Revista Viajes

¿Te apuntas a un safari?

Por Magiaenelcamino @magiaenelcamino
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Todos tenemos un niño dentro, los magos tenemos 2 y de safari… ya somos 3…

Algunos párrafos sueltos sobre mis experiencias:

El olor del combustible

Los elefantes nos ven como una sola cosa, como una unidad. Eso nos dijo el guía del safari antes de salir. El olor a combustible del vehículo impedirá que nos puedan oler. Menos mal, porque los elefantes africanos son extremadamente agresivos. De bajarnos del auto, a la distancia que estuvimos de ellos, no teníamos chance de sobrevivir. Una tarde pasó uno tan cerca de nuestra carpa, en Linyanti, que pensé que nos iba a oler y se iba a enloquecer. Por suerte decidió seguir su paso hacia la copa de un árbol para comer. Son enormes. Los machos andan solos y las hembras con las crías. Al año, los elefantes machos abandonan la organización matriarcal y comienzan su vida adulta. El Parque Nacional Chobe es un lugar ideal para disfrutar de estos animales. Hay montones de ellos y destruyen todo a su paso. La escenografía del parque lo demuestra con miles de árboles derrumbados. Sus excrementos, del tamaño de una cabeza humana, completan la escena. Los hay por doquier.
Es un espectáculo increíble verlos caminar solos o de a muchos, grandes o pequeños. Si nos acercábamos demasiado con el todo terreno se ponían nerviosos, agitaban la cabeza, levantaban la trompa para olernos y hacían ruido. Cuando daban dos pasos hacia nosotros, me sentía completamente vulnerable. Su poder es inmenso, bestial. Podían dar vuelta al 4×4 como yo doy vuelta una hoja de papel. Si estaban sobre el camino, siempre esperábamos que se muevan. ¿Qué sentí? Respeto, o si lo prefieren, cagaso. Qué belleza.

¡Al fin y al cabo siempre le buscan la 5ta pata al elefante!

Un niño de 42 años

 

Un niño de 42 años

Correr para vivir. Correr para no morir.
Quizá estas frases digan lo mismo, pero en mi cabeza suenan diferente. La gacela corría para no morir. El licaón, para seguir viviendo. La vida acá vale la vida misma, no tiene otro precio. Aldana en un momento me dice: “qué loco saber que todos los días más o menos a esta hora, te pueden matar”. Y es así. Verlo en vivo y en directo me generó mucha más adrenalina que mil veces juntas por TV. Me puse del lado de la víctima, quería que la gacela corra más rápido que los perros, pero claro, eso no importaba. Si no era esta, sería otra.

Ruido a hueso
El leopardo metía su cabeza dentro de lo que había sido un elefante. Cada tanto la sacaba y miraba, nos miraba. Cuando advertía que ya no corría peligro, no es él el rey de la selva, volvía a su trabajo. Nosotros también mirábamos, escuchábamos. El ruido de sus mandíbulas rompiendo los huesos del elefante como si fueran de papel, estremecía. Sólo imaginar lo rápido que se desharía de cualquiera de nosotros con sólo intentarlo, me mantenía más que alerta. Cuánto poder de la naturaleza. Cuánta adaptación al medio. No quería dejar de mirarlo. Mis recuerdos de los documentales no eran iguales a esto. Un leopardo alimentándose a 15 metros míos sin rejas ni televisores en medio. Una experiencia tremenda que difícilmente pueda olvidar, que difícilmente pueda transmitir como la viví.

No es Mokoro de pavo
SKL Group of Camps apadrina una escuelita primaria en la pequeña localidad de Komana, a 30 km de Maun. La visita, con show de magia incluido, fue un éxito absoluto. No sólo los chiquitos no habían visto magia jamás, sino que muchos de los adultos tampoco. Sobre esta presentación, contaremos en próximas entradas.
Connie, la dueña de SKL, quedó tan encantada con las sonrisas robadas que nos regaló una navegación en Mokoro como agradecimiento. Al día siguiente ahí estábamos, a orillas de uno de los mil brazos del delta del Okavango, prestos a subirnos en una de estas típicas y antiguas canoas. Antes de embarcarnos pregunto si podré ver hipopótamos, ya que en Chobe los vi muy de lejos y me generan cierta curiosidad. “Sí, sí”, me respondió uno de los “mokoreros”. “Ok, joya”, dije yo. ¿Aldana? No, ella no dijo nada. ¿Por qué será? Teniendo en cuenta que estos bichos son los que más gente matan en África, más que los leones, leopardos y demás, creí entender el silencio de Aldana. Ya que si algo la caracteriza, no son sus silencios.
La navegación comenzó de lo más apacible: florcitas, hojitas, plantitas, agüita, etc. De pronto todas estas cositas, salvo el agüita, desaparecieron. El silencio se vio quebrado por la voz de nuestro piloto que nos dice: “esta es la hipo’s pool”. “Aaaaaahhhhhaaaaa”, dije yo. Los bichos estaban exactamente al otro lado de la misma, exacta y pequeñísima, laguna que nosotros. Ellos nadando y nosotros en una frágil y pequeñísima embarcación. Se los veía como a 50 metros. Estos enormes bichos pueden nadar a unos 10 km x hora y mis cálculos activaron, inmediatamente, mi adrenalina. En eso, uno de ellos desaparece bajo el agua y yo lo miro a nuestro piloto, que tenía cara de no tener mucho que perder. A los pocos segundos aparece el hipopótamo en la mitad de la laguna y nos cagamos hasta las patas. “Let’s go. It’s more than enough” (Vamos, ya es más que suficiente), dije. Hay registro de ataques de hipos a embarcaciones y yo no quería que seamos parte de esas nóminas. Nos fuimos rápidamente, la adrenalina volvió a estancarse y basta para mi con los hipopótamos. Lindas las florcitas. ¿Cómo crecen, no?

Un niño de 42 años

Actualmente los Mokoros están fabricados en fibra de vidrio, pero en sus orígenes eran los troncos de los árboles.

Un niño de 42 años

Un niño de 42 años

Un niño de 42 años

Un niño de 42 años

¿4×4? 16. Depende quien conduzca
Dado que los fierros tienen un lugarcito en mi corazón, el 4×4 que usamos para movernos durante el safari no podía más que generarme una atracción fatal. Tanto me demostró su poder en caminos intransitables, que durante una sobremesa no aguanté más y le dije a Moises, nuestro guía en Linyanti: “Moisés: May I drive slowly the 4×4 in some easy way? Yes. Why not? Y a la tarde, durante una travesía me dijo: “Dino, this is your moment!” ¡Qué sensación! Conducir un Toyota Land Cruiser es como conducir un tractor veloz. El poder de ese montón de metal pesado, pero a la vez muy ágil, es tremendo. Sobre la arena suelta se comporta casi como si nada. Yo sé que lo recién escrito parece un artículo que trata de vender la camioneta pero no importa. A los que le gustan los fierros me van a entender. Saludos a mi amigo César y a su Maga. Él sabe de qué hablo, jejeje.
Otro gusto que me dí, luego de huir de los hipopótamos, fue tratar de manejar el Mokoro. Dije tratar porque en el siguiente video se puede apreciar claramente que no me fui al agua de milagro. Es muuuy jodido y, la verdad, mejor seguir sentado y disfrutando del paisaje que caerme en el agua repleta de uno vaya a saber qué.

Estar en África para mí es un sueño, como ya dije en una entrada anterior. Este sueño lo estoy viviendo como un niño. Un niño de 42.

Anexo: ¿Qué mirás humano?

Un niño de 42 años

Un niño de 42 años

Un niño de 42 años

Un niño de 42 años

Un niño de 42 años

 

Un niño de 42 años

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