Este último tiempo releí después de muchos años la biografía autorizada de Charly (aquella que escribió Sergio Marchi, No digas nada) y su relectura me llevó a volver a muchos de sus discos que tenía olvidados (o bien a otros que tenía muy poco escuchados). Desde su retorno a los escenarios y su actualidad distante de aquellos tiempos híper inspirados, siento que -al menos yo- a Charly prefiero dejarlo en paz. Que toque si quiere tocar, que haga su vida, que disfrute, que se case con una niña que le roba su dinero (!), que se alimente como nunca se alimentó desde que tengo memoria. Ya está. Todo lo que tenía que dar nos lo dio y es más que suficiente el legado que García ha dejado a la música argentina.
Pero volvamos al comienzo. Entre los discos que retomé está el de acá arriba hecho a dúo con Pedro Aznar, uno de sus grandes socios musicales y un tipo que a mi parecer siempre se desempeñó de manera excelente cada vez que le toco eso, acompañar. Aznar de frontman es un cinco jugando de enganche: nunca me gustó, le falta carisma, onda; pero como compañero sin dudas es de los mejores (discutir sus cualidades como músico e instrumentista sería estúpido, una pérdida de tiempo que no pienso llevar a cabo).
El de acá arriba es Tango 4, álbum que ocupa un extraño lugar en la discografía de Charly. Podría afirmar que forma parte de un momento de su trayectoria que defino como el Charly Periférico (?). Es decir, el Charly que está escondido entre sus arrolladores comienzos como solista -la famosa trilogia Yendo de la cama al living, Clics modernos y Piano bar, más el brillante Parte de la religión, tal vez mi favorito- y el caos de la era Say no more.
El Charly Periférico sería, entonces, el de Cómo conseguir chicas, Filosofía barata y zapatos de goma, Tango 4 y -entra acá justito, podría considerárselo como el antecedente de SNM- La Hija de la Lágrima. Cuatro discos muy buenos a los que nadie les da actualmente la bola que merecen, como si se hubieran perdido en el tiempo y García hubiera pasado directamente de ser el genio que hacía todo bien a mediados de los '80, al psicótico que hacía canciones desde el ruido, bardeaba al público, no concluía sus shows, tocaba para Menem y para colmo... ¡el hijo le robaba los discos para subirlos a la web!
Y es injusto que nos olvidemos de momentos como Tango 4, donde están ocultas grandes canciones como Mala señal, Happy and real (con letra en inglés y voz desgarrada-forzada-bien desafinada, a lo Neil Young en Borrowed tune) y Vampiro, de gran armonía y letra 100% garciana. Acompañan de cerca el hitazo Tu amor, 30 denarios -"¿qué quieren más de mí?"- y dos excelentes versiones: Sólo Dios sabe, la visión en español del Only God knows beachboysiano; y Rompan todo, de Los Shakers, también en español y con la participación estelar de Roberto Sánchez, más conocido por vosotros y vuestras abuelas como Sandro. Todo lo enumerado no me deja dudas de que es un disco impecable. ¿Los demás que nombré? Búsquenlos por su cuenta.
(Nota al pie: todo este texto lo escribí hace un par de semanas, en el medio, volvieron a joder con Charly. Qué rata que sos P*rfil, ¡digno Smithers de Cl*rín!)