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Tanto monta, monta tanto. Hiroshima, mon amour

Publicado el 23 octubre 2014 por Alvaromoral

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La locuacidad es un don que pocos tienen. Y harían bien muchos en callar a escuchar y hablar menos porque cuando una conversación merece la pena, bien vale escucharla. El cine en parte le debe mucho a la palabra aunque a veces a los más puristas nos guste decir que si un plano tal que si un movimiento de cámara lo otro. El peso que queda en el alma, cuando se termina una película de gran factura visual pero poca historia, es hondo y amargo. Y las historias hablan. Unas más que otras. Así que traigo dos ejemplos que valen sus diálogos en oro.

Empiezamos en Hiroshima, mon amour. Casi empezando la década de los sesenta Alain Resnais hacía un retrato del dolor, hogar de un amor incomprendido e imposible. A la película hay que subirse desde el principio para no perderse ya que sus diálogos lo omiten todo y lo dicen todo. Dos enamorados abrazan sus cuerpos desnudos. Ella es francesa, él es japonés. Ella es actriz, él es administrador. Ella es Emmanuelle Riva que la hemos visto por última vez en Amour. Él es Eiji Okada.

La ciudad de fondo es Hiroshima con vistas a la francesa Nevers. Ambos no disponen más que de un día y su noche para desenmascarse, amar, llorar, beber y sentir. Siempre flota en el aire el desastre de Hiroshima en el 45.

Y no hay que olvidarse de que Resnais dirigió apenas tres años antes Noche y niebla, un doloroso canto a los desastres de los campos de concentración nazis.


Tanto monta, monta tanto. Hiroshima, mon amour

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