Revista Diario
Bienvenidos a la fortaleza y monasterio budista llamado Tashichho Dzong, nombre casi impronunciable para los occidentales pero de una belleza que complace a cualquiera.
Llegamos en un domingo muy caluroso. El sol parecía abrasar la piel pero la vegetación alrededor lograba aminar un poco la sensación. Por un momento, pensé que nadie más se interesaba en visitar la sede del gobierno butanés...cuando de repente, una sola camioneta fue suficiente para que un amplio grupo de turistas chinos quitara la aparente quietud dominguera.
Para entrar, es necesario pasar por escáneres de seguridad. Nada que los años 80 no tuviera (con la sonrisa incluída de los guardias). Ya ahí, sorprende el amplio patio por donde deambulan monjes que viven en ese monasterio. Van y vienen con velocidad intermitente, algunas veces deteniéndose al llamado de alguna visitante occidental que les pide tomarse una foto (ejem, ejem, se imaginan bien). Si no, van directo al templo y ahí permanecen un rato.
El edificio original data de 1216, pero tras quemarse en 1771, se construyó uno mayor en esa época y otro más en 1866. En 1897 se dañó con un terremoto y se reconstruyó en 1902. Luego, el rey Jigme Dorji Wangchuck lo renovó completamente y lo agrandó 5 años después de que moviera la capital a Timpu, en 1952. Desde entonces, es la sede del gobierno y de las oficinas del rey, del ministerio de finanzas y de asuntos internos. Cerca de ahí se encuentra la casa de los reyes, pero no permiten tomarle fotos.
El blanco con colores vivos predominan en el paisaje. Figuras robustas y otras como dragones rematan las esquinas de los edificios. Pareciera la escenografía de una película. Pero no, es tan cuidadosamente decorativo que ahí se albergan los poderes de la nación...
¿Lo que más me llamó la atención? La limpieza del lugar pero sobre todo, el orgullo de Kinga, el guía, al narrar la historia del lugar.