Hay una edad en la que los años empiezan a pesar. En la que notas que lo que parecía ayer mismo es ya pasado, muy pasado. ¿Lo peor? Que no te has dado cuenta.
Es complicado hacerse mayor. Se pierde resiliencia, esa capacidad tan valorada últimamente, parece ser, en los procesos selectivos de trabajo. El saber volver a ser uno mismo cuando vienen mal dadas. Y es cierto, cada vez cuesta más. Se pierde flexibilidad, no sólo física, sino también mental. Tanto que a veces no sabes muy bien si esa resiliencia trata de volver a ser el que fuiste o de buscar un nuevo modo de ser. Un nuevo yo.
Al final, comprendes -o quieres creer- que lo mejor es no pensar. Y dejarse llevar. Don't let the sound of your own wheels drive you crazy, mate....