Hará ya cosa de un año de mi presencia en la semana internacional en la Hochschule für Gestaltung de Schwäbisch Gmünd. Dentro de este marco se inscribieron una serie de talleres participativos, entre ellos, el que desarrollé yo alrededor del concepto de ciudades permeables.
Básicamente, el objetivo del taller consistía en analizar el entorno e identificar aquellas necesidades o problemáticas en las que el diseño y la creatividad pudieran incidir de manera positiva. Uno de los grupos se centró en las interrelaciones existentes en la universidad tanto a nivel social como natural. Por entonces, el centro se encontraba en un proceso de mudanza integral debido a que el edificio antiguo había quedado obsoleto. La nueva ubicación es más acorde a las necesidades de una escuela de diseño, pero se encuentra en un polígono de oficinas aún en construcción, alejado de la ciudad y completamente deshabitado.
El equipo de trabajo se centró en este sentimiento de desapego con el entorno, creando un sistema cerrado que englobara a la comunidad universitaria, las necesidades del centro (a nivel de residuos) y su contexto natural. Lo interesante, como muchas veces, se aprecia en el proceso –en el por qué y en el cómo- más que en el resultado final.
Los chicos empezaron a tirar del ovillo a raíz de observar la cantidad de vasos de papel desechables que se consumían a lo largo del día (la adicción al café allí es sustancial). Pensaron en darles un nuevo uso y se les ocurrió que podían servir como recipientes para hacer crecer plantas. De ahí resultó lógico derivar a la creación de un sistema en el que los residuos orgánicos compostados de la cantina fueran aprovechados como sustrato para el contenedor, en el que se podrían plantar, por ejemplo, semillas de plantas que tuvieran una aplicación culinaria por parte de los cocineros de la cantina. Con el café tendrías el derecho de adquirir unas semillas, que luego podrías intercambiar con tus compañeros. Pero más allá de la función práctica que pudiera tener el hacer crecer una planta, el acto también podría llegar a tener una repercusión simbólica desde el momento en que te regalan un sobre de semillas al entrar en la universidad (normalmente lo que regalan es una carpeta o un pendrive), lo plantas cerca, acondicionas el lugar, y lo ves crecer contigo durante los cuatro –o más- años que vas a pasarte en aquel sitio.
La revalorización de residuos, la generación de un vínculo emocional con el lugar, el fomento de las relaciones comunitarias, el respeto por el medio, la consciencia del ciclo de vida de los productos y su relación contextual, el imprescindible pensamiento sistémico. Por todo ello, pienso que este proyecto es un proyecto redondo extrapolable a otros panoramas que, de momento, se ha quedado en el cajón.
o: La ciudad en crisis o Las mentes del margen no son mentes marginales o Plantot