El taburete que le pusimos a una de nuestras Julias como mesita de noche, cuando redecoramos sus habitaciones, lo encontramos en la calle...Tuvimos que encolar las patitas y, por supuesto, le dimos un tremendo fregoteo con agua y amoniaco, pero luego lo dejamos tal cual estaba, pues su aire ajado y destartalado nos gustaba. A nuestra niña, sin embargo, tanto desgaste le chirriaba un poco, y no tardó en pedir, por favor, una manita de pintura. ¡Pues faltaría más! Con tan solo una capa de color blanco a la tiza quedó el banquito como nuevo, sin perder ni un ápice de su estilo vintage y romántico. Y Julia, tan contenta y agradecida. No quiere ni oír sobre la posibilidad de cambiarlo por una mesilla, y eso que, cada vez que vemos en tiendas algún modelo que le pueda encajar, le enviamos foto... Pues no, ninguna le roba el corazón como la pequeña banqueta, compañera infatigable de su descanso nocturno...