Revista Literatura
Hoy siento cómo los pájaros construyen sus nidos mientras el mundo se derrumba a su alrededor. Nachito, querido, por dónde empiezo, ha sido un año muy raro. Muy rápido y muy lento al mismo tiempo, tú ya sabes, esas cosas que pasan y que nos son tan difíciles de explicar. Ha sido un año duro, y muy triste, vacío, y es que ocupabas mucho espacio. Todavía seguimos en lo de acostumbrarnos, que es un verbo muy jodido cuando no te apetece nada acostumbrarte a esas nuevas costumbres o ausencias que no podrías haber imaginado nunca. La verdad, es que no me acostumbro. Puede que no quiera o que no lo haya intentado. No te lo vas a creer, pero muchas veces miro el móvil y tengo la impresión de que en cualquier momento va a entrar un mensaje tuyo. Y lo mismo me sucede con Twitter, Facebook o Instagram, imagino que no soy el único. Me encantaba cuando te ponías avinagrado en las redes, anda que no te gustaba picar al personal, pero sin rencor, como un juego. Tenías muy claro dónde comenzaba el artificio y dónde comenzaba la vida, lo real. Aún así, lo pasabas bien, nadie te ganaba en actividad, ni en rapidez. Como pusiera algo de tu equipo o del mío no tardabas ni medio segundo en responder. ¿Te cuento lo de tu equipo? Os eliminamos de la Champions, sí, otra vez, fíjate como fue la cosa que hasta me dejó mal cuerpo. Lo único que hizo Benzema durante la pasada temporada, lo hizo en vuestro estadio, cuando parecía que remontabais. Pero es que lo de este año es mucho peor, que os han eliminado ya y ahora estáis en la Europa League, que no, que no es una broma, que está pasando. Pero ya no te cuento más, que te imagino buscando un móvil para tuitear un par de mensajes de los tuyos. Digamos que la noche nos recompone, nos mece en su negrura y anestesia el dolor mientras vibran las estrellas rendidas ante la oscuridad. Nos hemos acordado mucho, muchísimo, de ti durante este año tan largo, triste y vacío. No solo por los tuits, fotografías o mensajes no recibidos, no, por todo lo demás. Por cierto, no me respondiste el último mensaje y no sabes cuánto me habría gustado que lo hubieras hecho. Eso te lo tengo guardado, y eso que yo no soy un tío rencoroso. Se notó especialmente tu ausencia en Cosmopoética, y eso que Agredano, Joaquín, Manes y Pablo lo han hecho de maravilla. Agre estuvo en el tajo hasta el último minuto, que su hijo, Fidel, nació mientras tuvo lugar el homenaje que te dispensaron. Fíjate que bonita coincidencia. También te hemos echado de menos en las ferias del libro, en las presentaciones, en los saraos, en las risas, en las barras, en los conciertos, con las manos metidas en los bolsillos ibas de un lado a otro, como buscando siempre no sé qué. Y en los abrazos, te he echado mucho de menos en los abrazos. Sí. Te lo tengo que decir ya. Cuando lo he tenido frente a mis ojos, he comprendido que tuvieras tanto interés en que Belén Bermejo te publicara La orquesta revolucionaria enEspasa Calpe. Belén es una tía estupenda, repleta de vida y luz, y ha captado muy bien tu poesía. Jodido, vaya libro que te has marcado, bueno de verdad, el mejor que has escrito, el mejor. El prólogo de nuestro querido Agustín Fernández Mallo es espléndido, emocionante y justo, te habría encantado leerlo. Hoy llega La orquesta revolucionaria a las librerías y ya te adelanto, sin temor a equivocarme, que será uno de los libros del año. Ya verás como acierto. Apuesta segura.El timbal de la mañana anuncia días luminosos. Ese timbal suena en los ojos de Teo y Pepe, tus hijos, vaya niños guapos, fuertes y alegres, que ni se han inmutado con los mocos y las fiebres de diciembre. Buena culpa de eso la tiene Gala, pero qué te voy a contar de ella que no sepas. Pura fuerza, es un ejemplo en todos los sentidos, es el tronco al que se abrazan tus hijos, la sombra que los protege, la luz que ilumina sus días. No debes preocuparte de nada, te lo aseguro. Pero nada de estar tristes, todo lo contrario, los que te quisimos y disfrutamos tenemos un arsenal de energía y sonrisas con el que combatir el inmenso vacío. Aún me quedan muchas cosas que contarte, pero creo que lo haré en privado, tú ya sabes, que tampoco hay que contarlo todo. Hoy soy yo el que te dice aquello de “caballero” que tanto usabas como coletilla cuando descolgabas el teléfono. Seguimos, Nacho, amigo, cafetera y mantra, el viaje continúa y tú nos acompañas. Estamos en contacto. La orquesta revolucionaria y romántica apela al viento con sus dedos.
El Día de Córdoba