Revista Cultura y Ocio
Tan poca vida es una novela de casi mil páginas que pasa como un susurro, como un aliento cargado de dolor, de amor, de silencio y amistad. No recuerdo haber leído jamás una novela en la que los silencios hubieran estado mejor descritos ni hubieran gozado de tanto reconocimiento.
Lo cierto es que cuando leo una novela, muchas veces siento en mi interior que yo habría podido escribirla. Por supuesto es un sentimiento falso, porque si pudiera escribir muchas de las cosas que leo, las habría escrito, pero es una forma de rasar las historias que caen en mis manos. Pienso en esas ocasiones que si yo hubiera tenido el tiempo y la idea, bien podría haber escrito esa novela, o en cualquier caso, copiarla en una parecida. Sin embargo, con Tan poca vida, y reconociendo por adelantado que en toda mi existencia se me habría ocurrido escribir algo así, la verdad es que no sería capaz de reproducir un solo capítulo aunque empezara a escribir desde ahora mismo hasta el fin de mis días, y eso tiene una causa, el talento. La escritora de origen hawaiano Hanya Yanagihara lo tiene, y por eso el resultado de sus letras es mucho más que maravilloso, es único, milagrosamente talentoso y único.
En Tan poca vida se narra la amistad entre cuatro hombres por más de tres décadas, JB, Malcom, Willem y Jude, especialmente Jude St. Francis, el verdadero protagonista y eje vertebrador de la novela. Un grupo de amigos que ha sencillamente ha triunfado. JB es un afamado pintor, Malcom un extraordinario arquitecto, Willem un actor mundialmente famoso y Jude un reputado abogado, un tipo que hace temblar a la corte sólo con pisar el estrado. Todos ellos son ricos, prestigiados en sus áreas laborales, ganadores, triunfadores, pero en la novela nada de eso importa, como no importa en la vida real qué hace uno, sino quién se es en realidad, y ahí es donde la señora Yanagihara mete sus manos hasta el fondo para enseñarnos quienes son ellos, para mostrarnos el dolor infinito que atesora Jude y cómo afecta al resto de sus amigos. Un dolor que se percibe hasta en el sencillo hecho de pasar las páginas, un dolor que trasciende al físico a pesar de que éste alcanza cuotas que ninguno de nosotros seríamos capaces de resistir, un dolor que te encoge el alma y hace que desees abrazar a Jude a pesar de que él no lo consentiría jamás.
Hanya Yanagihara se mete en las almas de los hombres, en los entresijos más íntimos de nuestra amistad y las lleva, durante una novela larga desgraciadamente corta, hasta sus últimas reflexiones. Tan poca vida no es una novela de grandes amistades forjadas en lo adverso ni en los logros, aquí no se habla de hombres que trabaron sus amistades de por vida en la guerra, que comparten un secreto que los mantiene unidos, o que forman parte de un equipo de basketball, nada de eso, la amistad de Tan poca vida es una amistad corriente, urbana, de hombres que son amigos porque sí a pesar de todo. De hecho, una de las cosas que más me aterró de esta novela es la capacidad de sus personajes por amarse entre ellos respetando los secretos de los demás. Tan poca vida es una historia de amistad y de relaciones, de cómo cada uno ha de labrarse la relación que más le convenga en la vida aunque eso le obligue a apartarse de los cánones más extendidos en nuestra sociedad. Harold y Julia, dos personajes también magníficos, por ejemplo, deciden adoptar a Jude, cuando éste ya cuenta con treinta y un años. JB es negro y gay en un momento en el que ya no se discrimina ni por lo primero ni por lo segundo, “Al parecer, estaba perdiendo el victimismo, el sentimiento de agravio y la perpetua cólera que entrañaba ser negro, pero estaba seguro de poseer lo que se requería para ser gay.”, y cuyas relaciones con otros hombres van de fracaso en fracaso en una espiral de autodestrucción, Malcom, el joven de posición más desahogada que hacía casitas con papel en la universidad, y Andy, el médico de Jude, quizá sean los únicos dos personajes con unas vidas de corte más estándar, por decirlo de alguna forma, pero aún así sus relaciones son complejas y los miedos que las pueblan están presentes en cada faceta de sus vidas. Sin embargo, la relación más apartada de los tópicos es la que une a Willem y a Jude, “estaban inventando su propia modalidad de relación y habían escogido una que no tenía reconocimiento oficial en la historia ni había sido inmortalizada en la poesía o las canciones, pero que parecía más sincera y menos opresiva”, por definirlo en las propias letras de la autora. Una relación que pasa de la amistad incondicional y profunda al amor, pero no al amor físico como podría darse en cualquier pareja, sino a un amor especial, de reconocimiento, de aceptación, de madurez y de confianza. Un paso hacia la comprensión del otro que me pareció extraordinario.
Pero además de la amistad y su importancia, o por ponerlo en boca de la autora: “… la amistad en sí misma es el milagro de encontrar a alguien que haga que este mundo solitario lo parezca menos”, el otro eje sobre el que gira la historia es el dolor. Un dolor directo, físico, continuo. Un daño que rebosa en cada página mientras uno asiste, como el resto de personajes, impotente al deterioro, autoinfligido en muchas ocasiones, de Jude y que lo arrastra por mano de su autora hasta que consigue perturbar la conciencia del lector. Jude, que sufrió abusos en su infancia de las formas más terroríficas, vive continuamente atado a ese sentimiento de pavor y autoinculpación típica de las víctimas que no consigue apartar aún incluso habiendo alcanzado un éxito social y profesional envidiables. Hay momentos en los que la tragedia crece de una forma tal que te arrastra hasta el llanto silencioso y vergonzante, pero incluso entonces, el dolor de Jude consigue llegar más allá desviando tu mirada hacia rincones a los que jamás nadie debería haberse asomado.
Una tragedia que alcanza a todos los demás, lector incluido, y que se ceba en aquellas personas que consiguen amar a Jude aún sin conocer ni un detalle de lo terrible de su historia, pues esa es otra maravilla de la novela, nadie sabe qué le ha ocurrido en verdad a Jude. Sólo lo ven sufrir, autolesionarse, apartarse cuando las conversaciones rozan su pasado, mantener su gran secreto incluso a Harold y Julia que lo aman como a un hijo hasta el punto de adoptarlo con treinta y un años, a él, a un huérfano maltratado hasta la bestialidad en su infancia, a él, a un ser despreciable que no merece el amor de los demás, y que sin embargo lo despierta, como lo despierta en Andy, su médico y única persona ante la cual es capaz de desnudarse y mostrar su cuerpo mancillado por las cicatrices de su pasado. Otro éxito más de la autora al crear esas historias de amor desde la barrera que el propio Jude extiende a su alrededor, un amor fundamentado en el miedo a perder a ese ser amado y que es más fuerte incluso que el deber por sanarlo. Un amor que se asienta en el respeto, en el silencio, en la comprensión tácita y en la incondicionalidad de los sentimientos.
Lo más curioso es que incluso después de mil páginas uno se queda con la sensación de que le ha sabido a poco, porque la vida de Malcom, JB, Jude y Willem, en especial de estos dos últimos, llega un momento en que forma parte de la propia, y cuando se acaba la novela el sentimiento de duelo es similar a la pérdida de un amigo, y es que además de ese dolor que impregna hasta la tinta de las letras de las que está hecha la historia, también está surcada de sentimientos, de lúcidas reflexiones, de amor, de silencios, de aceptación, de pequeños milagros como el de la propia amistad, pero sobre todo está hecha de talento, del talento infinito que despliega esta autora norteamericana en una novela maravillosamente bien escrita y la cual me ha dejado un sentimiento de duelo que no sé cómo podré resolver.
Resumen del libro (editorial)
Una novela que sigue el hilo de la gran literatura norteamericana y que ha llegado para dar un nuevo sentido al silencio y un nuevo valor a las emociones.
La novela que hay que leer.
Para descubrir...Qué dicen y qué callan los hombres.De dónde viene y dónde va la culpa.Cuánto importa el sexo.A quien podemos llamar amigo.
Y finalmente...Qué precio tiene la vida y cuándo deja de tener valor.
Para descubrir eso y más, aquí está Tan poca vida, una historia que recorre más de tres décadas de amistad en la vida de cuatro hombres que crecen juntos en Manhattan. Cuatro hombres que tienen que sobrevivir al fracaso y al éxito y que, a lo largo de los años, aprenden a sobreponerse a las crisis económicas, sociales y emocionales. Cuatro hombres que comparten una idea muy peculiar de la intimidad, una manera de estar juntos hecha de pocas palabras y muchos gestos. Cuatro hombres cuya relación la autora utiliza para realizar una minuciosa indagación de los límites de la naturaleza humana.
Tan poca vida se ha convertido en un auténtico fenómeno literario, un éxito sin precedentes en las redes sociales que ha sido unánimemente aclamado por la crítica y los lectores. Hanya Yanagihara, su autora, ha sido comparada con Jonathan Franzen y Donna Tartt por su capacidad para describir con maestría la psicología de personajes complejos y hallar en el camino respuesta a cuestiones universales. Una nueva y joven voz literaria que ha llegado para quedarse.
Mejor novela del año según The New York Times, The Washington Post, The Wall Street Journal, Vanity Fair, Vogue, The Guardian, The Economist, Newsweek, People, Time Out New York, Huffington Post, Publishers Weekly, Kirkus Review, entre otras.