La austeridad como estilo de vida dista mucho de la solución politico-económica que propugnan los gobiernos para capotear la crisis económica. La austeridad, como cualidad o fortaleza personal, se dirige al equilibrio y se erige sobre la mesura (tan poco valorada por los mass media), sin otra meta que alcanzar un estilo de vida sobrio. Un rasgo de personalidad que, me atrevería a decirles, no está exenta de un halo de elegancia, más centrada en la templanza que en la abstinencia, más relacionada con la moderación que con la abstinencia.
Hablando del cínico de Sinope, me viene a la mente el éxito desmesurado que están teniendo varios realityshows basados en la austeridad. Algunos, de hecho, lo llevan al extremo de la precariedad, que creo que ahí está la gracia (¿?). Seguro que recuerdan alguno de esos participantes abandonados en una isla que pasan incontables penurias para culminar el concurso. Vemos a estos personajes pasar vicisitudes y calamidades, entiendo que para entretener a la audiencia (de forma malsana, se me antoja) pero también mostrándonos un factor crítico: sí se puede. Se puede hacer. Podemos vivir con muchas más austeridad de la que creemos.
Recuerden al eterno Pepe Mújica, que renegaba de su probreza ("Dicen que soy un presidente pobre, pero no, no. Pobres son los que precisan mucho") y con su proverbial sentido común sentenciaba: "Si no puedes ser feliz con pocas cosas, no vas a ser feliz con muchas cosas".