Revista Medio Ambiente
El viernes pasado quedé con Gonzalo Gil para ver si veíamos víboras en una zona que el tenía controlada desde hace tiempo. Esperaba que hubiera suerte y que al menos lográramos encontrar alguna, pero lo que no me podía imaginar es que llegaramos a ver hasta cuatro diferentes, una auténtica pasada.
En la cornisa cantábrica podemos encontrar una sóla especie de víbora, la Víbora de Seoane (Vipera seoanei), una especie de talla media, si la comparamos con otras víboras europeas, que llega a alcanzar los 75 cm de longitud total, aunque lo normal es que no superen los 50 cm. Esta especie es muy polimórfica, presentando una enorme variabilidad de coloraciones tanto entre individuos como entre poblaciones.
Las víboras son territoriales y no es raro que un mismo individuo pueda ser visto durante varios días o incluso meses en el mismo sitio, sobre la misma piedra o sobre el mismo montón de hierba o helechos.
Personalmente las víboras siempre me han parecido unos animales alucinantes y porque no decirlo, unos animales muy bonitos, lo que no quita que haya que tenerles el necesario respeto, ya que se trata de animales venenosos, y aunque su mordedura no suele causar accidentes graves salvo en niños pequeños o ancianos, si que es muy dolorosa y requiere de tratamiento médico y hospitalización. Lo más normal es que se queden tranquilamente en su sitio y que no se inmuten ante nuestra presencia, por lo que lo mejor es dejarlas tranquilas y no intentar manipularlas si no se tiene experiencia.
Las cuatro víboras que vimos el viernes tenían una coloración más apagada que lo normal, como si estuvieran desgastadas. Aprovechando la querencia de estos animales a un mismo sitio pudimos comparar alguna de las víboras con las fotos hechas unos días antes por Gonzalo a los mismos ejemplares. Si os fijáis en el ejemplar de las dos primeras fotos y las comparáis con la foto del mismo ejemplar fotografiado unas semanas antes por Gonzalo, comprobaréis el cambio de coloración.
Las víboras son vivíparas y llegan a parir entre 3 y 10 viboreznos entre finales de agosto y finales de octubre, dependiendo de las condiciones meteorológicas. El último ejemplar que vimos el viernes (el de la foto anterior) era una hembra preñada que por lo abultado de su abdomen debía estar a punto de parir.
Nota: como siempre, haced click en las fotos para ampliar