Revista Opinión
Por Nacho Rivera; El sistema no es más que un conjunto de abstracciones destinadas a despojarnos de toda individualidad. Gobierno, ciudadanos, sociedad, países, naciones, camaradas, colegas, colegios profesionales, okupas, anti sistema, punkis. Grupos homogéneos fáciles de controlar y manipular. Grupos que creen así cambiar las cosas y lo único que hacen es darle fuerza y sentido al sistema. En muchos casos todo lo contrario a lo que querían obtener. De ahí el pesimismo, el cansancio que siempre acaba haciendo aparición. ¿Cómo cambiar las cosas como grupo si aún no hemos aprendido a ser individuos? La sociedad civil es una mentira. La mayoría de la población se identifica con roles y grupos claramente definidos. Nadie se erige como su propia totalidad. Todos buscan pertenecer a algo sin pertenecer antes a ellos mismos.El planeta necesita individuos, rebeldes, personas que cambien el rumbo de esta esquizofrénica humanidad. Como decía Habermas, ya está bien de luchar todos contra todos en busca de esa ansiada utopía. El individuo es rebelde por naturaleza, al igual que un arroyo que baja por las montañas. No reacciona contra nadie, no es producto de la cólera o del miedo. El individuo simplemente fluye. Es leal a su propia naturaleza. Encontrará muchas rocas en el camino, pero no lucha, avanza, sigue hacia delante, porque sabe que el pasado ha muerto. Si miramos atrás sólo veremos guerras, muerte, explotación. Todas las revoluciones han sido violentas. Pero nuestro rebelde, nuestro individuo no es violento. La violencia es el pasado, y nosotros no miramos atrás. Queremos un mundo nuevo. Un mundo cimentado en el amor y la libertad. Un mundo de creatividad. El revolucionario destruye y luego se queda en el poder. Las revoluciones cambian el poder de manos. Pero los cimientos siguen siendo los mismos. Las revoluciones se forjan desde el miedo, y utilizan a las masas para llevar a cabo sus revanchistas aspiraciones. El rebelde no se esconde en la masa. Defiende su individualidad respetando y amando la de los demás. Por ello el rebelde es peligroso, difícil de manipular. No es una pose. Es su autenticidad, su verdadera forma de vivir, porque él es vida, es libertad. No necesita de nadie para ser. No es un inconformista, el inconformista es producto del mismo sistema, y por lo tanto muy fácil controlar y manipular. De ahí la diferencia entre acción y reacción. La reacción está determinada por tu enemigo, pero la acción es pura, limpia, surge de lo más profundo de tu ser y no mira al pasado. La acción surge de ti. La reacción surge de tu enemigo. El inconformista reacciona, pero no tiene nada claro hacia dónde quiere ir. No tiene la mirada limpia, está cegado por el odio, es un pobre loco dando palos de ciego. Si algo bueno tenía lo perdió por el camino. Nuestro anhelado rebelde es un ser responsable, asume su libertad e individualidad y acepta el reto. No le teme al futuro, porque vive en el presente. Y es ahí donde concentra todas sus energías. Tu jefe quiere que despidas a Paco. Pobre Paco, veinte años en la empresa, ahora tiene un problema, necesita la ayuda de todos y va a ser despedido. Y tú, traicionando tus principios accedes. La nómina, la rutina, el miedo a ser responsable te ha robado la humanidad. Has cambiado la responsabilidad por deber. El deber surge de otros, es hacia alguien. La responsabilidad es contigo mismo. Con tu propio ser, con tu propia personalidad. Respondes dentro de ti hacia fuera, respondes desde la consciencia. El deber nos lo han impuesto, es parte de la herencia, es una respuesta aprendida, mecánica. Pero nuestro rebelde, mí rebelde no acepta el trato, no puede ir en contra de su corazón. Le dice a su jefe que lo eche él, es más, él mismo se va, no quiere participar de semejante estupidez. Y eso hacemos todos los días. Colaboramos en la mentira, colaboramos con el absurdo y triste drama. Nadie nos obliga a hacer lo que va en contra de nuestra esencia, no es necesario luchar, sólo tener coraje para aceptar nuestra responsabilidad, nuestra individualidad. Si ellos se quieren suicidar que lo hagan, nosotros no vamos a seguirles el juego. Renunciar a nuestra responsabilidad es dejar nuestras vidas en manos de los demás, en manos del sistema, en manos del poder. Y eso es algo que no podemos aceptar. De ahí la gran similitud entre ser rebelde y fluir. Hace un tiempo alguien, una amiga chilena, me preguntaba cómo era posible fluir y ser rebelde, y yo le dije así: “en el momento que fluyes te conviertes en un rebelde. No puede ser de otra manera. Chocas ineludiblemente con enormes rocas aferradas a prejuicios, apegos, miedos y paradigmas. La parte que no fluye no tolera que tú busques tu camino. Ellos te convierten en rebelde. Pero tú sigues fluyendo, no es forzado, no es violento, es seguir el curso de tu más íntima esencia.” El sistema, la masa, la inercia, nos impide ser libres. Todo son reglas, caminos marcados, leyes, credos, dogmas. Nada es real, nada es espontáneo. Todo surge de la imposición. Todo surge del miedo. Y el miedo sólo provoca más miedo. Y ese miedo engendra más leyes y cadenas. Destruimos todo lo que hay de bello en el ser humano. Todas las personas que nos han rodeado, todas con buenas intenciones, nos han ido inculcando sus miedos, fobias y filias. Generación tras generación hemos ido alimentando de prejuicios a nuestros niños. Así que todo el amor que traíamos ha ido desapareciendo. El rebelde es el verdadero ser espiritual. Busca en su interior, está atento, es silencioso, meditativo, alegre, responsable. No se deja arrastrar por las masas. No sigue a nadie, no es ningún Buda, ni un Lao Tse, no es un Cristo. Es su propia experiencia, es su propia esencia, es su propia realidad. El rebelde es simple, es el ser más simple que hay. Se conforma con ser un don nadie, se conforma con ser un simple HUMANO. Y comprende que todos son tan HUMANOS como él. Publicado en: La sociedadEmail del autor: [email protected]