Revista América Latina

Tazón amargo con café de porcelana

Publicado el 07 junio 2013 por Darioalex
El Ciudadano Kane

El Ciudadano Kane

Por Aynel Martínez Hernández.

A Charles Foster Kane,

a su trineo, y a su agonía, por una cuestión de ética.

 El hombre del saco amarillo sacó una caja de cigarros Pall Mall del bolsillo derecho de su pantalón. Miró de reojo el escudo de armas del logotipo y se detuvo a detallarlo durante cinco minutos y algo más.

En realidad no tenía ganas de fumar. Fucking boredom!, pensó. Cabizbajo, lanzó la cajetilla al suelo y le pegó una patada increíble con sus zapatos Oxford de dos tonos. Se acordó del gol del negro haitiano Joe Gaetjens en la victoria del equipo estadounidense sobre Inglaterra el año pasado en el mundial de Brasil.

Fucking kick, fucking nigger and go to the hell, England! Elevó lentamente su puño derecho. Alguien lo creyó un poco fuera de lugar: but just a little bit. El único vestigio de felicidad: the kick of the nigger, y volvió a sentirse abrumado. Eso no podía estar pasándole al hombre del traje amarillo.

Quiso burlarse. Quería reír a la fuerza. Observó a través de un jardín a un hombre con bigote fino y espejuelos. Julius Rosenberg behind the bars: idiot and communist, alguna vez las imaginó sinónimos.

Estuvo cerca de veinte minutos caminando hasta que abrió la puerta del Examiner y recibió una especie de informe de lo que había sucedido en el periódico la noche anterior. Miraba a aquel pequeño empleado desde un plano cenital y se creyó Stalin: What I am thinking?, Why not Roosevelt? Dicotomías y más dicotomías.

Luego, puso los pies sobre su escritorio, leyó una página y media, casi dos. Buscó en las gavetas otra cajetilla de Pall Mall: esta vez sí necesitaba un cigarro. Lo desesperaba el ondulado cabello en una fotografía de Rita Hayworth y recordó entonces una leve imagen de “Blood and sand” en la que quiso ser Tyrone Power para tener a solo unos milímetros del mentón aquellos senos casi descubiertos.

Siguió mirando el retrato del periódico. No se dio cuenta de que era una publicación de hacía unos años. A la derecha de Rita figuraba su esposo en aquel entonces: Orson Welles. El hombre del traje amarillo se transfiguró y quiso burlarse otra vez. Le preguntó al editor si tenía algún trineo a mano. Como era lógico, no había disponible algo parecido. El socarrón tomó un bolígrafo y escribió “Rosebud” sobre la parte de la imagen en que aparecía el cineasta y lanzó el periódico al fuego de la chimenea.

Fucking Welles!, gritó, y se aseguró de que la “s” se escuchara bien.


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