Revista Cultura y Ocio

Taurinos y antitaurinos: piedras y palabras

Publicado el 04 mayo 2016 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Habrá quien piense que no es causa para tales consecuencias; también quien en la vida de un toro reconozca la suya propia.

Las cosas se solucionan hablando, nos decían nuestros padres. La mayor mentira jamás contada. Históricamente, las cosas se solucionan a hostias, a guerras, a espadazos, a tiros y, alguna que otra vez, a través del diálogo. Excepto esto último, todo lo anterior está mal, pero mal de fatal, claro que sí, pero ya somos gente adulta y no gusta que nos endulcen la verdad.

Ayer se empezó a compartir un vídeo sobre una agresión a dos activistas antitaurinas durante los correbous. Los correbous son una tradición basada en el maltrato animal que se mantiene en Cataluña; si nunca los has visto, se trata de encierros de toros, vacas y vaquillas a los que se patea, apalea, veja, con ayuda de todo tipo de plataformas y útiles en una plaza de toros.

El más famoso de todos ellos es el bou embolatEmbolat en catalán viene de bolas, como las dos que se le atan a los cuernos una vez se le ha inmovilizado en el suelo y que se prenden para que se queme los ojos mientras corre asustado por el municipio; también hay quien arrastra al toro por la calle, como la fiesta del capllançat de Les Cases d’Alcanar. Todos son correbous, y los correbous, al igual que la mayoría de espectáculos de tauromaquia o maltrato animal, son Bien de Interés Cultural o Patrimonio Cultural Inmaterial para España y para sus comunidades autónomas.

Puedes firmar aquí contra los correbous.

Como consuelo, nos dejan a un animal torturado, pero no asesinado como en cientos de plazas de toros de toda la península, o en Tordesillas. Y a razón de esta agresión y del próximo septiembre en el municipio vallisoletano, un grupo de aficionados al boxeo de Sant Adrià del Besós conocidos como Chatarra’s Palace ha explotado: “El Toro de la Vega no está solo este año.” Y no solo prometen moverse, sino defender al toro y defenderse a sí mismos de cualquier tipo de agresión. Buscando la participación activa, por supuesto.

Habrá quien piense que no es causa para tales consecuencias; también quien en la vida de un toro reconozca la suya propia, y termine por cornear en alguna dirección. En los comentarios que han aparecido por todas partes desde ayer, se leen opiniones contrapuestas. Hay quien apoya ir un paso más allá, y hay quien lo considera ponerse al nivel del agresor.

Bou embolat - Toro embolado en una

Probablemente, la pregunta sea otra. Quizá la pregunta sea: ¿quieren los taurinos dialogar acaso?, ¿y el gobierno?, ¿es posible un cambio por la vía política o social tras tanta cultura desangrándose en la arena de una plaza? Mahatma Ghandi, arquetipo de la resistencia a través de la no violencia, dijo: “Cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer.”

¿Qué debemos hacer? ¿Esperar al siguiente Rompesuelas? ¿Seguir poniendo la otra mejilla? ¿Plantarnos año tras año en un escenario que agrede ante las palabras y la no-acción? ¿Continuar suplicando ayuda a unos políticos sordos que siguen sin tener presente la opinión de una mayoría contraria a la tauromaquia y al maltrato animal?

Para terminar este batiburrillo de ideas, he recordado un consejo horrible que alguien me dio, hace muchos años, parafraseando al filósofo Anaxágoras:

—Si te engañan una vez, no es tu culpa; si te engañan dos, sí —dijo.

—¿Y si alguien alguien me pega? —le pregunté.

—Más o menos lo mismo —contestó. Si te pegan una vez, ya sabes, no es tu culpa.

—¿Y si me pegan más veces? —le pregunté.

Prueba con una patada en los cojones —respondió.

Así funciona el mundo de hoy, entre sutilezas que pasan inadvertidas para la mayoría hasta que ya es demasiado tarde.


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