Empecé a viajar sola a los seis años, cuando mis padres me mandaban en avión a ver a los parientes lejanos, o cuando mis primas me llevaban a acampar a las playas marroquíes durante semanas. Tal vez eso me ha marcado en la edad adulta, a la hora viajar sola, y me hace mezclarme siempre con la comunidad en la que esté...
Siempre he tenido ese gusanillo inquieto de ir de acá para allá, pero en Tailandia mi mundo se giró totalmente del revés.
Aquí empieza para mi el verdadero primer viaje.La verdad es que el jet lag me tuvo dos días algo perdida, ¡nunca había visto hacerse de noche dos veces en un mismo vuelo!
Había cogido un trayecto algo diferente, y mochilero. De Girona a Franckfurt con Ryanair, taxi hasta el aeropuerto internacional, Franckfurt - Doha, y Doha - Phuket. Unas 23 horas, 350 €. En el aeropuerto alguien me vendió una noche de hotel en , cerca de la playa... Me daba igual, solo quería una cama.
Cuando recuperé energías fui a visitar Kamala, pero no había nada que llamara mi atención. Conocí a un chico mientras caminaba por sus calles... es muy normal allí que te llamen para que te acerques mientras caminas, no pasa nada. La gente en Tailandia suele ser muy friendly. Solo tienen curiosidad, aunque vivan en plena ciudad.
El chico resultó tener un tuk-tuk, y se ofreció a enseñarme lo mejor de toda esa zona, ¡gratis! No había trabajo, y después de un rato charlando nos habíamos caído bien. Así que pasamos un día de excursión entretenidos, y pude observar desde su punto de vista mucho más de lo que se veía en la parte para turistas... Pero ya tenía suficiente de esa parte de la isla, pensada para jóvenes con ganas de salir y beber.
Cogí la mochila rumbo a Phuket Town. Mi idea era buscar una zona base para, desde allí, visitar las pequeñas islas de Phi-Phi, Coral, los wat (templos budistas), y las dos puntas de la isla. Unos 15 días, había planeado.
Así llegué al Hotel Pacific Inn, en el centro de Phuket Town. Es un lugar acogedor, dirigido por una familia encantadora. No me trataron bien, me adoptaron. Alguien dijo en las ponencias de la Quedada de minube que "viajar sola como mujer, más que un problema es una suerte". Y en cosas como esta se demuestra. Tuve un problema médico, y tanto el dueño como su mujer se ocuparon de buscarme un médico, las medicinas y cuidarme. Si vais a Phuket, os aconsejo parar allí. Además es un sitio limpísimo, baratito, y muy bien situado. Y os aconsejan qué ver cada día, no solo lo típico.
Durante el tiempo que estuve en Town, visité wats, medité mucho, pasé días hablando con las comerciantes de la zona... Los taxistas. Las chicas por la calle me paraban para hablarme y preguntarme cosas sobre mis cuidados de belleza. ¡A mi, que no tengo ninguno! Me acostumbré cundo vi que todos los geles de baño allí son blanqueantes para la piel...
Para moverme había alquilado una scooter de 125 cc. Y mientras recorría la isla siempre había una imagen que parecía vigilar... Y un día, en una visita a Wat Chalong, me enteré: ¡Big Buddha!
Ya no pude resistirme y cogí el largo camino hacia las alturas.
El camino en sí mismo es sinuoso, muy anguloso, a veces parece que la moto no va a poder subir, pero lo consigue...
Mientras vas avanzando metros, vas encontrando sorpresas.Saliendo de una de las curvas, una elefanta con su cría descansando después de su jornada laboral...
Solo paré la moto, las miré un momento (o dos) y desde la misma disparé con la tablet.
Mientras seguía subiendo descubrí unas vistas impresionantes sobre las bahías... A un lado, y al otro. Y por delante, se me iba dibujando la figura de un Buddha enorme.
Cuando llegué arriba ya era de noche. La imagen era increíble (es un Buddha de mármol blanco de 45 metros de altura). Disparé unas cuantas fotos y gocé de unas vistas nocturnas de todo el sur de Phuket, que no tienen precio. Luego me dirigí hacia el pequeño templo que tiene al lado; por suerte a esa hora ya no quedaba apenas nadie y lo tuve todo para mi. Al llegar a la zona de oraciones me descalcé, y mientras me proponía pasar un rato paseando y meditando... llegaron ellos otra vez, mis compañeros, los gatos.
Rodearon mis piernas, y empezaron a seguirme.
Tiempo después comenté esto con un monje que conocí, y simplemente me contesto: "Cuando llevas la paz dentro, los seres vivos de alrededor se sienten seguros y atraídos". Claro, ¡el stress no les va!
Para mi, que era mi primer contacto con el budismo, tanto cultura como religión (ahí aún me pierdo), me impactó.
¡No os creeríais todas las anécdotas con gatos que tengo en cada país al que voy!
De ahí la anécdota "Big Buddha".
Después de Town me fui a , precioso, una población muy bohemia, pero con muchísimos turistas. Así que me busqué un alojamiento en una población de montaña para pasar unos días lejos de la multitud. Allí volví a estar sola con burmas, thais y, como siempre, rodeada de gatitos. Paseos, fotos, charlas y risas con ellos hasta las tantas de la noche...
Lo mismo me pasó en Chiang Mai, en Chiang Rai... Siempre gente sencilla, deseando que te sientes un rato y preguntarte cosas.
La pregunta que más veces me repitieron en aquellos tres meses fue "¿Por qué no estás casada?". La cual siempre daba pie a una conversación muy divertida y llena de carcajadas, entre signos de timidez.
La mayoría del tiempo lo pasé con comerciantes y agricultores, en su mayoría mujeres de 40 o más, y eso siempre enriquece mis viajes.
Al final duró 3 meses.
Sin darme cuenta toda esa gente se fue metiendo en mi, y me enseñaron tanto sobre el día a día, y la vida, que ya no he vuelto a ser la misma. Veo más belleza en el mundo. Tengo más tiempo para las cosas importantes, la paciencia se ha convertido en algo tan fácil como sonreír. Aunque el dolor ajeno también me afecta más.
Por todo esto, este ha sido para mi el verdadero primer viaje...
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