Hoy me apetece hacer una entrada diferente y centrarme en el TDPM (trastorno disfórico premenstrual) en su vertiente más personal. Como comento en muchas entradas de este blog, fui diagnosticada en 2023 este trastorno que realmente he tenido desde mi adolescencia solo que a niveles mucho más suaves.
Tras pasar lo que fue una hecatombe mental a finales de 2022 y 2023, finalmente di con este diagnóstico que de repente hacía encajar muchas piezas del puzzle que estaban sueltas.
Al haber pasado un periodo tan intenso de ansiedad, ataques de pánico, TOC y finalmente una depresión profunda con ideaciones feas… ya no entendía qué me pasaba ni de dónde venía. Y está claro que todo eso no fue solo producto del TDPM, pero éste fue su gasolina.
En la vida pasamos por situaciones que nos dejan una herida grande, y tenemos conductas dañinas que hacemos propias y que aumentan el problema. El camino de autoconocimiento por el que transité me ayudó a curar todo esto y estar en paz conmigo misma. Pero algo seguía sin cuadrar.
¿Cómo era posible que habiendo superado todo lo anterior, aún hubiesen días de profunda tristeza sin motivo alguno? ¿cómo podía transformarme de repente en una persona sin ilusión, sin esperanza y con la decepción de que todo el camino andado era en balde? Y todo ello para que a los días esta sensación desapareciese y rechazase todas estas ideas…
Quizás la etiqueta para alguien que sea estable y no entienda de lo que hablo es «loca». Y es que aún se nos etiqueta así en muchos contextos, porque claro, una persona que cambia tanto de opinión, está constantemente bailando con la locura.
Cambio de vida
Entonces a principio de 2024 tomé lo que para mi fue la mejor decisión consciente de mi vida. Dejar un trabajo que me hacía daño y que había alimentado esta enfermedad. Y sí, quiero llamarla enfermedad porque un trastorno que te lleva a tener ideación suicida, a no valorar la vida y a destrozar tu calma cada mes, ha de llamarse enfermedad.
A raíz de tomar esta decisión, me quité un peso enorme de encima. Sentía casi que flotaba, y a ello se le sumaba que había reducido el antidepresivo que me acompañó en esta época al mínimo. Y ahora entiendo que aunque me lo quité, durante unas semanas éste me sumió en un estado de total felicidad.
Si a un cambio vital y orgullo de haber tomado una nueva dirección en la vida, le añades un poco de «droguitas», el efecto es fantástico.
Los 3 primeros meses fueron maravillosos… era feliz después de mucho tiempo, cuando meses atrás no le veía salida a la vida ni a mi persona.
Y por un momento, solo un momento, pensé que el trastorno había desaparecido o que podía erradicarlo casi por completo… error.
Y es cierto que se pueden tomar muchas decisiones que lo mejoran pero sigue ahí. Igual que una persona que sufra de diabetes podrá controlarla y vivir una vida sin demasiada influencia de ésta, pero no quita que siga siendo diabética.
Embarazo, el gran descubrimiento
En este estado de calma, felicidad, buena alimentación y buenas decisiones, mi cuerpo decidió premiarme. Algo que había estado buscando desde hacía tiempo y que pensé que quizás no era para mi, llegó.
Va a ser cierto eso que dicen de que el cuerpo es sabio y es que no pudo llegar en mejor momento. Justo cuando había tratado mis traumas, mis miedos, había entendido qué me sucedía y lo más importante acepté que mi vida debía de ser diferente… sucedió.
¿Y por qué cuento esto? Pues porque está siendo otra prueba más de que este trastorno es real.
Desde que estoy embarazada no he vuelto a tener los cambios que tenía antes. Soy mucho más estable y no he dudado de decisiones ni un momento… Lo cual es increíble para una mujer como yo que desde los 15 años hasta los 32 ha estado constantemente dudando de todo a causa de los cambios hormonales. De repente la vida es mucho más fácil.
- No tienes que dudar de porque estás aquí o allá
- No dudas de la persona que tienes al lado
- No dudas ni un segundo de la decisión que has tomado de ser madre, al revés la alabas cada día
- No dudas del camino laboral que persigues
- No dudas de que estarás bien
Pero a cambio (y esto es algo que hablaba ayer con otra maravillosa mujer que padece lo mismo), no vives con la misma intensidad.
En estos meses me he dado cuenta de que no tengo esos subidones de energía y de excitación que ahora entiendo me producían los cambios hormonales.
Mirándote en un espejo
Ayer tuve una conversación increíble con Bianca, una chica preciosa que justo ha pasado por lo mismo que yo.
Padece el trastorno, ha sufrido sus consecuencias y al quedarse embarazada, éstas han desaparecido.
Entonces empezamos a hablar de lo increíble que había sido dar con el diagnóstico. Entender que es algo real y que ha afectado nuestras vidas desde que tenemos memoria.
Hablar con ella era casi verme reflejada en otra persona y conectar de un modo mágico al no tener que explicar nada. Y la conversación fue en inglés pero creo que si hablásemos en otro idioma que no fuese el mío nos entenderíamos igual.
No hay nada como dar con una persona que comparte tu dolor, tus frustraciones y miedos y eso en sí es un regalo tremendo.
Y a colación de lo que comentaba antes, las dos coincidimos en que en este periodo no habíamos experimentado la excitación y energía que antes sentíamos. Pero es que cuando sufres de esto, la estabilidad parece la lotería más grande que pueda tocarte.
Time will tell
En nuestra conversación hablábamos de lo que pasará después. Y es que entendiendo lo que nos sucede, entendemos que tiene fecha de caducidad. Y que por mucho que nos cuidemos, este trastorno/enfermedad seguirá dificultándonos la vida.
Además son muchos los testimonios de mujeres con TDPM que confirman la caída que puede venir tras el embarazo y lactancia pues imagina volver a la situación de antes, solo que esta vez con una vida a la que cuidar.
Lo que tenemos claro es que lucharemos, investigaremos y no pararemos hasta dar con un estado en el que la influencia del TDPM sea la menor posible.
Tener un diagnóstico y un camino no te quita la enfermedad pero te ayuda a lidiar con ella, a buscar apoyo, a compartir, y a entender que hay formas de mejorar y que no hemos de rendirnos aún cuando nuestra mente nos intente convencer fervientemente de lo contrario.