La ostentación y el poder, encumbrados en lo más alto. Paseamos por Toompea, la parte alta de la ciudad, y terminamos de recorrer la Ciudad Baja.
Dejábamos la primera parte de nuestro recorrido por Tallín, pendientes de visitar Toompea, la parte más alta de la ciudad, a la que puedes acceder bien por la calle Pierna Larga (Pikk Jalg) o por la Pierna Corta (Lühike Jalg), estrecha, empinada, con escalones y solo peatonal.
Nos encaminamos para disfrutar de las mejores y más famosas vistas de Tallín y eso solo se puede realizar desde sus reconocidos miradores: el del Patkuli, el de Kohtuotsa, mi preferido, o el de Rahukuhtu, con vistas a la ciudad vieja y al parque Toom.
Una vez traspasado el pequeño arco del callejón de la Lühike Jalg (Pierna Corta), una de las entradas al Castillo de Toompea, y ya en Lossi Plats, se muestran a nuestra vista las cúpulas de la Catedral de San Alejandro Nevsky asemejándose a unas cebollas.
De culto ortodoxo, es la principal iglesia de toda Estonia. Finalizada su construcción en 1.900, se nota la preponderancia del imperio zarista. Desgraciadamente, no pudimos disfrutar como hubiésemos querido de su interior, con unos fantásticos iconos y mosaicos. Se estaba celebrando un culto ortodoxo y el respeto manda en estas ocasiones. Sin molestar, si pude sacar algunas instantáneas del mismo.
Como siempre, poder contra poder. En la misma plaza (Lossi Plats), y enfrente de la catedral, se muestra el edificio del Parlamento y gobierno de Estonia. En su torre más representativa, la Pikk Hermann, que data de 1.371, ondea la bandera nacional.
Bien sea por la calle Toom-Kooli, o por Piiskopi (puedes elegir una para ir y la otra para regresar), nos seguimos adentrando en Toompea. Nuestros pasos se encaminan ahora a la Catedral de Santa María.
En pleno corazón de la colina de Toompea se yergue esta impresionante iglesia medieval, esta vez de culto luterano, y que es más conocida entre los locales como el Domo, o Toomkirik. Construida allá por 1.233, y reconstruida en varias ocasiones, es perceptible en ella diferentes estilos arquitectónicos.
Ya comentábamos antes que las alturas siempre han sido refugio del poder. Esta era la iglesia de la élite aristocrática, sobre todo la de los “bastoalemanes” (alemanes de origen báltico predominantes tanto en Estonia como en Lituania y Letonia). Solo hace falta fijarse en su interior donde prevalecen los escudos familiares, así como sus tumbas. Otro de sus atractivos es su torre campanario, de estilo barroco. Desde 69 metros de altura podrás disfrutar de otras estupendas vistas de la ciudad.
Los famosos miradores de Toompea.
Sin lugar a dudas no hay mejor lugar para disfrutar de las clásicas vistas panorámicas de la ciudad que asomarse a sus miradores. Son varios los que existen y, aunque yo haya manifestado mi favoritismo por el de la calle Koktu, te aconsejo visitar todos. Desde aquí, con la silueta al fondo de lo más moderno de la ciudad, la panorámica de los torreones y sus cromáticos tejados medievales es espectacular. A buen seguro, incluso, que se te añadirá en la instantánea alguna gaviota.
Será necesario que callejees muy poco por este pequeño entramado, bien para desplazarte al mirador de Patkul, donde tendrás las mejores vistas de la muralla medieval y sus imponentes torreones defensivos. También desde aquí, con la bahía de Tallín al fondo, se aprecia la puntiaguda torre de la iglesia de San Olaf.
Retrocedemos en nuestros pasos para seguir por la Ciudad Baja.
Bueno es recordar que Tallín fue construida entre los siglos XIII y XVI, cuado era una próspera ciudad hanseática. Todavía se conservan sus coloridas casas con los techos a dos aguas, grandiosas iglesias y pequeños patios y jardines semiescondidos.
Descendemos de Toompea, a través de Lühike jalg, para visitar el Jardín del Rey de Dinamarca y, de paso, la Torre de la Doncella. El jardín, con terrazas escalonadas, se ubica en la ladera de la colina, entre la Ciudad Baja y la muralla defensiva. A pocos pasos se encuentra la Torre de la Doncella, una torre defensiva de tres plantas que data de 1.373 (ahora se usa como museo y cafetería).
A nuestro alcance tenemos Kiek in de Kök. Una enorme torre de artillería, de 38 metros de altura, sobre la que sus guardianes bromeaban que se podía ver lo que se hacía en la cocinas a través de las chimeneas de las casas. De ahí su nombre que significa “Espiando en la cocina”. Desde aquí es posible realizar visita a los pasadizos subterráneos (no aconsejable para claustrofóbicos) a través de los bastiones de la muralla.
Este recorrido nos lleva, a través de la calle Rüütli, a la Iglesia y museo de San Nicolás, ya en confluencia con la calle Niguliste. De orígenes del siglo XIII, su atracción está en la platería que se exhibe y en sus obras macabras y esqueletos danzantes. Baste decir que su obra más apreciada es la Danza Macabra, de Bernt Notke.
Tomaremos a la derecha Niguliste, que enlaza con Kuninga. A la izuierda (por Vanaturu), ya que nuestro próximo objetivo es la Puerta de Viru, nos encontramos con uno de los lugares gastronómicos más famosos de Tallín: el restaurante medieval OldeHansa. Lamento decir que no pudimos probar su, al parecer, exquisito chucrut, o el áspic de cerdo (estaba a tope). Ni siquiera el “Vanna Tallín”, su clásico licor dulce que bien podemos añadir al café.
La calle Viru, en su parte final, nos presenta dos torres de planta circular, convertidas también en símbolo de la ciudad, y que representaban las antepuertas del antiguo sistema de acceso al recinto amurallado. Entre tanto turista y puesto callejero la foto queda un poco diluida.
Terminaremos nuestro recorrido de esta bella ciudad regresando al mismo punto de partida: el Bastión de Margarita la Gorda. En este tramo todavía nos quedan cosas interesantes que ver. Continuamos por la calle Müürivahe y, a pocos metros, nos encontramos con la Torre Hellemann. De tres plantas, usada como cárcel y también como almacén de municiones, es posible recorrer alrededor de unos 200 metros por la parte alta de sus corredores. En toda la calle, las tiendas y galerías de arte surgen por doquier.
¡No te despistes!, porque, a tu izquierda, encontrarás el precioso y afamado Pasaje de Santa Catalina (Katariina käik) que enlaza con el patio de los artesanos. Sin lugar a duda, esta pequeña y estrecha callejuela, es una de las más pintorescas de la antigua Ciudad Baja. El gremio de Santa Catalina lo conforman los artesanos y, a lo largo de toda la calle así como en el coqueto patio, es posible adquirir tanto artesanía como bisutería local.
Desembocados en la calle Vene y hacia nuestra derecha, llegaremos hasta la iglesia ortodoxa de San Nicolás, construida en 1.820 y ya de estilo neoclásico, o el Museo de la Ciudad en el número 17.
Estoy seguro que, con el mapa que te facilité en el anterior artículo –Guía de viaje de Tallín, Parte I- sabrás llegar hasta Margarita la Gorda. Si no es así, ¡no te preocupes!, perderse en Tallín en una verdadera delicia siempre que, como siempre, disfrutes de SALUD, ciudadano viajero.
Otros artículos relacionados: Tallín. Guía de viaje. Parte I.