Tadea Lizarbe, en la gala del Premio Planeta 2014 - Foto cedida.
Tadea Lizarbe (Pamplona, 1988) tiene tres caras que le hacen conocerse mejor. Cuenta con un pasado como jugadora de baloncesto, un deporte con el que mantiene un vínculo especial como terapeuta ocupacional. Dos vivencias de las que vive y bebe su faceta de escritora. Con Comiendo sonrisas a solas, su primera novela, Tadea Lizarbe ha sido una de las diez finalistas del Premio Planeta 2004, al que se presentaron 453 obras. Hablamos con ella de sus tres caras en esta entrevista para Cronómetro de Récords, que ha servido para
montar el segundo capítulo de la sección Desde la anécdota de La Hora de Lok@s, de Pasión Deportiva Radio.
—¿Cómo surgió la idea de la novela y cuál es la trama?Sólo tenía claro cómo sería la [primera] protagonista, y a partir de Eloísa empezó a surgir la historia. Es una mujer débil e indecisa que está aprendiendo a no serlo. Su madre ha muerto en extrañas circunstancias y le ha dejado un antiguo [y misterioso] manuscrito. Eloísa investigará el pasado familiar y encontrará muchas cosas que le sorprenderán. La otra protagonista, Alona, es lo contrario: fuerte y decidida. Aunque no quiero adelantar mucho más del argumento...
—En la Ikastola San Fermín tuviste una profesora de literatura que te marcó. Se llama Merche Berasategui. Por aquel entonces yo escribía relatos cortos y textos sin trama. Le enseñé uno y me recomendó libros para leer de escritores que, según ella, tenían un estilo parecido al mío. Recuerdo que eran de frases cortas, pero no los títulos. Merche me introdujo en la literatura. Fue entonces cuando me planteé ser escritora algún día.
—¿Qué libro tienes en la mesilla de noche?El paciente, de Juan Gómez Jurado. Nos lo regalaron en la cena-gala del Premio Planeta. Lo estoy disfrutando mucho.
—Dieron el primer veredicto muy rápido. ¿Realmente te dio tiempo a comer algo o no pudiste hacerlo porque estabas nerviosa?[Se ríe]. Nos pusieron el primer plato y yo no tenía nada de hambre... [Nos reímos]. Empecé a revolver el plato. Fue entonces cuando apagaron las luces de repente, empezó a sonar música y apareció la presentadora. En esa primera votación nos eliminaron a cinco y... ¡Ya me entró el hambre de golpe! [Risas].
—Normal, fuera nervios. Sabes que es muy difícil que ganes, pero vas a la gala con ilusión. Preguntándote ¿y por qué no? Lo que tenía claro es que no me iba a ir triste.
—Planeta tiene los derechos, durante tres meses, para publicar Comiendo sonrisas a solas. Si no lo hace, y aprovechando esta entrevista, ¿cómo convencerías a una editorial para que te apueste por tu obra?Mi mayor fortaleza es que tengo 26 años, ésta es mi primera novela y ha quedado finalista en el Premio Planeta. He intentado que la leyera gente de mi entorno con diferentes perfiles: periodistas, profesores de literatura, filólogos... Todos han coincidido en que es una novela diferente a las que han leído y que les ha atrapado. Pero, claro, nunca sabes. Al final no deja de ser gente que me conoce. Ya tengo casi acabada otra novela, que en parte está relacionada con la primera. Éste también puede ser otro aliciente.
—¿Puedes avanzarnos algo de esa segunda novela? Te puedo decir que le tengo mucho cariño al protagonista de esta novela. Me ha costado ponerme en el lugar de un hombre, pero ha sido divertido.
—¿Te has fijado más en la reacción de los hombres, en cómo actúan? Todas las personas tenemos una parte más masculina y otra más femenina. He intentado sacar mi perfil más masculino, y también el más psicopatilla. [Risas].
—Cuando uno escribe [para ser leído] tiene que pensar en el lector, aunque hay muchos que pretenden llegar a otros dirigiéndose a ellos mismos. Leí un artículo en el que se comentaba que cuando el escritor piensa en quién va a leer su obra puede quedarse preso de la presión y no le surgen las ideas. Tienes que pensar en el lector, pero también ser capaz de relajarte y plasmar lo que quieras. En las posteriores revisiones ya pensarás más en a qué público te diriges, cuál es el mensaje que quieres transmitir… Al final es el lector quien tiene que disfrutar la novela.
—Supongo que habrá sido duro corregir, reescribir y mejorar la primera novela. Te queda hacerlo con la segunda... Llega un momento, y es algo que he tenido que aprender con Comiendo sonrisas a solas, de decir ya está. Te acabas sabiendo los párrafos de memoria de tanto que los has revisado y cambiado. O paras o te vuelves loca de remate.
—¿Qué tiene tu parte de escritora de tu parte de terapeuta ocupacional?Muchísimo. Para ser terapeuta ocupacional tienes que tener una sensibilidad especial, además de una gran capacidad de introspección. Necesitas reconocer tus propios pensamientos y emociones para poder atender a otras personas que puedan tener dificultades. Estoy en contacto directo con su interior, y eso se plasma en mis escritos.
—Me ha encantado el proyecto Psicobasket [dirigido a personas con diferentes dificultades]. Debe ser muy gratificante, pero también agotador, llevarlo a cabo. Cuando me felicitan, me da la risa, porque, como dices, es muy gratificante. Era un proyecto que tenía en la cabeza y un día se lo presenté a la Fundación Navarra Baloncesto Ardoi, y lo pusimos en marcha. Éste es mi tercer año [es la entrenadora del proyecto]. Hacemos una sesión diaria. Creo que disfruto tanto como ellos.
—Debe ser muy grande enseñarles a hacer cosas que nadie les ha hecho ver que eran capaces de realizar. Intento utilizar material de baloncesto (balones, canastas, conos...) para que hagan gestos cotidianos, que atiendan a más de una norma a la vez... El baloncesto es más motivador: al final quieres competir, ganar, el rebote, anotar...
—Psicobasket les ayuda a sentirse más útiles. Sí, y además en el baloncesto es más fácil graduar la exigencia. Puedes exigir que alguien juegue en equipo, que se aprenda las jugadas, que controle los tiempos de la acción... O puedes pedirle, simplemente, que doble las rodillas para tirar. Gracias a los voluntarios que tenemos podemos personalizar las sesiones.
La entrevistada, en su etapa en el Obenasa Navarra - Foto: Iñaki Porto.
—¿Qué valores te enseñó el baloncesto en tu etapa como jugadora?El deporte siempre tiene dos polos opuestos. Alguien que no lo haya vivido desde dentro puede que no lo entienda. Si no lo has hecho bien, te llevas la frustración a casa. Te pesa, y te pasas toda la semana pensando en aquella jugada. Esa parte es aprendizaje y disciplina. La otra, la opuesta, es tu victoria. No me refiero al resultado de un partido, sino al día que te salen bien las cosas, que consigues llegar donde te habías propuesto... Pero yo nunca conseguía encontrar el equilibrio entre los dos polos.
—Entre ese lado óptimo, estará tu debut en Liga femenina. Siempre tuve ese objetivo en la cabeza y no paré hasta conseguirlo. De pequeña, cuando acababa la temporada, me iba a correr para entrenarme. Recuerdo que no había canastas en el pueblo y me pasé el verano recogiendo firmas por todas las casas para presentarle al Ayuntamiento una propuesta para que las pusieran. Y lo hicieron. En Liga femenina no jugué mucho tiempo, pero lo disfruté muchísimo.
—¿Cómo recuerdas ese día? Te parecerá extraño, pero me acuerdo más del primer entrenamiento con Mann Filter, en el Príncipe Felipe. Me entraron ganas de escribirle a todos los entrenadores que había tenido hasta entonces para decirles ¡mirad, estoy entrenando con Mann Filter! El parqué brillaba muchísimo. En el debut estuve tranquila. Me suele pasar. Estoy nerviosa antes de que ocurra el acontecimiento, mientras pasa me tranquilizo y después me pongo a temblar.
—¿Te acuerdas contra qué equipo fue?No.
—Sí que recordarás qué jugadoras te arroparon más en ese momento de tanta tensión. ¡Tampoco! Me acuerdo más el primer entrenamiento. Me marcó muchísimo. Me habían abierto una puerta. El entrenador era [Joan] Albert Cuadrat, y tuve como compañeras a [Paula] Palomares y Naiara Díaz, con las que volví a coincidir luego en Navarra, Cindy Lima...
—Volviste a jugar en Liga Femenina con Obenasa Navarra. Estaba en mi casa. Entrenábamos mañana y tarde. Cada vez que me daban la oportunidad de salir a pista, intentaba darlo todo. Aprendí muchísimo.
—Tus últimos partidos fueron en Ardoi. ¿Cómo valoras tu paso por ese club? ¿Por qué decidiste retirarte? Varias jugadoras con las que había jugado anteriormente se fueron a jugar a Ardoi, y yo también lo hice. Aquella etapa la viví con la misma intensidad de siempre. Al final tuve que dejarlo por incompatibilidad de horarios, el trabajo... Los entrenamientos eran muy tarde. Lo dejé con mucha pena.
—¿Cuánto tardaste en decidir que lo dejabas?Casi un año. Continuar no iba a ser bueno para mi salud. No podría llegar a todos los sitios.
—¿Sigues el baloncesto femenino?Cuando veo un partido de baloncesto femenino lo disfruto mucho, pero también lo paso mal por no seguir jugando. Estoy tan ambivalente... Cierro los ojos porque sufro, y lo quito, pero lo vuelvo a poner porque me gusta, y ahí estoy... [Se ríe].
—¿Pudiste disfrutar a ratos del Mundial de Turquía [en el que la selección entrenada por Lucas Mondelo conquistó la plata]? ¿Lo ibas poniendo y sacando? [Se ríe]. Sí, mi pareja también está en el mundo del baloncesto y estuvimos viéndolo juntos. Y, como te digo, a veces cerrando los ojos y a veces mirando. ¡Así lo disfruté!
—Y la última. ¿Qué tiene que pasar para que se valore y se apueste más por la mujer deportista?El deporte femenino está avanzando e irá ganando presencia. Las pruebas, los éxitos, ya están ahí. Hay entrenadores que igual antes estaban más susceptibles de entrenar a chicas y que ahora están disfrutando mucho. Si se da a conocer el baloncesto femenino, se consolidará.
Podéis escuchar el segundo capítulo de Desde la anécdota, mi sección en La Hora de Lok@s (Pasión Deportiva Radio) en este enlace (empieza a partir de la hora y 17 minutos).http://www.ivoox.com/hora-lokos-2x08-audios-mp3_rf_3727672_1.html?autoplay=1