Tarzán de los monos (W.S. Van Dyke, 1932)

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Recientemente he revisitado este clásico que en su día vi en la televisión con inocencia de niño y mentalidad de la sociedad del siglo pasado y me ha sorprendido comprobar hasta que punto el tiempo es inmisericorde. Lo que entonces me pareció una inocente y evocadora historia de aventuras plagada de exóticos animales e ideal como producto de evasión hoy podría ser criticada por no respetar lo socialmente correcto y por su aspecto añejo. Lógicamente cada historia es hija de su tiempo y cada película cuenta con los recursos de la época en la que es filmada. Ninguna de estas razones me parece de peso para menospreciarla, pero sí es cierto que el público actual ya no está preparado para apreciar una película así y queda ya como otro clásico apropiado principalmente para cinéfilos y nostálgicos. El caso es que guste más o menos es indiscutible que sentó las bases de una fructífera saga de varios títulos en los que el nadador Johnny Weissmuller se encumbró como el mejor Tarzán y la actriz Maureen O'Sullivan como la mejor Jane, entrando a formar parte del imaginario colectivo de toda una generación.