Mi amigo Manuel Sobrino recordaba hace unos días la repercusión que estaba teniendo la disminución del consumo de tabaco sobre la incidencia de prematuridad en los embarazos. Parece haber una relación directa y de ello nos congratulamos. En comentarlo, nos hemos referido a que esa disminución del consumo de tabaco durante el embarazo tiene también otros efectos positivos indirectos.
Al fin y al cabo, fumar, que es un placer, como dice el cuplé, y lo mismo que otras toxicomanías, es un fenómeno cultural. La historia del consumo de tabaco durante el siglo XX, que es cuando sus efectos negativos se han hecho más patentes, es la de un movimiento cultural directamente concebido y promovido por las grandes empresas tabaqueras internacionales, sobre todo, las norteamericanas. Junto a ello, al haberse decidido que era un tóxico legal, los gobiernos lo han favorecido ampliamente por los considerables ingresos fiscales que generaba (y genera). Y no menos todos los beneficios económicos ilegales de su tráfico por fuera de los canales controlados. Todavía en este país el 50% del tabaco que se consume es de contrabando.
Fumar cigarrillos comenzó un “boom” notable a partir de la 1ª Guerra Mundial, al incluirse las cajetillas de tabaco entre las provisiones de los soldados en conflicto. El discreto efecto tranquilizante de la nicotina era su principal motivo de consumo. Que fuese una costumbre mayoritàriamente masculina contenía no pocos elementos simbólicos, algunos tan atávicos como el hombre era el que “poseía el fuego”. La imagen del fumador se confundía con una masculinidad icónica, desde Humphrey Bogart hasta el hombre del Marlboro Country. “El que espera a una muhé, con el “sigarro apagao“…cantaba, creo que, el inefable Manolo Caracol hace ya 12 lustros.
En el último tercio del siglo pasado se generalizó el consumo de cigarrillos–y no otras formas de fumar como la pipa o los cigarros puros–entre las mujeres. Así han ido tomando el relevo de los hombres, que empezaban a notar la incidencia de enfermedades pulmonares y, especialmente el carcinoma broncógeno y los carcinomas de vejiga urinaria. A mi modesto entender, ha sido la conciencia de que el tabaco es el causante de tales enfermedades graves y mortales lo que ha conducido al abandono del tabaco entre los hombres, mucho más que las campañas antitabaco y las prohibiciones de su consumo en locales e instalaciones. Las mujeres fumadoras aún no han vivido lo suficiente con el hábito como para que manifiesten los efectos deletéreos del tóxico, aunque los indicios son de que ese es el camino.
La conciencia de que el embarazo es un momento de especial riesgo de que los tóxicos puedan afectar al feto es antigua. Se ha llegado a afirmar que la hiperemesis gravídica es un atavismo protector para que la embarazada no ingiera frutos u otros alimentos que puedan afectar al feto. Lo del tabaco sólo ha comenzado a figurar entre las prevenciones y admniciones que se hacen a las embarazadas, tanto por parte del personal sanitario, como del entorno familiar y social recientemente. Pero está costando.
En este blog no hemos referido al problema del tabaquismo en varias ocasiones: como parte de los riesgos ambientales, en relación con las toxicomanías maternas, con la epigenética, la legislación antitabaco, el tabaco y los niños, incluso la consideración de que el consumo de tabaco durante el embarazo podría considerarse una forma de maltrato infantil o negligencia.
El consumo de tabaco ha sido y es una actividad con un claro componente social y cultural. Queremos entender, y así se lo comentábamos al Dr. Sobrino, que la concienciación de que el tabaco es una causa de prematuridad puede llevar a las mujeres embarazadas que eran fumadoras, también a adoptar otras medidas preventivas y de evitación de riesgos en ámbitos diversos como la dieta, el ejercicio, la actividad sexual, la propia actividad laboral, los viejes y tantos otros factores que forman parte de las causas de riesgos para el embarazo, especialmente el parto prematuro. Limitando el tabaco se conciencia también a las embarazadas a extremar sus precauciones, todas sus precauciones. Un efecto social, incluso cultural, cuando resulta de mal ver que una embarazada encienda un cigarrillo en público.
X. Allué (Editor)