivo (1989). La película tiene una sensibilidad claramente indie -sobre todo en las preocupaciones de su protagonista, interpretado por un habitual del cine independiente, Paul Dano- pero escapa decididamente a la etiqueta gracias a excentricidades más propias de japoneses muy locos como Takashi Miike o Noboru Iguchi. O de un cartoon salvaje y para adultos. Hay algo, además, en su aproximación artesanal a los efectos especiales que me recuerda al Sam Raimi amateur y salvaje de Posesión infernal (1980). Pero este puñado de citas pretendidamente cinéfilas no deben ser confundidas con influencias: son simplemente intentos del que escribe de buscar asideros, referencias que sirvan de comparación para describir este extraño film. Citemos, por último, la imaginación de un Charlie Kaufman y la tristeza de sus planteamientos existencialmente desesperados. Swiss Army Man es cine completamente libre, capaz de fabricar imágenes hermosas que se entrelazan con un humor idiota y escatológico -¡Tiene una banda sonora a capela!- y de encontrar emocionantes verdades humanas en la interacción de sus dos únicos personajes principales. Eso, teniendo en cuenta que uno de los dos protagonistas está muerto -Daniel Radcliffe también ganó en Sitges por su interpretación- me parece un gran logro. Estamos ante un film de culto desde el mismo momento de su concepción, que no puedo hacer más que recomendar. Porque una película que convierte el tirarse un pedo en público en una metáfora de la vergüenza que nos da reconocer lo solos, tristes y acojonados que estamos ante la vida, es necesariamente una obra maestra.

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