Creyó triunfar con su populismo en la Internacional de los socialistas europeos al regañarle en Portugal a sus dirigentes y compañeros por estar reunidos en hoteles de lujo mientras la gente sufre.
Tras ese gesto, Beatriz Talegón, de 30 años, la española presidenta de los jóvenes europeos del partido, esperaba aplausos en una manifestación contra los desahucios este fin de semana en Madrid, junto con el exministro zapaterista López Aguilar, pero los asistentes los echaron a empellones llamándoles fascistas.
Un miembro de la Asamblea Nacional francesa decía durante los Estados Generales de 1789 que allí sólo había una mayoría de envidiosos y una minoría de ambiciosos, y que terminarían guillotinándose mutuamente por haber prometido lo imposible: el todo gratis para todos.
Beatriz Talegón es un ejemplo claro de la ambiciosa clase política española que, si no guillotinada, acabará vilipendiada por lo mismo.
Gente joven que vive de la política casi desde la infancia, con mínima experiencia en otras actividades, y que termina haciendo demagogia fácil, pero aceptando las corruptelas que denuncia para mantenerse en el poder partidista.
Luego, al gobernar, tienen que aplicar medidas durísimas contra quienes la votaron: en 2007, cuando Carme Chacón era ministra de la Vivienda zapaterista, ordenó la creación de diez nuevos juzgados para acelerar los desahucios, sólo en Madrid.
La razón alegada era que muchos inquilinos, aun pudiendo, no abonaban el alquiler a propietarios nada ricos, y que no se pagaban las segundas viviendas ni los terrenos comprados para especular.
La actual campaña antidesahucios se basa una falsedad, pues desde 2007 hasta hoy han expulsado a menos de 5.000 embargados de sus primeras viviendas, no a 400.000.
Esa cifra agigantada circula gracias a la propaganda de Talegón y similares, a quienes ahora las masas guillotinan, desahucian y expulsan tras encontrar líderes más demagogos aún.
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SALAS