Es un hecho que de la misma manera que la luz eléctrica acabó en gran parte con la industria de fabricantes de velas, el gremio del taxi tiene los días contados. A los ya existentes servicios de Uber, Cabify, BlaBlaCar o Muving se irán uniendo todos aquellos cuantos puedan imaginar que puedan ofrecer una rentabilidad a sus promotores. El coche autónomo sin conductor no es el futuro, es el presente. Estamos, aquí también, inmersos en la revolución de las nuevas tecnologías y ciertamente es imposible adivinar en qué acabará todo esto. Quizá el video no matara a la estrella de la radio. Internet las matará a ambas en su formato de los años 80.
El Estado, siempre a remolque, tarde, mal y nunca, como decía mi ínclito profesor de ciencias Don Félix Arranz, se empeña en alargar la agonía, haciendo buena la frase de Reagan: “El gobierno no soluciona los problemas, los subsidia”. Es decir, nos los traslada a los contribuyentes para que los paguemos, queramos o no. Cuando la cosa es inevitable, llegan las dolorosísimas reconversiones de los sectores que se han quedado fuera de mercado, llegan los llantos y el rechinar de dientes. Y aumento del gasto para paliar los daños. He dicho Estado y no gobierno porque en realidad, todos los partidos políticos cumplen con el postulado de Reagan para este caso (como para todos, en realidad). El interés es mantenerse en el poder ycontentar tanto como sea posible a los lobbies que entren en una situación difícil, engrosando en el presupuesto y los impuestos, para seguir pagando estómagos agradecidos.
Poco importan los inicios del sector. Nos pilló la cosa en plena dictadura. Corramos un estúpido velo. No jugaremos la carta de Franco en este post. Lo bien cierto es que existe un sector cerrado en el que no se permite el libre comercio, mantenido por la coacción estatal que ha acabado amparando, no solo un modelo de negocio obsoleto, si no comportamientos incívicos cuando no delictivos. Empresarios que no saben que lo son y políticos que saben a lo que juegan mintiéndoles para justificar el oneroso pago que hicieron en su día por una licencia. Una licencia que no es más que la promesa, falsa, de que Papa Estado mantendrá el sector cautivo y cerrado, poniéndole puertas al campo, o sea a la creatividad empresarial.
Aquí el asunto se pone espinoso, todos escurren el bulto y miran para otro lado. Los taxistas que quieren seguir exprimiendo su licencia y los políticos que no saben como tragarse el asunto y den por buenas cuantas prebendas les piden, aun a sabiendas que no es más que una patada hacia adelante, esperando que en la próxima legislatura la mierda se la coma otro. Nadie a excepción del Partido Libertario, pone soluciones sobre la mesa, que ofrezcan una salida honrosa a los implicados, al engañado al que obligaron a pagar una licencia sin fin que está a punto de terminar, al Estado trilero y, por supuesto, al sufrido contribuyente que es el que acaba por pagarlo todo.
En realidad, la cuestión no es demasiado complicada. El sector necesita una liberalización y los taxistas que se les reconozcan unos derechos. Eliminar las licencias, liberalizando el sector solo cuesta un decretillo. Reconocer los derechos de aquellos que ya pagaron puede hacerse mediante créditos fiscales, es decir, introducir una compensación fiscal para los taxistas que se vieron obligados a pagar la adquisición de su licencia para ejercer una profesión que nunca tuvo por qué estar sujeta a licencia alguna o lo que es lo mismo que no paguen impuestos por su actividad hasta que compensen con ello los pagos asumidos. Eso compensaría su desventaja competitiva a largo plazo sin obligar a los contribuyentes a compensarles directamente por algo que, en el fondo, fue la compra de un privilegio ilegítimo.
El taxista recupera lo que nunca debieron quitarle, el sector se liberaliza y el contribuyente no lo sufre. El problema, claro está, es que esto mermaría los ingresos del Estado, reconociendo tácitamente su error. Además, es perfectamente aplicable a cualquier otra licencia otorgada por el Estado, del tipo que sea. Claro que viviendo en el paraíso español de la socialdemocracia no sé yo si esto serían capaces de asumirlo esos abundantes liberales del Congreso. Los de la bancada socialdemócrata y los comunistas ya sé que no. Pero ahí lo dejo.
Publicada en HeraldPost.es