Empecé la facultad nuevamente hace un par de semanas. Es algo que no conté, más que nada porque no hay mucho para contar. Las materias dejaron ver sus ideas con sus teóricos iniciales (algunas metiendo más miedo que otras), se dieron textos para leer y las vacaciones de Semana Santa, generosas, deberán dejar espacio y tiempo para leer un poco porque de otro modo la vuelta a clases será difícil.
Aunque hay una materia que se expresó con más claridad, quizá porque tiene bastante que ver con la expresión: Taller Audiovisual. El plan es, en pocas palabras, usar la ficción como excusa para aprender el lenguaje audiovisual. Uno ve cine hace años, pero nunca está de más, ¿no? Lo conocí al titular de la cátedra, Enrique Angeleri, quien además de contarnos el programa anual nos pidió –amablemente, con mucho amor por su trabajo y a la vez rencor por el sistema de exhibición de mierda que hay en este país- que fuéramos a ver su película, “La mosca en la ceniza”. En realidad él la editó y la produjo; la directora es Gabriela David.
Otra cosa que no conté es que el otro día conocí a un mosquito suicida. Es increíble, sí, pero cierto. Se posó acá al lado de la computadora, quieto, mirándome. Yo comencé a espantarlo con las manos, con todos esos gestos que uno hace cuando quiere sacarse a un mosquito de encima. Sin embargo, el tipo no se movía. Estuve un poco más violento y logré que se trasladara hasta una pared, pero juro que seguía sin moverse. Supuse que se quería morir, porque volví a acercar las manos y a moverlas y el mosquito seguía en su lugar. Así que busqué una servilleta, lo toqué un poquito, sin impactarlo tan fuertemente, hizo algunos y se reacomodó...esperando el impacto. Lo maté.
Los primeros minutos de “La mosca en la ceniza” muestran la imagen de algunas moscas. Moscas que se cuelan entre la ropa, las telas; moscas que revolotean por ahí y que Nancy (María Laura Caccamo) trata de agarrar. Una vez que atrapa alguna, la mete en un frasco con agua y empieza a revolver. La cámara lo filma todo como un ritual, con una sonrisa enorme en la cara de Nancy que le pone una inmensa atención y dedicación a algo que uno podría considerar una estupidez. Y es que es, efectivamente, un ritual para ella, y un ritual que acompaña como un enigma al espectador, para ser resuelto recién en los últimos minutos del film. Se puede renacer, sí, se puede revivir. La vida que se construye después de hacerlo es otro tema.
Toda la primera escena de la captura de la mosca concluye con una imagen que nos deja ver el frasco y el insecto, caminando lentamente por un palito mientras Nancy se va corriendo porque su amiga Pato (Paloma Contreras, de “Tratame Bien”) la vino a buscar. Es una imagen poética, de esas que están bien construídas, que son bellas y no sabemos bien por qué. En principio, y dentro del contexto del film, la imagen es fundamental pues plantea el comienzo del enigma, algo sobre lo que debo insistir. ¿Qué es, después de todo, eso? La mosca, el frasco de agua, Nancy revolviéndolo...La imagen funciona.
Todas las imágenes funcionan en la película, una película que no ahorra en imágenes ya que apela a ellas desde un principio: en las imágenes reside todo su impacto emocional. No creo que sea casual –y me emociona- que el trabajo de fin de año de la materia Taller Audiovisual implique la realización de un corto de 5 minutos con absolutamente nada de diálogo. Hay que aprender a contar con imágenes y no usarlas sólo para presentar el ambiente y dejar que el diálogo haga lo demás. Es una disyuntiva eterna en el mundo del cine, más aún en el de nuestro cine. Hablé con mi padre y me contó que Campanella estuvo en Tiene La Palabra (por TN), y que dijo que la base de todo es un guión sólido y bueno. Nadie se lo va a negar, pero él viene de otras escuelas y trabaja en otro lado. Acá en Argentina la realidad es otra: hace una década que se vienen contando historias primordialmente con imágenes; hace una década que nuestro cine apuesta a los actores no profesionales o, en su defecto, a dejar ver a los más profesionales en cosas inesperadas; hace más de diez años que se busca explorar y explotar nuevas realidades y escenarios o –y esto es lo mejor- darle una nueva vida a los lugares más comunes. Y no hablo de los lugares comunes argumentales, sino de lugares físicos.
Fíjense como Celina Murga nos redescubrió Paraná a través de Ana, observen lo que Trapero hizo con su casa rodante en “Familia Rodante” (aquí mi crítica), o lo que hizo con la Patagonia en “Nacido y Criado”. Sorín le dio nueva vida a la Patagonia con “El perro” e “Historias Mínimas”; Llinás lo hizo con el interior bonaerense mediante sus “Historias Extraordinarias” (aquí mi análisis). La lista sigue, pero todas estas películas son portadoras de imágenes que acompañan a la historia, que no son gratuitas. Son imágenes que hablan y dicen mucho, porque a veces las palabras cansan, o porque quizá algunos lo prefieren de ese modo y punto. Todas las películas mencionadas tienen imágenes que respiran y dejan respirar (siempre molesto mucho con esto) por más que el sentimiento de lo que se cuenta sea de encierro (“Crónica de una fuga” es el mejor ejemplo); imágenes que no siempre dejan bien claro en que lugar se está, cuáles son los límites de lo que se ve. O, si es necesario el caso –y sería el peor de los casos-, agarran cada lugar desde un nuevo lugar (acá vale la redundancia) en cada situación. Digamos, hacen valer la repetición.
Porque, mal que mal, Campanella necesita ciertas bases que son inconfundibles y que no se ‘re-descubren’ tanto. El club en “Luna de Avellaneda”, el diario en “El mismo amor, la misma lluvia” (aquí mii crítica), el juzgado en “El secreto de sus ojos” (aquí mi crítica). Quiero decir, como el re-descubrimiento no le sirve para su historia, para lo que está contando su guión, no lo aplica. Lo importante es la situación, la acción, el lugar en común donde las cosas suceden. Y esas cosas deben suceder. No quiero minimizar a Juan José, que narra muy bien, y la tiene muy clara en lo que contar con imágenes significa. Pero siempre están los diálogos, las descripciones, los detalles cursis y románticos, el ‘costumbrismo’ (para bien o para mal), ese humor tan particular e ingenioso. Qué se yo. Vean la provincia de Salta...vean “La mujer sin cabeza”.
Aquí debo hacer una pausa. Resulta que hoy tuve clase con el titular Angeleri. El profe reconoció la necesidad de hacer una catarsis frente a nosotros pues a la película no le está yendo bien. Habló de varias cosas, pero lo que más me llamó la atención es que él no la reconoce a la directora Gabriela David en este marco de cine nacional que estoy mencionando. Él dice que sus películas se paran en el medio; que no son ni tan de la vieja guardia ni tan Nuevo Cine Argentino, por ponerle un nombre. Cada cosa es lo que es, pero yo no hago todas estas referencias a films de nuestro cine por nada. Hay, creo entender, más que una similitud entre la película de Gabriela David y este movimiento nacional (con el que el profesor, con menciones a la crítica especializada, aparentemente tiene una relación tambaleante de amor/odio). Y no me parece malo.
“La mosca en la ceniza” encuentra un gran acierto en meterse sin miedo con lugares de conocimiento general en Capital Federal. Excepto la imagen que mencioné, todo el desarrollo anterior al viaje en colectivo no contiene más que la presentación de los personajes, en situaciones y lugares que recuerdan mucho al corto “Tierra Roja”...no sé si la directora lo habrá visto. Lo más interesante y original arranca después. Luces de la gran ciudad que Nancy y Pato ven desde el colectivo, la estación Retiro y sus barcitos, un taxi, la calle Agüero, un barrio importante y una canción. Qué canción esa. Estos son los elementos que marcan la llegada de las chicas a Buenos Aires; lo poco y nada que verán antes de caer en el encierro total. Luego de que las hace entrar a una casa Oscar (Luciano Cáceres) y las recibe Susana (impecable Cecilia Rossetto), ellas no ven nada más. Pero la cámara sí, que no se cansa de enseñarnos el contraste en una ficción que tiene no poco de la realidad (la directora se inspiró en un artículo para hacer el film). En esta ciudad es así: todos hablan y nadie escuchada nada; está todo demasiado fuerte.
Además, el contraste que Gabriela David expone no se da sólo entre esta suerte de burdel y el mundo de afuera, la ciudad. También hay un contraste que ocurre adentro, desde el primer momento en que Pato y Nancy descubren el engaño. La primera, concentrada en querer estudiar y educarse, no quiere ser parte de una cosa así; la segunda, inocente, tarada, ingenua, maquillándose y paseándose de cuarto en cuarto. “Te gusta trabajar de puta a vos?”, le dice Pato. Es una de las frases mejor colocadas y más potentes de la película, sobretodo porque sabemos que esa pregunta Nancy no la puede responder; que en su cabeza no pueden aparecer todas las dimensiones de la situación que está viviendo y que, por tal o cual motivo, debe seguir bailando y saltando de alegría en un cuarto en el que los clientes eligen con cual de las chicas quieren estar, mientras suena una canción...ésa canción.
Hay otras chicas, y está bueno que la película las presente en iguales condiciones, ofreciendo los elementos necesarios para que uno pueda sacar las conclusiones acerca de cada una. Algunas hablan de más, pero en general no sabemos cómo llegaron allí, cuál es cada situación en particular ni cómo realmente la están sobrellevando. En este aspecto, las personalidades más definidas son las de Nancy y Pato, protagonistas que ven su amistad en peligro por lo que está ocurriendo y que parece no tener salida. Una paraguaya (excelente Ailín Salas, de “La sangre brota” -aquí mi comentario-) les dice en un momento, cuando escucha a Pato pidiendo ayuda a gritos desde uno de los cuartos: “No grites que te van a escuchar...acá te escuchan; pero afuera no”. Es un momento muy bien construido, pero que le resta un poco de impacto a todas las formas en las que luego la directora intenta retratar el primer contraste mencionado.
Aquí hay dos cosas. Primero, un tema de guión. Un guión extremadamente escaso, que pierde fuerza cada vez que los personajes dicen cosas que ya sabemos. Si las imágenes de “La mosca en la ceniza” muestran todo tan claramente, algunas palabras particulares o diálogos extendidos le juegan en contra. La discusión de las chicas en Retiro, o algunas frases en la última escena que comparten el mozo José (Luis Machín) y Nancy. Lo segundo es lo de la imagen, y de cómo, aún cuando la situación ya está bastante establecida y parece comenzar a estancarse, la película sigue buscando distinguirse desde las imágenes, re-descubriendo esa pequeña cuadra en la que el burdel pasa desapercibido entre cafés, patrulleros despistados, peatones descuidados y floreros sordos o desentendidos.
Hay una idea de rutina que justifica esto. Por más que cada vez que vemos la calle las personas que pasan caminando son distintas, se sostienen las imágenes del florero y de José, que trabaja en el café que está en frente al lugar donde las chicas están encerradas. Cada día es algo nuevo pero a la vez es lo mismo. En el caso del florero, una flor distinta cada vez que la cámara lo enfoca, o una charla ocasional. Sin embargo, siempre ahí atrás (o adelante, o en todos lados) los gritos de auxilio, que se escuchan. El caso de José es mejor porque es un personaje principal y es más detallado. Cambia la mesa en la que sirve un pedido, cambia el plato, si viene con un café o con un jugoso bife, pero no cambia la historia, su historia. Los dientes que ya no tiene y la botella que nunca abandonó aparecen a lo largo del relato, pero tienen su momento glorioso en la introducción del personaje; una secuencia muy ingeniosa que nos hace escuchar, mil veces, la misma historia.
Yo creo que, más allá de ciertas contradicciones, “La mosca en la ceniza” es una película que vale la pena. No trae nada nuevo, pero sí cuenta lo que cuenta con nervio y pulso apasionado, alejado a la vez de todo caos y priorizando decisiones formales como planos fijos y ocasionales movimientos que siempre están a favor de la trama. El problema es que es una trama que no se despega nunca de una situación conflictiva inicial y que pretende estar suspendida en ese limbo (ese encierro plagado de música perturbadora) pero que nunca puede ocultar su necesidad de un desenlace. Lo sabemos por el artículo en el que se basa el film, lo sabemos porque las imágenes lo anuncian inevitablemente y lo hacen de una manera un poco brusca. No cambia nada lo que pienso sobre el film, pero aunque su final es correcto y, una vez más, poético (pero más que poético incitador, a algún tipo de reflexión) no hubiera sido menos interesante ahorrarse ese breve capítulo final.
Aún así la película dice muchas cosas y permite varias lecturas. En este momento tengo en la cabeza una idea bastante formada, que la película deja ver y que tiene que ver con la vida. Y es que todos los personajes parecen haber aceptado su destino, que es fatal: José y una miseria que ya no puede ocultar, Susana y su atadura a ese horrible lugar que ella hace funcionar, Oscar y su inexplicable atadura a Susana, las chicas que siguen bailando y entrando a los cuartos. Excepto Pato. Ella desde el primer momento tiene claro que tiene que irse de allí porque cree en un destino justo. En cambio Nancy...Nancy también aceptó su destino. Un destino que en su cabeza es justo porque que tiene que ver con salvar su amistad; un destino que, a causa de su inocencia y su desparramada percepción de las cosas, podría terminar dándoles a todos un destino verdaderamente justo. Un destino parecido al que defiende Pato, ¿no? Aunque, y la película esto también lo sabe, nunca se hará del todo justicia.
Mi recomendación, un granito de arena y lo mínimo que puedo hacer porque Angeleri tenía razón y la película es incapaz de serle indiferente al espectador; porque me encanta el Cine Argentino y lo sigo defendiendo a toda costa, es que se acerquen a verla. Con suerte hasta el jueves todavía la encuentran, si los distribuidores no le juegan una mala pasada. No sé si sirve de mucho, pero si andan por Buenos Aires, intenten acercarse. Las salas?
SALAS Y HORARIOS
CENTRO
Monumental
Lavalle 780 - 4393-9008
13:00 , 15:00 , 17:00 , 19:00 , 21:00 , 23:00
ZONA NORTE GRAN BS. AS.
Showcase Cinemas Norte
E. Echeverría 3750 (Vicente López) - 4756-4433/4756-4040
12:20 , 14:35 , 17:05 , 19:35 , 22:10
Trasnoche: (Miércoles,Viernes,Sábado): 00:30
ZONA OESTE GRAN BS. AS.
Showcase Cinemas Haedo
Dr. L. Güemes 369 (Haedo) - 4443-9990/9
12:05 , 14:10 , 16:15 , 18:20 , 20:35 , 22:50
Trasnoche: (Miércoles,Viernes,Sábado): 01:15
PUERTO MADERO
Cinemark 8 Puerto Madero
Alicia Moreau de Justo 1920 - 0800-222-2463
12:45 , 15:00 , 17:30 , 19:45 , 22:10
Trasnoche: (Viernes,Sábado): 00:30
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