Revista Cine

Tarde

Por Francescbon @francescbon
TARDE
Sí: como un periodista que se duerme justo el día de la gran noticia, a destiempo me pilla lo de Gandolfini. Tanto tiempo hablando de dedicarle el post que ponga en su sitio mi admiración por la serie y viene la locomotora y arremete contra mi y contra el incumplimiento de mis promesas. Y contra mis seculares prejuicios en contra de la excesiva totemización. Pero lo de Gandolfini. Uno puede atribuir lo de The Sopranos al toque mágico de HBO, a la apuesta segura que son las cuestiones de gángster, a lo que sea. Y hasta puede pensar qué habría sido de la serie con la elección de cualquiera de los otros actores que, dicen, fueron tentados para el papel. Pero Tony Soprano es el hombre del milenio. Reiros de casi cualquier otro. Echad números: qué actor ha popularizado hasta tal punto un personaje y lo ha mantenido tal número de horas en pantalla en una serie de tanto prestigio. Respuesta: sólo James Gandolfini. Su mirada perdida, su albornoz y su torpe descenso a por el periódico: su desparpajo tomando de la nevera el envase del zumo de naranja. Su ira ante la adversidad, su estoicismo y su calma como capitán del barco. Sus patos, su familia para arriba y su familia para abajo. Sólo Gandolfini, claro, jugando con ventaja pues quizás nadie le hubiera dicho que ese era el papel de su vida, el papel que hace, espero, que muchos rendidos admiradores nos hayamos sentado un ratito a eso, a montar cuatro frases precipitadas que no alcanzarán a darle toda la pleitesía que se merece por ser el personaje más poliédrico de (os permito dudar entre tres) una de las mejores series de todos los tiempos: de una serie de la que aprendías para la vida, y él era el involuntario profesor.Grandísimo, y jodido como nada decirle adiós.

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