Una publicación digital se ha referido esta semana, en su sección de sociedad, a pueblos entrañables en la frontera que separa Asturias de Galicia, empezando por Tapia de Casariego, a quien corresponde la imagen que ilustra nuestra entrada de hoy, y deteniéndose especialmente en la ría del Eo, Castropol, Vegadeo, para terminar en la playa de las Catedrales y la costa de Rinlo, desde donde zarpaban balleneros, hace ya bastante tiempo. El comentario alababa la belleza natural de la zona, advirtiendo al futuro turista que la única preocupación debía ser el clima. No estoy de acuerdo. Conozco bien la ría del Eo y me parece más hermosa los días grises, de calma chicha, en los que apenas se perfila la silueta de Castropol desde el puerto de Figueras, difuminado bajo una lluvia finísima; esos días en los que cualquier paraguas es inútil y que invitan a ese paseo sosegado por una región en la que el tiempo pudo haberse detenido hace ya muchos años, cuando en mi juventud viajaba a los astilleros del pueblo por una carretera que todavía no existía.