Pocas ciudades húngaras pueden presumir de tener un peso histórico tan importante en el país como Székesfehérvár. Su nombre ya lo dice todo: la traducción al castellano es "Castillo blanco del trono". En latín se le conoce como Alba Regia: castillo blanco, el blanco que reina. Y es que en la basílica de Fehervár (como abrevian los húngaros su nombre), se coronaron y enterraron a muchos reyes y reinas húngaros, y era la sede de la Dieta o Asamblea húngara que gobernaba el país. Pese a que la capital estaba en Esztergom o Buda, Szekésfehérvár tenía máxima importancia en el país.
La basílica se construyó durante las primeras décadas del 1000, por orden del rey San Esteban, el primero de la historia del reino de Hungría, y en su momento era uno de los mayores y más impresionantes edificios de Europa. El el año 1543 la ciudad fue conquistada y ocupada por los turcos durante invasión otomana de Hungría, y la basílica fue saqueada y utilizada como polvorín, hasta que una explosión y un incendio la destruyeron en 1601. Hoy en día tan solo pueden contemplarse las ruinas, pero al observar este lugar uno puede imaginarse el peso tan grande que tuvo en la historia de este país.
Ruinas de la antigua basílica donde se coronaban los reyes húngaros.
La ciudad, como trono de la corona, prosperó en los siglos posteriores, y se construyeron grandes murallas, iglesias, monasterios y palacios. Cuando los turcos ocuparon la ciudad, destruyeron su castillo y su catedral, saquearon tumbas y palacios, y construyeron mezquitas y la llamaron "Belgrade", (ciudad blanca).
Debido a su destrucción y ocupación, las coronaciones reales húngaras tuvieron que realizarse en la nueva capital Pozsony (actual Bratislava). Tras la reconquista de las tierras a cargo de los Habsburgo, la ciudad reinició la construcción de iglesias, monasterios y palacios, y se asentó una importante cantidad de población germana.
Catedral de San Esteban.
Tras la segunda guerra mundial, se elaboró un importante tejido industrial en la ciudad: la fábrica de autobuses Ikarus, Videoton (de radios y televisores), y elaboración de aluminio. Alcanzó más de 100.000 habitantes. Con la caída del socialismo, una gran crisis sacudió su obsoleta industria, aunque debido a esta tradición industrial y a una población experimentada en este campo, muchas nuevas industrias occidentales se asentaron en la ciudad, cercana a Budapest y a Viena. Sin embargo, ha perdido casi un 10% de su población en las últimas dos décadas, en gran parte por la migración a Budapest y al extranjero.
La ciudad está excelentemente conectada a Budapest por la autopista M7 (autopista del Balaton), y mediante carretera convencional con Győr y Austria. También una línea de modernos trenes la conectan con la capital en apenas 50 minutos, lo que la hace perfecta para una pequeña excursión desde Budapest, como fue mi caso. Desde la estación de tren hay que caminar un poco hasta el centro, ya que está algo alejada.
Székesfehérvár es una de las pocas ciudades húngaras conectadas mediante trenes modernos a Budapest.
Casi todas sus principales atracciones se encuentran en el centro de la ciudad, donde un agradable paseo por la calle principal (Fő utca) nos muestra la plaza de la coronación con las ruinas de la antigua basílica, la catedral, el palacio episcopal o el ayuntamiento.
Palacio episcopal. Delante de él puede observarse el monumento a la "Országalma", el orbe utilizado en las ceremonias de coronación, representa el poder de cristo (cruz), sobre el mundo (la bola).
Palacio de Justicia.
Un curioso reloj en un peculiar edificio, no sé muy bien qué es, pero sin duda le da un toque exótico.
Balneario de la ciudad. No lo he probado aún, pero seguro que quien entre no se va a arrepentir. Se llama Árpád Fürdő. Aquí la web del Spa en inglés.
Fő utca, la calle principal de la ciudad, que concentra sus atractivos turísticos.
A las afueras de la ciudad, tomando el autobús desde el centro o la estación de tren, se encuentra Bory Vár, un precioso castillo construido entre 1923 y 1964 por Bory Jenő, una obra que construyó el mismo, durante casi toda su vida, y muestra todas sus esculturas y decoraciones hechas por él mismo. Puede subirse hasta los torreones, desde donde hay maravillosas vistas del propio castillo y sus jardines y alrededores. La entrada es simbólica, 800 forint para adulto (menos de 3 €) y 400 para estudiantes o jubilados. En la web del castillo (en húngaro) está el horario, que puede variar en verano o invierno. Conviene consultarla para evitar sorpresas desagradables, pues el viaje es de unos 25 minutos por trayecto desde la estación de tren. Desde comienzos de primavera hasta finales de otoño está abierto de 9 a 17 horas, todos los días de la semana.
Para llegar allí hay que tomar el autobús 31 ó 32, y se puede hacer desde la propia estación de tren. Hay que bajarse en Kassai utca, es la última parada. Desde la estación de autobús es el 26A. El viaje dura unos 20-25 minutos aproximadamente, pero merece la pena. Los autobuses se pueden identificar fácilmente, la compañía se llama Alba Volán. En mi opinión, lo mejor es nada más llegar en tren tomar el bus directamente desde la estación, ver el castillo y bajarse a la vuelta cerca del centro, para ver la ciudad ya tranquilamente. No está de más anotar las frecuencias, ya que no es un autobús que pase muy a menudo, y mejor aprovechar el tiempo en el castillo que en la parada.
Bory Vár.
Famosa escalera en uno de sus torreones.
Vistas desde los torreones del castillo.
Para comer, el centro es una buena opción, pues los precios no son caros. En mi caso me decanté por Menta, una cafetería restaurante con buenas pizzas y pasta, al lado de las ruinas de la antigua basílica. Es muy recomendable, aunque hay más opciones depende de qué se quiera.
Al final de la calle principal hay un pequeño parque en el que descansar, llamado Zichy liget, aunque más bonito es, en mi opinión, otro parque cercano. Hay que desviarse a la izquierda por una calle llamada Mészöly Géza y llegaremos en pocos minutos al parque llamado Rózsaliget, que ofrece un agradable paseo por la orilla de su pequeño lago. En este parque hay (o al menos había) un restaurante que tenía buena pinta, solo que nos entró el hambre antes de llegar aquí y por eso acabamos en Menta. El restaurante de Rózsaliget se llama PLACC Pub & Restaurant, está en la orilla del lago y puede ser una buena opción.