Título: TaradasAutora: Viviana Fernández GarcíaEditorial: CarenaAño de publicación: 2010Páginas: 195ISBN: 9788415021384
Inauguro las reseñas de 2011. Esta es mi forma de desearos a todos un feliz año que espero que esté lleno de buenas lecturas y de sueños y deseos hechos realidad. Aunque publico la reseña hoy, leí el libro entre el 24 y el 26 de diciembre. Pero como ya tenía reseñas programadas, hasta hoy no le ha tocado el turno a Taradas.
Descubrí este libro a través del blog de Ismael Cruceta Cajón de Historias y tras leer su reseña en octubre ese mismo mes asistí en Madrid a la presentación de la novela y aproveché el acto para comprar un ejemplar que por fin ahora, precisamente durante las navidades que tanto me gustan, he podido leer y disfrutar entre Nochebuena y Navidad. Ha sido una lectura corta, que me ha sabido a poco y me ha dejado con ganas de más, de mucho más, pero también ha sido una lectura íntima, personal, intensa. Porque así es Taradas, una novela que seduce, que atrapa, que crea adicción.
La misma adicción que sienten Virginia por la cocaína, Esther por el sexo, Carla por el amor y Silvia por analizar a las personas que le rodean. Estas cuatro veinteañeras son las protagonistas de esta historia. Aunque a simple vista no tienen casi nada en común, únicamente ser compañeras de clase en el primer curso de Periodismo, poco a poco se creará entre ellas una relación muy especial llena de complicidad, de confesiones, de conversaciones íntimas en las que compartirán sus sentimientos, sus miedos, sus pensamientos, sus deseos y sus secretos mejor guardados.
Sin embargo, a lo largo de las 195 páginas de la novela el lector descubrirá también que la relación de estas cuatro amigas también está llena de envidia, de odio, de rencor y de hipocresía. No solo hacia el resto de las amigas, sino también hacia sus familias y, sobre todo, hacia ellas mismas. Porque no son perfectas, sino defectuosas, y lo saben. Aunque les costará darse cuenta, reconocerlo y asumirlo y unas lo tendrán más fácil que otras para recorrer ese complejo camino que separa la adolescencia de la madurez y la edad adulta.
Para estas cuatro amigas ese camino comienza en las discotecas de Madrid, en las noches llenas de alcohol, de droga, de sexo, de hombres desconocidos a los que desear y por los que sentirse deseadas. Sin embargo, para cada una de ellas el camino será distinto aunque siempre lleno de sorpresas, algunas agradables y otras no tanto.
La hipersensible Virginia se atreverá por fin a romper con su pasado, con el fantasma de su hermano Tony, con sus compañeros de Empresariales y, sobre todo, con su relación con la cocaína para empezar de cero de la mano de Alberto Castillo, un famoso periodista.
La autoritaria y manipuladora Esther comprenderá al fin que no es tan fuerte como ella creía y como hacía creer a los demás. Que no es una mujer fatal, una joven despreocupada a la que solo le importa disfrutar del sexo con desconocidos y que nunca ha tenido miedo de decir lo que piensa porque jamás le ha importado lo que los demás puedan pensar de ella. Y aunque sea doloroso, mucho más de lo que ella había imaginado, se atreverá a romper con Javier, su follamigo de Santander, ese hombre bruto, machista, ignorante y dominante que la ha utilizado durante tantos años aunque Esther quisiese creer que era al revés.
Carla tendrá más que nunca que hacer frente a sus complejos, sus miedos y sus inseguridades si quiere conservar su relación con Carlos y luchar por el amor verdadero y el romanticismo que tanto le importan y que con tanta ansiedad busca en la vida cueste lo que cueste.
Sin duda, la que más difícil lo tiene para recorrer el camino entre la adolescencia y la edad adulta es Silvia. Es paranoica y no tiene amigos porque no sabe relacionarse con los demás. Todos la consideran rara y por eso nunca la aceptan. Y lo mismo le ocurre con Virginia, Esther y Carla. Nunca le llaman para salir, no quieren estar con ella, la excluyen, no comparten con ella sus confidencias, sus planes, sus historias.
Silvia siempre ha sido una observadora, siempre lo ha visto todo desde fuera, siempre ha sido una testigo y nunca una protagonista y quizá por eso pasa su vida analizando a las persona que le rodean: su familia, sus compañeras de clase o sus compañeras de campamento cuando solo era una niña. Los observa, los desmenuza, los convierte en pequeños trozos para poder analizarlos mejor. Se pasa la vida analizando la vida sin darse cuenta de que está perdiendo su oportunidad de vivirla. Tiene demasiado miedo a sentir y a vivir, a expresar sus sentimientos y a compartir su vida con alguien. Tiene miedo de que le hagan daño y, sin embargo, se dará cuenta de todo esto cuando ya sea demasiado tarde.
Pero al menos le queda el consuelo de que lo intentó, de que tuvo valor para intentar sentirse parte de la sociedad y no un bicho raro aislado del resto del mundo. Necesita sentirse parte de un grupo y ser como sus amigas, especialmente como Virginia. Pero su obsesión no le deja ver que es peligroso aventurarse sola en la noche de Madrid y precisamente esa obsesión por ser como las demás la empujará a convertirse precisamente en lo que ninguna de ellas quiere ser.
Uno de los aspectos que más me ha gustado de esta obra es que no solo conocemos el pasado y el presente de las cuatro protagonistas a través de sus relatos autobiográficos y sus conversaciones con el resto de sus amigas, sino que la novela incluye también capítulos autobiográficos de los padres de todas ellas. Y así, capítulo a capítulo, nos damos cuenta de que, generalmente en la vida todo tiene una explicación, una causa, un origen. Y comprendemos porque estas cuatro jóvenes son como son ya que no es únicamente culpa suya ser defectuosas o, al menos, verse así. Todos tenemos un pasado, una historia que nos determina, nos guste o no, y no podemos hacer nada para cambiarlo.
Taradas no es solo una novela coral, de personajes, sino que también es una historia con un ritmo trepidante gracias a los capítulos cortos y a las historias cruzadas que atrapa al lector desde la primera hasta la última página y le deja sin aliento mientras recorre las discotecas, los bares, las calles, las cafeterías o el metro de Madrid junto a las protagonistas. Es una historia fresca, actual, moderna, desenfada, pero al mismo tiempo íntima, intensa. Es divertida, pero también triste, cruel, dura. Es, en definitiva, como la vida. Una historia con sorpresas agradables y otras desagradables y con un final impactante que nos hace reflexionar sobre cómo vivimos nuestras vidas, sobre cómo queremos que nos vean los demás, sobre quiénes somos y, ante todo, sobre cómo queremos ser. Yo, desde luego, lo tengo claro. Estoy muy orgullosa de formar parte del grupo de las taradas.