Estábamos citados para las tres de la tarde todos los padres en la clase de nuestros hijos. Cuando llegamos nosotros, ya estaban casi todos allí, ayudando a sus hijos a pintar de rojo el ancla que llevarían en el disfraz del colegio.
Las mesas de la clase se dividen en cuatro. Cuatro sillas, cuatro niños. En la mesa de las tortugas, estaban los padres de dos de ellos. Y nosotros. Había un niño solo, que aunque estaba pintando el ancla, como mi hija, miraba bastante a los demás. Sus padres no vinieron al taller, así que, me dediqué a ayudarlo. Mientras mi marinovio se ocupaba de la petite, y de cortar el ancla pequeña que iría en el gorro de papel de ambos, yo lo ayudé a pintar, a hacer el catalejo, le probé la bolsa de basura y se lo corté a la altura adecuada. Grapamos el ancla, pegamos la otra, ajustamos el elástico del gorro...
No es por ponerme medalla, ya que lo hice encantada, y tampoco hice tanto, pero no comprendo como los demás sólo piensan en sí mismos. Yo veo un niño solo, y no se me ocurre ignorarlo, sino que voy a ayudarlo. Y si se supone que los talleres están hechos para solidarizarnos y conocernos, ¿no hay mejor manera que echar una mano a aquel niño que está solo?
A mi me gustaría, si no puedo ir a un taller, que mi hija no se sienta triste y sola, sino que alguien le ayude con la "tarea" y salga igual que los demás.
¿Qué hubieras hecho tú?