Revista Coaching

Te comparto mi aprendizaje de una década

Por Jofoba @jordifortunybad

Último post del año 2021. En el 2019 hacía balance sobre mi recorrido en el mundo de la consultoría artesana. En el 2020 escogí explicarte como había evolucionado mi sistema GTD.

¿Qué tocará este año? Pues te compartiré un aprendizaje que me ha costado una década.

El detonante de la reflexión es una conversación que he tenido recientemente.

Hablaba con una persona que está en la fase final de su certificación como coach. Me contaba que un día escuchó la llamada interior. Que siempre se había sentido atraída por esta disciplina, pero nunca se lo había planteado en serio. Y, a raíz de una formación sobre liderazgo a la que asistió —y donde se tocaba colateralmente el tema—, tomó la decisión de explorar el camino.

Me contaba que el recorrido había sido apasionante. Estaba en la cima en lo que se refiere a motivación y a su propia realización. Y que ahora tenía el impulso de mostrar al mundo sus nuevas habilidades, y dedicarse a ello. Sin embargo, no sabía cómo hacerlo. De hecho, creo que en realidad ya intuía que detrás de esta cima se escondía un precipicio.

Y surgió la pregunta de ¿cómo lo hago?

Inmediatamente, tuve un flashback y me vi a mí hace diez años. Viviendo y sintiendo exactamente lo mismo. Y le respondí impulsivamente: «con paciencia, muy a mi pesar, con la ilusión no es suficiente».

Tienes algo entre manos que te hace sentir bien, que te apasiona, que es útil, algo que te llena plenamente. Y sientes que el mundo necesita de tu aportación.

Instagrams, Linkedins o webs llenas de gente «triunfadora» son como cantos de sirena y te hacen soñar. Con el doping de ilusión que llevas en el cuerpo ya te visualizas en la cresta de la ola.

Lo que no sabes aún es que, al mundo, —y perdón por ser soez— le importa una mierda lo que tú sientas.

No te equivoques con el enfoque que le des al asunto. Con la ilusión no hay suficiente. Hay que trabajar duro. El «lucha por tus sueños» es muy épico, pero nada glamuroso.

Se tiene que picar piedra. Mucha piedra. Sólo con eso podrás sentir que efectivamente tu motivación se convierte en alguna aportación. Y el camino acostumbra a ser largo.

La energía que proviene de tu propósito vital es potente, sin embargo, no la malgastes en intensidad, utilízala en amplitud. Mejor poco de mucho, que mucho de poco.

Necesitas ser una persona paciente y trabajadora. Inquieta en lo que respecta a tu desarrollo y aprendizaje. Si te paras, palmas.

Es normal que al principio sientas que puedes abarcar mucho. El peligro está en que el retorno es nulo. La erosión que provoca esta situación es tal, que la mayoría de las personas abandonan sus proyectos vitales totalmente frustradas. Por eso es imprescindible decidir fríamente —sin estridencias— a lo que dedicas tu atención.

No busques grandes victorias públicas. Trabaja en la oscuridad de tu cueva, invierte en ti, aprende, mide los esfuerzos y su retorno, persiste. Tendrás que llevar a cabo tareas pesadas, repetitivas, aburridas, frustrantes, pero totalmente necesarias. Esto forma parte del juego.

No te enfoques en el glamour, que no aporta nada de nada. Lo que importa es currar como si no hubiera un mañana.

De esta manera llegan las pequeñas victorias. Todas ellas para celebrar en privado.

Deja a este mundo tan frívolo de lado. No te engañes. Nadie es lo que cuelga en las redes. Hay un backstage con mucha miga y que pocas veces se cuenta.

No hace falta que publiques tus cosas para darte relevancia. La reputación se gana en el cuerpo a cuerpo.

Diez años me ha costado lograr lo que me propuse. Y esto es lo que he aprendido.

Y ahora te dejo, que voy a celebrar en privado una gran victoria —digna de abrir un Telediario— de hoy mismo.

¡Felices fiestas! Nos leemos en enero.

Photo by John Arano on Unsplash

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