Hace bastante tiempo que me había comprometido a traer la tercer perla del Báltico: Tallin.
Es esta una ciudad llena de encanto, de simpatía, en donde su casco antiguo ha sido declarado Patrimonio Mundial por la Unesco.
Durante la ocupación soviética (1940-1991) se levantaron pueblos de estilo soviético en la periferia y el centro fue poco a poco debilitándose. Sin embargo, desde su independencia, en 1991, se ha recuperado el casco antiguo con una reconstrucción exquisita.
Se distingue en la ciudad dos zonas muy diferenciadas:
*Los alrededores de la Raekoja Plats:
En esta plaza se encuentra el Ayuntamiento, uno de los ejemplos de gótico civil que perviven en el norte de Europa. Merece la pena visitarlo ya que dentro se encuentra una colección de relieves de madera y de antiquísimos tapices realmente interesantes. En verano esta plaza se cubre toda ella de numerosas terrazas y de mercadillos muy interesantes.
Alrededor se extienden las calles más vitales de la ciudad, con numerosas galerías de arte, famosas en todo el norte europeo.
La Pikk Tänav es otra vía importante de la ciudad vieja. Significa "calle larga" y en ella vivían los comerciantes ricos de Tallin por lo que allí se encuentran edificios espléndidos, además del palacio donde actualmente se ubica el Museo de Historia Nacional.
* Toompea o la colina de la catedral:
Es una elevación rodeada de murallas y torres que acogen algunos de los edificios más destacables de la ciudad. Esta zona se comunica con la anterior a través de la puerta de la muralla, Paks Margareeta.
Allí se ubica la catedral ortodoxa Alexander Nevski, un símbolo del poder zarista pero que resta unidad al conjunto medieval y de hecho hay un importante movimiento para su demolición.
En esta zona se encuentra el símbolo más visible de Tallin: la iglesia neogótica de San Olaf. Su silueta es la estampa más típica de la ciudad.
Mi consejo: Vayan! No les defraudará en absoluto. Las fotos muestran una parte de esa belleza.