Revista Comunicación
Jaime de Marichalar y Sáenz de Tejada, nacido en Pamplona, el 7 de abril de 1963, es hoy más conocido por su separación que por su unión con la Infanta Elena de Borbón y Grecia. Su boda, el 18 de marzo de 1995, atrajo por unos días todos los medios de comunicación, pero su divorcio legal, reconocido el 21 de enero pasado, aunque no dado a conocer por la Casa Real hasta el día 9 de febrero, lo ha devuelto a actualidad y hasta ha provocado cierta simpatía por las prebendas perdidas.
En efecto, Marichalar, versión moderna de Prometeo encadenado, ya no puede ostentar el título de duque de consorte de Lugo, ni el tratamiento de “Excelencia”, la condición de miembro de la Familia Real, ni la consideración de Grande de España que poseía desde que contrajo matrimonio con la hija de los Reyes. Su expulsión del mundo de los dioses y su encadenamiento en una roca por el resto de su vida, expuesto a todos los sufrimientos posibles, le ha rodeado de cierta simpatía que le hace, si cabe, más atractivo. Hay detalles que así lo muestran. Por ejemplo el de la imagen de su figura de cera portada en una carretilla.
Criado en una familia de rancio abolengo soriano, seguro que no le causó gracia alguna ver cómo su figura de cera era degradada, al ser cambiada del salón real en donde se encontraba, al lado de la infanta Elena, al llamado salón taurino. Y menos aún cuando el jueves pasado era almacenada con otras muchas en una nave industrial de un polígono madrileño. Cierto que en el comunicado oficial del divorcio figura la referencia al “cariño” que los Reyes le profesan. Pero los privilegios perdidos, como el viajar como VIP de la compañía Iberia, o el hecho de que no pueda seguir los partidos del Bernabéu desde el palco de VIPS, teniendo que mezclarse con el vulgo o verlos desde la televisión, son otras sonoras bofetada para él. Aunque no tanto como la pérdida de su puesto en consejos de administración de Porland, Axa, Sociedad General Inmobiliaria, FCC y Winterthur. En fin, que ni pinta ya nada en ellas, ni su nombre ni su apellido tienen ya sabor a nobleza. Es el castigo ejemplar de ese Prometeo por haber perdido su confianza en los dioses del Olimpo.
Pero, entre todas las sanciones recibidas por haberse divorciado de la hija de los dioses, la más significativa puede haber sido comprobar con sus propios ojos cómo borraban de la página web toda referencia a él, o peor aún, arrancaban o borraban sus fotos del marco de la familia real, para dejar, en todo caso, una breve referencia en la biografía de doña Elena. Claro que, desde ese mismo día, también perdió el título de duque, otorgado por el propio Rey por el matrimonio con su hija. Lo que se da, debió pensar Marichalar, no se quita. Pero eso no funciona en el mundo de los dioses. Y menos mal que su figura no se ha incluido en la Casa de los Horrores del Parque de Atracciones.
Claro que después de que la familia real hiciera desaparecer a Jaime de Marichalar de las fotos oficiales de su web, dicen que el ex Duque de Lugo les ha hecho pagar con la misma moneda y ha borrado todas las fotografías de la familia real de su web personal. “Si ellos deciden olvidarme, yo también lo haré”. Así lo indica The Banane Tribune, diario satírico on line, que añade: “La web de Marichalar incluye imágenes suyas con su nuevo carné de afiliado de Esquerra Republicana, así como otras en las que participa en una manifestación organizada por la ONG ‘Salvemos a los Osos Pardo’. Además, el desterrado se ha hecho fan del grupo de Facebook, Señoras que tienen mejor culo que Leticia.”